SEÑOR DIRECTOR:
En salud pública la comunicación de riesgo es esencial para salvar vidas. A pesar de la certeza de que este invierno sería muy difícil, no solo por lo ocurrido en el hemisferio norte, sino porque también era el primer invierno pospandemia sin mascarillas, poco y nada se hizo para reforzar mensajes que apuntaran a cambiar, o más bien mantener, actos individuales que resguarden la salud propia y del entorno.
Por el contrario, lo que vimos fueron mensajes tardíos y confusos. Algunos de ellos fueron en la campaña contra la Influenza, en la que algunos rostros utilizados no eran parte de los grupos de riesgo.
Está estudiado que los mensajes contradictorios e inconsistentes socavan la eficiencia de la comunicación de riesgo. Prueba de ello son las bajas coberturas en vacunación de Covid-19 e influenza: no solo es fatiga pandémica. Es también la falta de información oportuna que tiene la ciudadanía. No es raro escucharlos decir que no saben si deben, o no, vacunarse. Y eso es porque no se les ha recordado de forma estratégica y enfática.
Para que esta comunicación de riesgo funcione, debe haber una educación sanitaria y diálogo permanente con la ciudadanía, sobre todo en terreno, con autoridades locales y educadores que refuercen los mensajes de prevención y tengan en cuenta la pertinencia social y cultural.
Si esta semana volvimos al uso obligatorio de mascarillas en los colegios es, en parte, porque luego de la pandemia no se logró el cambio cultural de utilizar mascarillas por cuidado y no por deber.
En medio de esta crisis es momento que, quienes dicen ser expertos en comunicación de riesgo en el Ministerio de Salud, lo demuestren. Aunque ya sea algo tarde.
Noelia Zunino E.
Jefa de Comunicaciones Facultad de Gobierno
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