A treinta años del triunfo del No, el Presidente Piñera no se contenta con un acto conmemorativo como el de hoy en La Moneda. Su apuesta política es de más alcance: revivir el modelo de transición a la democracia y la estrategia de los acuerdos para sacar adelante su programa de gobierno.
Lo dejó en claro cuando incluyó a Patricio Aylwin en su franja de campaña, generando molestia en la DC y que explicó afirmando: “Yo siempre he reconocido el aporte del Presidente Aylwin para recuperar la democracia y unidad entre los chilenos y hoy quiero encarnar ese espíritu”.
La política de acuerdos del “Presidente de la transición” tuvo como grandes hitos una reforma tributaria y una reforma laboral, aprobadas en 1990. La primera, para financiar el programa social, estuvo a cargo del ministro de Hacienda Alejandro Foxley, quien la negoció con el partido opositor que se mostró disponible, RN, cuyos interlocutores fueron el senador Sebastián Piñera y la diputada Evelyn Matthei. La segunda, para asegurar paz social, y la condujo su ministro del Trabajo, René Cortázar, quien antes de llevarla al Congreso la consensuó con el líder empresarial Manuel Feliú y el sindicalista Manuel Bustos.
La renovada versión de esta estrategia fue diseñada por el equipo piñerista de campaña —Andrés Chadwick y Cristián Larroulet son sus arquitectos— y estrenada el mismo 11 de marzo cuando, desde los balcones de La Moneda, el Mandatario habló de una “segunda transición” (término acuñado por Foxley en los 90) y convocó a mesas de trabajo en infancia, seguridad, salud, La Araucanía y desarrollo.
Para Juan Carlos Eicholz, académico de la UAI, es una estrategia “bien orientada y necesaria para los tiempos turbulentos y de incertidumbre que estamos viviendo”; pero hay que considerar las grandes diferencias con los 90. Explica que en esa época las divisiones se daban en torno al modelo político y la visión sobre el pasado, mientras hoy se relacionan con el modelo económico y los desafíos de futuro. Añade que los acuerdos de los noventa comprometían solo a élites y hoy eso es inviable, además de que aquellas no tienen hoy el capital político y credibilidad de entonces.
Los primeros avances
Las mesas de Infancia y de Seguridad Pública concluyeron con 94 y 150 propuestas, respectivamente. De la primera, ya están tramitándose con urgencia siete proyectos de ley (sala cuna universal, Servicio de Protección a la Niñez, Servicio de Reinserción Juvenil, Ley de Adopción, imprescriptibilidad del abuso sexual infantil, subvenciones a centros residenciales y Ministerio de la Familia) y solo están pendientes indicaciones a la Ley de Garantías de la Niñez.
Además de parlamentarios DC y PR, Piñera atrajo al senador Ricardo Lagos Weber (PPD) y al diputado Gabriel Boric (Frente Amplio) a la de Mesa de Infancia, y a los alcaldes Jorge Sharp (FA) y Johnny Carrasco (PS), a la de Seguridad Pública.
La experiencia permitió crear vínculos para impulsar otras iniciativas. Por ejemplo, Lagos Weber fue clave en la aprobación del salario mínimo y será actor principal en la discusión de la reforma tributaria. Girardi estuvo en la Mesa de Salud y ambos acompañaron al Presidente a EE.UU., donde conversaron sobre las reformas de impuestos y pensiones.
El Mandatario se anotó también un gran logro simbólico con la mesa temática sobre desarrollo económico, que incluyó a cinco exministros de oposición, entre ellos, Foxley y Manuel Marfán.
Otro talante opositor
}Sin embargo, revivir la política de los acuerdos de los 90 se enfrenta a las dificultades que plantean las diferencias de contexto histórico y las características del nuevo Parlamento.
El periodista Ascanio Cavallo, cronista de la transición, opina que “es algo artificioso, porque eso se dio en una coyuntura histórica completamente distinta, de conflicto agudo, que no es la de hoy. Creo que responde más bien a una cierta nostalgia de Piñera porque él fue un protagonista de esa política”.
