Fue bajo la atenta mirada de los ministros del Trabajo y de la Segpres, Nicolás Monckeberg y Gonzalo Blumel, que la mañana del martes, en Valparaíso, la oposición en pleno rechazó el veto presidencial al proyecto de reajuste al salario mínimo.
A la misma hora, pero a 600 kilómetros de distancia, el titular de Hacienda, Felipe Larraín, exponía el proyecto de Modernización Tributaria en el Encuentro Regional de Empresas (Erede) en Concepción.
Y en su discurso enviaba un recado: “Dialogar con todos, más allá de las trincheras en las que algunos querrán ponerse”.Dio un poco lo mismo; no es común que en este tipo de iniciativas el titular de Hacienda no esté negociando in situ .
Así, a 48 horas del impasse , el propio Presidente Sebastián Piñera debió intervenir y ordenó a sus tres ministros lograr un acuerdo con la oposición. El rol del Mandatario “muestra que el tema tenía un alcance político que (en el Gobierno) no estaban viendo.
En un asunto menor, como es el sueldo mínimo, que lleguen a estos problemas revela una falta de capacidad política”, diagnostica el director del Instituto de Filosofía de la UDP, Hugo Eduardo Herrera.
Y remarca que, junto con tender puentes, habrá que poner “a la economía en perspectiva política”.Efectivamente, las apuestas del equipo de ministros encabezado por Larraín fallaron en dos factores políticos: L Sobreestimar negociación de la Cámara.
Buscando los votos que fuera para aprobar la iniciativa, negociaron con el presidente de la Comisión de Hacienda, Pablo Lorenzini, quien les dio un piso en la Cámara Baja, pero que no pudo extrapolar a la DC del Senado.
Un Senado totalmente distinto al que enfrentó Larraín en el primer gobierno de Sebastián Piñera: sin Andrés Zaldívar, Hosaín Sabag o los Ignacio y Patricio Walker; hoy la visión de la DC que prima es más de izquierda.“Lorenzini no logró liderar a la DC, ni traspasar el acuerdo allá”, reclama su par de la comisión de Hacienda Patricio Melero (UDI), quien critica que “en el Senado faltan interlocutores y se transformó en algo impredecible”.lSubestimar la expectativa del adversario.
Como aludió en la comisión mixta Ricardo Lagos Weber (PPD), la oposición pensó que no era lógico que un gobierno con minoría de votos esperara que la mayoría —incluso atomizada— renunciara a negociar un nuevo reajuste en año electoral.
Fecha emblemática, pues en 2020 no sólo hay comicios municipales, también debutan los gobernadores regionales.Para evitar nuevas derrotas legislativas, y mucho más allá del sueldo mínimo (reforma tributaria y presupuesto, al menos), reparar ahora la friccionada relación con la oposición se volvió una prioridad.
Si hasta ayer en el oficialismo contemplaban el ingreso de un nuevo proyecto para inicios de la próxima semana con discusión inmediata, hoy el foco está en tender puentes, sin presionarse con fechas.“Soberbia”“Veo al ministro Larraín un poquito soberbio esta vez, ha habido mucho más diálogo con Blumel y con Monckeberg.
No puede ser un ‘aquí mando yo’ si son reformas que afectan a todo Chile”, dice Lorenzini al contrastar al Larraín actual con el que ejerció el cargo entre 2010 y 2014.La primera apuesta del equipo negociador fue el diputado DC; su compañero de partido Miguel Ángel Calisto; el ex PPD Pepe Auth y los radicales, que dieron luz verde al proyecto del Gobierno el lunes, que había ganado por cuatro votos. En la Cámara Alta, el equipo apostó por Ricardo Lagos Weber (PPD), Jorge Pizarro (DC) y Juan Pablo Letelier (PS).
