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El fin del bacheletismo (y otros ismos)

El paupérrimo resultado presidencial de Paula Narváez y la escasa injerencia de la expresidenta en estas elecciones son síntomas -para muchos- del término de uno de los últimos grandes liderazgos de nuestro país.

¿Michelle Bachelet la felicitó por su triunfo en la consulta ciudadana?, preguntó La Tercera el domingo pasado a Yasna Provoste.

“No he conversado con ella”, respondió la candidata y exministra de su primer gobierno, precisando que “ella tiene una responsabilidad internacional muy grande”.

La respuesta de la candidata presidencial del Nuevo Pacto Social (quien no era la carta de Bachelet) denota el distanciamiento de la exmandataria con la contingencia política de nuestro país.

Hace un poco menos de cuatro años, Ascanio Cavallo advertía que Bachelet estaba “preparando el escenario” para volver a gobernar en 2022. “Solo así se entiende -agregaba el flamante premio nacional de Periodismo- la excesiva preocupación por su legado”.

Por esos días, el círculo de hierro de la entonces mandataria (integrado por su jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte; la vocera Paula Nar-váez y el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy) buscaba blindarla de las esquirlas de la Operación Huracán (conflicto entre la fiscalía y Carabineros por la adulteración de pruebas en ataques incendiarios en La Araucanía) y organizaba pautas -y entrevistas con medios internacionales- destacando los logros de su segundo gobierno, como el fin del lucro y el copago en la educación particular subvencionada, la gratuidad en la educación superior, el nuevo sistema electoral parlamentario que reemplazó al binominal y los esfuerzos realizados para impulsar un proceso constituyente.

¿Qué pasó en estos años en que el bacheletismo no logró consolidarse como una fuerza política?

Rodrigo Arellano, Vicedecano de la Facultad de Gobierno, fue consultado en este análisis.

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