Señor Director:
Una de las conclusiones más significativas de los episodios asociados a las fundaciones es que sepultan, al menos por un tiempo, la idea del Estado como ente redentor.
No deja de llamar la atención que un sector político del país insista, sosteniendo una visión cuasi beatífica de la realidad, que los problemas, negligencias, abusos y males de todo tipo que se observan en el mundo privado pueden resolverse mediante la fórmula de la estatización.
Epistémicamente, lo que subyace a esa orientación es la suposición de una transmutación de los impulsos e inclinaciones de la naturaleza humana, donde el Estado purificaría, por así decir, los deseos perversos de nuestro ser, y reorientaría de forma casi escatológica a los individuos que participan de la entidad estatal, descascarando la polución de sus almas para volcarlos al bien desinteresado.
Pero los seres humanos contienen los mismos vicios y virtudes, independientemente de que trabajen en el Estado o fuera de él.
Y lo que debiera enseñarnos este tipo de episodios es que cabe contar con herramientas de prevención, fiscalización y penalización robustas para inhibir conductas que causan un daño enorme a la fe pública, más que insistir en el Estado como el rescoldo donde descansa el bien moral.
Guido Larson Bosco
Docente Facultad de Gobierno UDD