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La figura histórica y el legado de José Miguel Carrera a 200 años de su muerte

En el bicentenario de su partida, seis reconocidos historiadores nacionales hablan de su contribución como prócer y su activa labor durante la Patria Vieja.

“Mi adorada pero muy desgraciada Mercedes: un accidente inesperado y un conjunto de desgraciadas circunstancias me han traído a esta situación triste: ten resignación para escuchar que moriré hoy a las once. Sí, mi querida, moriré con el solo pesar de dejarte abandonada con nuestros cinco tiernos hijos en un país extraño, sin amigos, sin relaciones, sin recursos ¡Más puede la providencia que los hombres!”

Así comienza la última carta que escribió José Miguel Carrera a su esposa, Mercedes Fontecilla, el 4 de septiembre de 1821, a las 9:00 de la mañana. Dos horas después fue ejecutado en Mendoza.

Protagonista decisivo en la Patria Vieja, este prócer del que ayer se conmemoró el bicentenario de su fallecimiento recibió siete años más tarde un funeral en Santiago que fue “apoteósico”, según las crónicas de la época.

La historiadora y docente de la Universidad del Desarrollo (UDD), Soledad Reyes del Villar, describe sus últimos momentos en su acucioso volumen “Javiera Carrera y la formación del Chile republicano” (Ediciones El Mercurio).

Ahí se lee que el brazo derecho del general fue colgado en una plaza de Mendoza, y el izquierdo fue enviado al pueblo de San Juan, como un verdadero trofeo de guerra. “Su cabeza fue clavada y exhibida frente al cabildo de Mendoza. Lo que quedó fue arrojado a un osario en la Iglesia de la Caridad, donde antes habían lanzando a sus hermanos”, dice la autora.

Desde su partida, hace doscientos años, se han elucubrado numerosos relatos e historias en torno a la figura de este prócer nacido en 1785, además de una prolífica bibliografía —tanto en Chile como en Argentina— que lo muestra como un hombre “llevado de sus ideas”, rebelde, ambicioso, incorregible e impetuoso.

Ricardo Latchman lo definía en 1932 como el general que tenía “el ojo rápido y penetrante, el cerebro activo y el puño enérgico”.

En 2010 —en el marco de las celebraciones del bicentenario de la independencia— el historiador y académico del Instituto de Historia de la UC, Joaquín Fermandois, escribió en este diario que en José Miguel Carrera aparecen los destellos del jefe militar brillante y terrible de tiempos revueltos.

“El halo romántico que lo envuelve en el recuerdo corresponde a una personalidad real, sólo que no de la fibra del constructor de Estados — el estadista, en suma,— sino que su tipo se relaciona más con los caudillos hispanoamericanos del XIX, a la vez fundadores y demoledores de las repúblicas”, expresó.

Pionero de la educación femenina

Más allá de las polémicas, golpes de Estado y conocidas rencillas con Bernardo O’Higgins, Soledad Reyes del Villar señala en su libro “Javiera Carrera…” que la educación era trascendental para el futuro de una República que estaba luchando por la independencia y, en ese contexto, Carrera tenía muchas ideas en mente, y supo codearse con gente creativa y enérgica, con quienes implementó reformas de enorme trascendencia: entre otros, cita a Manuel de Salas, Camilo Henríquez y Juan Egaña.

“Así, bajo su influjo, José Miguel Carrera ordenó a los cabildos y conventos la apertura de escuelas primarias públicas y gratuitas para niñas. El decreto que lo ordena, en agosto de 1812, sostiene que es ‘una paradoja en el mundo culto de la capital de Chile, poblaba de más de cincuenta mil habitantes, no haya aún conocido una escuela de mujeres», adelanta la historiadora, y advierte que las monjas tenían que elegir, pagar y dirigir a las profesoras de las futuras alumnas. “Pero se negaron rotundamente, y en junio de 1813 Carrera tuvo que volver a repetir la orden”, escribe.

En conversación con “Artes y Letras”, la académica de la UDD afirma que en el siglo XXI no cabe ninguna duda de su importancia en el proceso de nuestra independencia, especialmente en la Patria Vieja, donde su figura y su legado son notables. «Nuestro primer reglamento constitucional, nuestro primer diario, el Instituto y la Biblioteca Nacional, la abolición de la esclavitud (libertad de vientres), por nombrar algunos”, dice.

La también autora de “Manuel Rodríguez. Aún tenemos patria” agrega que al parecer hoy en día a nadie le importan mayormente las viejas rencillas entre Carrera y O»Higgins. “Esta fue mucho más profunda después de todo el proceso. En algún momento llegaron a respetarse, incluso a admirarse. Los dos querían lo mismo y estaban luchando por liberarnos de la tutela española. Fue más bien un problema de egos, de actitud y de temperamento. Diferencias de forma más que de fondo”, expresa.

Pero donde las querellas historiográficas no han terminado, y tal vez nunca lo hagan, es en la responsabilidad que le cupo a O’Higgins en el fusilamiento de los tres hermanos Carrera, y también en el de Manuel Rodríguez.

“Al ser una decisión de la Logia Lautaro, de la que O’Higgins era miembro activo, ¿hasta qué punto estaba enterado de la decisión de eliminarlos? ¿Podría haberlo impedido?, ¿o estaba de manos atadas? Es precisamente en las respuestas a esas preguntas donde la discusión historiográfica continúa”, concluye Soledad Reyes del Villar.

Sigue leyendo el análisis donde participó nuestra investigadora Soledad Reyes del Villar.

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