Los dos primeros, a favor de vincular una plurianualidad al guarismo como quería el Gobierno, pero no en 30 meses, sino en 24, obligando así a discutir el salario mínimo en junio de 2020, a meses de la elección.“El precedente no es el mejor, porque en una negociación uno tiene que dar y también recibir.
Y sí, teníamos una diferencia respecto al tiempo de esta negociación”, admitió Pizarro el pasado martes.Lagos Weber se autorreconoce como uno de los que “se llevan bien” con Larraín, pero dice que “eso no asegura entendimientos”. Agrega que habló con los tres ministros, por separado y juntos, y que siente que finalmente fue “Felipe quien tomó la decisión y sin duda fue un error”.
El ministro Larraín señala a La Segunda que la propuesta del Gobierno “combinaba el legítimo interés de los trabajadores de un mejor salario —con alzas anuales que superaban con creces los aumentos del gobierno anterior—, con plurianualidad, que da certeza a las pymes, que son las que mayoritariamente pagan el salario mínimo, evitando negociar en época electoral (…). Llegamos a un acuerdo en la Cámara; no fue posible en el Senado a pesar de que estuvimos a punto. Fuimos flexibles y estuvimos dispuestos a mejorar nuestra propuesta”, enfatiza.
Y remarca que es “el mayor reajuste real desde el 2000, sólo superado por uno a fines de la primera administración del Presidente Piñera”.Algunos parlamentarios que siguieron de cerca la truncada negociación aseguran que el origen de la instrucción de no ceder fue directamente de Piñera, quien estuvo en contacto telefónico con los ministros esa jornada.
Y dentro de Chile Vamos se considera que el Gobierno aún tiene un capital político que lo avala para un gallito con el Legislativo: de acuerdo a Cadem, mantiene 45% de aprobación, veinte puntos más que el Parlamento (25%).El vicedecano de Gobierno UDD, Rodrigo Arellano, agrega: “Si bien es fácil pensar que hubo un error de cálculo (del Ejecutivo), si uno analiza su propuesta, costaba explicarse el rechazo.
Los mismos que rechazaron antes celebraban propuestas bastantes más mezquinas”.Un partner“No cargaría (la responsabilidad) a Larraín, es su papel resguardar la billetera fiscal. El negociador debería ser Blumel o gente cercana al Presidente. Es el aparato político el que tiene que entrar a negociar”, profundiza Herrera. “El problema de fondo es la conducción política. No está fallando en la competencia económica”.
En el primer Gobierno de Piñera, Larraín hizo dupla legislativa con el actual jefe del segundo piso de La Moneda, Cristián Larroulet, antecesor de Blumel. Ambos economistas lideraron las conversaciones con la Concertación y sacaron adelante su agenda en un escenario que tampoco tenía mayoría en ambas cámaras; sí había una oposición más definida. Hoy en la ex Nueva Mayoría hablan de “las oposiciones”.
Larraín y Larroulet apelaron entonces a articuladores que “roncaran” entre sus adversarios. Fue así que, la noche del 15 de diciembre de 2010, Osvaldo Andrade (para ese tiempo timonel PS y vocero de la Concertación) salió de la Sala durante la votación del reajuste del sector público, lo que permitió que el empate que había hasta ese momento se volviera en una mayoría por un voto a favor del Gobierno.
No sin coletazos para él; hubo hasta una reunión de emergencia de la mesa PS.Hoy, el ex diputado dice categórico que no lo hizo por el Gobierno, sino porque con la CUT había “un compromiso de aprobar el reajuste sin que pasara a una mixta”.
Consultado como observador de los hechos de esta semana, el ex ministro del Trabajo dice: “Esta vez creo que hubo una desatención por parte del ministro (Larraín) y perdió una oportunidad de construir un acuerdo para el guarismo, que era lo principal.
Hubo un error de apreciación de las circunstancias”.“No sé si esta vez les faltan partners al ministro Larraín o si estos piensan como él. Es raro que tres personas piensen igual, cuando tenían un acuerdo al alcance de la mano”, agrega Lagos Weber, en reclamo por la coordinación mostrada por Larraín con Blumel y Monckeberg.
