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Radio Biobío Online | Columna Paula Daza «Chile en la sala de espera: la decisión que no podemos seguir postergando»

En un país donde la incertidumbre política convive con la frustración de miles de familias que aguardan atención, la salud emerge como el punto de encuentro capaz de devolver confianza y cohesión. Hoy Chile enfrenta una disyuntiva crucial: decidir si continúa esperando o si recupera su capacidad de actuar.

En los últimos cuatro años, la salud sufrió un deterioro que va más allá de lo técnico: se perdió urgencia, claridad de prioridades y, en muchos casos, humanidad. Mientras la economía se enfría, la política se tensiona y la ciudadanía se desgasta, el sistema que debiera ofrecer certeza quedó atrapado en una inercia que amplificó el malestar y debilitó la confianza pública.

Las consecuencias son visibles. Las listas de espera crecen, las cirugías se retrasan, los diagnósticos llegan tarde y los exámenes se repiten por falta de coordinación. Para quienes esperan, estos no son números: son vidas detenidas, proyectos suspendidos y angustias acumuladas sin respuesta oportuna.

Chile no pedía milagros, pedía decisiones. Pedía un Estado que escuchara y actuara por quienes aguardan meses por un especialista, por los adultos mayores que dependen de la atención primaria y por los equipos clínicos que trabajan al límite. En vez de eso, se profundizó una desconexión peligrosa entre la experiencia cotidiana de los pacientes y las discusiones técnicas o políticas. Esa distancia erosionó la confianza en instituciones que deberían ser un soporte esencial.

Escuchar no es solo empatizar: es gestionar. Cuando un sistema deja de escuchar, pierde la capacidad de distinguir lo urgente de lo accesorio. Y eso fue lo que ocurrió. Sobran diagnósticos y documentos, pero faltó decisión, visión y capacidad de anticipar. Así se agravaron enfermedades que pudieron tratarse antes, las familias repitieron exámenes innecesarios y los profesionales sintieron que el sistema les exigía más de lo razonable, sin entregarles respaldo.

La dignidad en salud no es una consigna: es un estándar concreto. Se expresa en tiempos de espera razonables, información clara, trámites simples, un trato respetuoso y algo central para la ciudadanía: la posibilidad de elegir.

Elegir dónde atenderse y cómo hacerlo no es ideología; es reconocimiento y respeto. Sin embargo, en estos años ese principio se debilitó. La discusión pública miró con desconfianza la diversidad de opciones y el estándar de dignidad retrocedió en acceso, continuidad y oportunidad.

Chile necesita una modernización sanitaria real, visible y sentida. Modernizar significa que nadie repita exámenes por falta de interoperabilidad; que la atención primaria tenga equipos y tecnología para resolver más y derivar menos; que la prevención —en cáncer, salud mental y enfermedades crónicas— tenga seguimiento efectivo; que la información clínica fluya con seguridad; y que la voz de los pacientes sea escuchada de verdad.

Esa modernización no puede seguir esperando. Nada de esto es ideológico. Es lo mínimo que un país como el nuestro merece: un sistema moderno y digno. La pandemia demostró que Chile puede actuar unido cuando existe propósito y liderazgo. Los últimos cuatro años son una oportunidad perdida, pero no definen lo que viene.

La salud puede volver a ser ese punto de encuentro donde el país se reconoce y avanza. Cuando una nación decide cuidar mejor a su gente, recupera su dignidad, su cohesión y su horizonte común.

La salud es ese lugar. No volvamos a perderlo. El rumbo se puede recuperar.

Paula Daza – Directora Ejecutiva CIPS UDD

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