Una visión que comparte José Antonio Viera-Gallo (PS), quien presidió la Cámara de Diputados durante los cuatro años del gobierno de Aylwin. “No hay que mitificar la política de acuerdos de la época, que fue fruto en realidad de que no teníamos mayoría en el Senado, por los senadores designados. Los acuerdos eran parciales y se lograron de manera muy difícil y laboriosa, con presión social y no toda la oposición tenía voluntad de diálogo”, asegura.
Otro elemento que complejiza la viabilidad de esta estrategia es la mayoría opositora en las dos cámaras, junto con su fragmentación y ausencia de liderazgos ordenadores. “El Gobierno se enfrenta a un abanico de fuerzas más diverso, pero sin interlocutores consolidados”, apunta Viera-Gallo. “Ahí hay todavía mucha confusión y desacuerdos”, añade Cavallo.
Junto con ello, Eicholz observa una oposición poco dispuesta al diálogo e ideologizada, sobre todo en la izquierda y el Frente Amplio, además sin una visión común del camino al desarrollo. En ese cuadro sugiere conversar con los actores que aparecen más pragmáticos —donde sitúa a Lagos Weber, Gabriel Boric y Matías Walker— y llevar el diálogo a la ciudadanía cuando la situación se trabe en el Congreso para que aquella presione a los legisladores.
“Es difícil, además, encontrar referentes que ordenen a sus partidos y bancadas, así es que hay que buscar votos uno a uno o de pequeños grupos”, plantea.
Más factible el “pirquineo”
La discusión del proyecto de salario mínimo fue un anticipo de lo compleja que se vislumbra la negociación de las reformas con la actual oposición.
Allí, el ministro de Hacienda llegó a acuerdos con los diputados Pablo Lorenzini (DC), Pepe Auth (Ind-PR) y José Miguel Ortiz (DC), pero los senadores desestimaron dicho marco, obligando al Ejecutivo a tener que negociar con Ricardo Lagos Weber y Jorge Pizarro (DC), ratificando que en las bancadas opositoras no hay referentes que aglutinen votos.
Y es en las comisiones de Hacienda donde se definirá la reforma tributaria. Por ello, Ascanio Cavallo anticipa que “lo más probable es que Piñera saque sus reformas como lo hizo con el sueldo mínimo: negociando con cada parlamentario”.El llamado “pirquineo de votos” es algo que también visualiza Viera-Gallo.
“Sería negativo para la oposición asumir una actitud cerrada y frontal, porque eso no paga políticamente. Pero como no tiene coordinación ni interlocutores consolidados, lo más probable es que el Gobierno tenga que ir a la caza de votos uno a uno”.
No descuidar a los propios
Desde el frenteamplismo, en cambio, el sociólogo Carlos Ruiz advierte que la derecha saboteará la estrategia piñerista. “No tiene consenso en su sector para su pretensión de posicionarse como estadista, avanzar a un cambio de ciclo histórico e imponer una visión más Cieplan que LyD; está amarrado de manos por la derecha dura”, advierte.
Eicholz discrepa: “En las reformas de Piñera, Chile Vamos está alineado. Esto es algo más emocional que racional, hay que incluir a todos en la conversación, sin descuidar a nadie, y en eso el Gobierno se ha manejado mejor que antes”.
El decano de la Facultad de Gobierno de la UDD, Eugenio Guzmán —quien realiza encuestas para el Gobierno—, no cree que el oficialismo gaste energía en diferenciarse de La Moneda. “Los partidos de Gobierno no tienen más remedio que alinearse, sobre todo si al frente hay una oposición que se junta para sabotear la agenda de reformas, pero el Gobierno debe cuidar de ponerlos en la foto a la hora de sellar los acuerdos”.
Sin embargo, Ascanio Cavallo observa que “Jacqueline van Rysselberghe (presidenta de la UDI) da más certeza a Piñera en los votos parlamentarios, a diferencia de Mario Desbordes (timonel RN), que anda enojado y no da esa garantía”.