Nuevo diseño estratégico
Blumel afirmó en Radio Infinita el miércoles que van a “perseverar en buscar acuerdos más institucionales (…) No vamos a buscar el pirquineo del voto a voto”.Pero parlamentarios oficialistas ven muy difícil el camino de los consensos amplios.
Tanto así que ya están en la mira los legisladores que podrían dar apoyos y construir una mayoría, aunque frágil.“Este es un escenario muy diferente al que existía cuando la Concertación al frente y había un sistema binominal de grandes bloques”, argumenta Melero.
Agrega que junto a la falta de interlocutores que puedan alinear sectores, “también tienes que hacerte cargo del fraccionamiento interno de los propios partidos y de la competencia entre ellos”.
En el Senado, además de Pizarro, de Letelier y de Lagos Weber, se apunta al PS José Miguel Insulza como alguien que puede destrabar proyectos.
Recuerdan que en su ex rol de secretario general de la OEA presentó libros junto a Larraín.“Nos va a costar mucho más construir mayorías de lo que nos habríamos imaginado”, concuerda el senador RN José García. “Vas a poder lograr acuerdos con una parte de los parlamentarios; con otros no”, sentencia Melero. Arellano suma que la oposición está en búsqueda de “fórmulas para posicionarse”, como quedó de manifiesto con la coordinación sobre la reforma tributaria.
Y si bien observa que en ese tipo de casos “es recomendable la figura del negociador bueno y la del negociador malo”, ante un eventual bloqueo legislativo de proyectos venideros, recomienda “un nuevo diseño estratégico (…). Más que dupla (para Larraín), hay que abrirse a negociar con más actores que los tradicionales”. Ello, aludiendo no sólo al Frente Amplio, sino que a más figuras de la ex Nueva Mayoría, como el timonel PS, Alvaro Elizalde.
Si bien Herrera es de los que creen que “el Gobierno ha perdido capacidad de tender puentes con la oposición”, ve en la DC una oportunidad.
Pero advierte que episodios como lo ocurrido con el subsecretario Luis Castillo “hacen súper difícil que la DC los apoye.
Creo que esto va a explotar en Hacienda, pero también en otras áreas.
Con los errores que menciono (casos de Varela, Valente, Rojas y Castillo), el Gobierno le dio la oportunidad a la oposición de aglutinarse y será difícil romper eso”.
La batalla tributaria.
Los observadores señalan que aquietar las aguas antes de la reforma tributaria es clave para Larraín.
El proyecto comenzaría a ser visto en la comisión de Hacienda de la Cámara el 11 de septiembre, ya que la próxima semana el ministro estará en Londres por el Chile Day.La iniciativa —a diferencia de otras en agenda como el cambio al sistema de pensiones, el estatuto laboral de jóvenes, el reajuste del sector público o el presupuesto 2019— fue gestada por Larraín (con sus asesores Manuel Alcalde y Carolina Fuenzalida), el SII y el propio Mandatario.Por ello, el ministro comenzó a tender puentes en la etapa prelegislativa.
El 16 de agosto se reunió con senadores de todos los sectores, la Multigremial de Emprendedores y la Conapyme.
Y el 24, con decanos de universidades y la tesorera general de la República, Ximena Hernández.De acuerdo a cifras de Cadem de esta semana, 40% apoya el proyecto.
Aunque eso representa 14 puntos más que la valoración de la Reforma Tributaria de Bachelet tras su presentación (26%), cuando ese texto inició su debate en abril de 2014, la aprobación saltó al 52%.La enmienda será una prueba negociadora para el oficialismo, pero también para la oposición, que amenazó con rechazar la idea de legislar, para amarrar un acuerdo antes de esa votación.
Nuevamente, los cambios impositivos requieren sólo de una mayoría.