En agosto de 2024, el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, anunció un permiso de residencia para los migrantes que deseen vivir en el país y compartan las ideas tradicionales y conservadoras que promueve el Kremlin. La “Visa de Valores Compartidos” va dirigida a ciudadanos o residentes permanentes de la mayoría de los países europeos, Estados Unidos, Australia y Japón, entre otras decenas de territorios. De acuerdo a las autoridades rusas, el objetivo de este visado es “brindar asistencia humanitaria a personas que comparten los valores espirituales y morales de Rusia”. Es por esto que la “Visa de Valores Compartidos” también es conocida informalmente como la “visa antiwoke”.
(…) El académico de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (UDD), Guido Larson, concuerda con ese análisis. En conversación con La Tercera, afirma que “una primera dimensión está relacionada con lo que en la teoría política internacional se denomina soft power (o ‘poder blando’)”.
“Está ligado a concepciones de cultura, de valores y de ciertos paradigmas normativos. Y de cómo ello incide un impacto en la opinión política mundial”.
Refiriéndose al visado, Larson afirma que “hay un intento de alinearse con cosmovisiones más conservadoras”, lo que puede llevar a un incremento del “poder blando” por parte de Moscú, en términos de persuasión y atracción de personas con perspectivas afines.
Junto con ello, sugiere el experto, el programa busca contrarrestar la visión de Rusia que subrayan los principales líderes y medios de comunicación occidentales, que suelen describir al Kremlin esencialmente como un actor no confiable y que no ha respetado el derecho internacional, tras tomar medidas como desarrollar la guerra en Ucrania. “Otra dimensión tiene que ver con una posición más bien estratégica de la Federación Rusa. Si uno revisa sus últimos diez años bajo distintos tipos de iteraciones y mecanismos, lo que han tratado de hacer es, en alguna medida, fomentar divisiones internas en la civilización occidental como un todo”.
Con esto último, Moscú espera implementar “una discusión de fondo respecto al modelo occidental de sociedad”, especialmente entre los sectores más conservadores y en contraposición a los que defienden políticas más liberales y/o progresistas. “Yo creo que esto está dado por diseño y no es simplemente un efecto colateral”, comenta Larson.