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Cuarta edad en Chile: 86% vive en zonas urbanas, 5% tiene trabajo remunerado y escolaridad promedio llega a 6,6 años – El Mercurio

En el país, el crecimiento de la cuarta edad, es decir, personas que tienen 80 años y más, ha sido más rápido que en la mayoría de las naciones desarrolladas, lo que implica un desafío importante en la actualización de las políticas públicas, coinciden los expertos en adultos mayores. Estas acciones, a su vez, deben ser capaces de capturar la heterogeneidad de los individuos, como también tener un carácter preventivo, con énfasis en la cooperación entre la sociedad civil, las mismas personas y el Estado.

Entre los 60 y 75 años, más del 90% de las personas son autovalentes y capaces de tomar decisiones por sí mismas, pero después de los 80 aumenta la proporción de personas en situación de dependencia.

Este año, la “cuarta edad” ha estado bastante presente en el debate nacional, ya sea por iniciativas que la atañen directamente, como la ley que oficializó este concepto a quienes han cumplido 80 años, como también de manera indirecta con la reforma de pensiones, por un lado, y la propuesta de un seguro de longevidad que beneficiaría a este grupo; como en la tributaria, por otro, con la extensión del beneficio de rebaja de contribuciones a los adultos mayores, donde incluso algunos ciudadanos octogenarios piden que se les excluya de esa obligación.

Independiente de las posturas y resultados, lo cierto es que el envejecimiento del país avanza a pasos acelerados y en este escenario cada vez más crece la población que supera las ocho décadas. Pero ¿quiénes son?, ¿dónde y cómo viven? y ¿qué los caracteriza?

Estas son materias clave que los expertos consideran fundamentales para abordar así las necesidades y desafíos que platea este grupo etario. Una radiografía que el investigador de la Facultad de Gobierno de la UDD y director académico de CIPEM (programa Conocimiento e Investigación en Personas Mayores, entre esa facultad y Caja los Héroes), Mauricio Apablaza, hizo recientemente y que establece que la población en cuarta edad llega a 470.756 personas, equivalente al 2,68% de los chilenos. De ellos, 79.509 tienen más de 90 años.

Asimismo, el académico destaca que un 85,6% vive en zonas urbanas y un 38,8% reside en la Región Metropolitana. Sin embargo, proporcionalmente es la Región de Valparaíso la que concentra la relación más alta de personas sobre 80 años, alcanzando el 3,4% de la población de esa zona, mientras que en la capital es 2,6% del total. En términos de género, un 63,4% son mujeres y 16,8% vive en hogares unipersonales, mientras que en relación a su origen el 8,7% se considera perteneciente al pueblo indígena u originario y 1,7% es migrante.

A nivel nacional, la escolaridad promedio de estos seniors alcanza a 6,6 años, esto es, 4,5 años menos que la población total mayor de 25 años, siendo un 14,1% analfabeto. Por regiones, la que tiene la tasa más alta de analfabetismo es la del Maule (ver infografía).

Foco en la prevención y las redes sociales.

El crecimiento de la cuarta edad en Chile ha sido más rápido que en la mayoría de los países desarrollados, lo que implica un desafío importante de actualización de políticas públicas, coinciden los expertos en vejez. A juicio de Apablaza, las políticas públicas deben ser capaces de capturar la heterogeneidad de los individuos y tener un carácter preventivo: “Por ejemplo, la extensión de la cobertura de los exámenes de medicina preventiva del adulto mayor podría anticipar situaciones de fragilidad incipientes”, señala el académico y agrega que la capacitación de cuidadores y su promoción para el cuidado de personas mayores tal como lo hace Alemania parece ser otra necesidad inminente. Según el estudio, la mitad de esta población tiene alguna condición permanente o de larga duración o bien alguna dificultad para realizar sus actividades diarias (impedimento físico y/o de movilidad, problemas auditivos, visuales, entre otros). Por ello, este factor representa el mayor desafío, dice Apablaza.

 Al respecto, Rosita Kornfeld, experta en vejez y ex directora del SENAMA, afirma que los dos grandes pilares del buen envejecimiento son el autocuidado y las redes sociales, pues permite preservar la autonomía de los seniors. “Las redes sociales ayudan a que las personas mayores estén activas y participativas y se sientan que están todavía vigentes y no son una carga”. Sobre las acciones para abordar la vejez, dice que por un lado se necesitan medidas urgentes para quienes están hoy en esta etapa, con el apoyo transversal del Estado en salud, transporte y trabajo, es decir, política pública multisectorial con el apoyo de todos los ministerios. Por otro lado, se deben idear políticas para el futuro, siendo la más importante el enseñar a la sociedad que el período de vejez ha aumentado y por lo tanto deben enfocarse en la alimentación, salud y redes sociales, todo con miras a una autonomía activa. “Los centros de día son una gran oportunidad”, sostiene.

Para Juan Carlos Molina, geriatra director de ONE Observatorio Nacional de Envejecimiento, se requieren medidas que sean contingentes y atingentes para un grupo de personas mayores en donde “debemos desarrollar una cultura de cuidar más que curar y contar con servicios calificados para cuidar y sobre todo enfrentar la nueva epidemia de soledad y todos los requerimientos de sistemas sociales y médicos”.

María Paz Carvajal, socia de 60 y Más Consultores, coincide con lo anterior y afirma que es clave responder pronto y de formar efectiva a la crisis de cuidado que se irá haciendo cada vez más visible . “Desarrollar programas de cuidados domiciliarios y paliativos, ampliar la cobertura de centros días —con especial énfasis en temas de demencia—, crear nuevos productos y servicios para mejorar la calidad de vida de las personas más envejecidas, generar campañas de sensibilización para promover el buen trato a la gente mayor y los vínculos intergeneracionales positivos, son solo algunos de los avances que necesitamos como país para ir haciendo frente al fenómeno que se denomina envejecimiento de la vejez”.