¿Mejores? ¿Peores? Más allá de la promesa de campaña, de ideologismos, pesimismos y desencantos, está claro que las cosas no van saliendo como se planearon. O se esperó. Que los empleos de calidad, con buenos salarios, van a demorar. Que el boom de inversiones también. Que las clasificadoras del mundo nos miran con ceño medio fruncido. Que los mercados, como dijo el presidente del Consejo Minero, quieren saber qué tan fiables somos. Y que, una vez más, el cobre es barra salvadora. ¿No será pedirle mucho?
“Todas las semanas de Gobierno son tremendamente complejas”, dice Bettina Horst, la economista investigadora del Instituto Libertad y Desarrollo. Le insisto en lo de estas últimas dos. Ella repite: la complicación está siempre. Pero no, sabemos que no. Con casi cinco meses en La Moneda, el Presidente y su equipo no habían recibido una granizada así de constante. De hecho, Sebastián Piñera pudo mantener hasta hace muy poco un conveniente bajo perfil con que esquivó riesgos mediáticos, memes y troleos. “Se le más tranquilo, ha madurado”, explicaban amigos y no amigos.
No duró mucho. Días atrás fue a México, a la XIII Cumbre de la Alianza Pacífico, y al cierre quiso referirse al presidente del BID, Luis Alfredo Moreno: “Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre y yo digo que Luis Alberto ha sido uno de los mejores amigos que ha tenido la Alianza del Pacífico”. Santos, el mandatario colombiano saltó: “No, me resisto a hacer ese chiste. No sé si en Chile tienen la misma expresión, pero ¿el mejor amigo de la Alianza por perro?”
De vuelta en Santiago vinieron otras bromas: quitarle el jockey a un feriante, cortarle un mechón de pelo a la intendenta Karla Rubilar en una inauguración, discursear en Rapa Nui confundiendo a Baldomero Lillo con Eusebio Lillo…
Para qué seguir. Es lo anecdótico. Conocemos las piñericosas. El mandatario volvió a ser como el de 2010, mientras algunos ministros -Santelices, Valente y Varela- incendiaban la galería con declaraciones provocadoras (como el “Bingo” para arreglar techos de colegios), mientras la titular de la Mujer, Isabel Plá, decía a La Tercera: “Reconozco que la Presidenta Bachelet es la mujer más importante en la historia de Chile”.
El desorden precedió a la granizada.
Porque luego vinieron las encuestas Cadem y Criteria, en que el mandatario baja su aprobación al 49% por primera vez (en el caso de la Criteria marcando una caída de 11 puntos en un mes) y sube la desaprobación al gabinete (55%). Días más tarde se sumó la Adimark, indicando que la desaprobación al Presidente subió del 25% en marzo al 41% en julio. En los sectores medios, según el sondeo, el respaldo cayó 6 puntos (quedando en 50%), lo que se relacionaría con el enfriamiento de las expectativas económicas relacionadas con los prometidos “tiempos mejores”.
No se puede vivir de sondeos que no cumplen los estándares internacionales y que en las pasadas presidenciales demostraron su debilidad, pero… a la larga marcan tendencia.
Golpes internos y externos
Las nubes pasaron de grises a negras.
Entonces el INE informó que el desempleo en el trimestre móvil abril-junio, meses en que la economía más que dobla a la del gobierno anterior, ¡subió! 7.2% promedio nacional, 7.9% promedio en Bío Bío (donde las mujeres desempleadas marcan 8.9%).
Y luego, la clasificadora Moody’s lanzó el trueno: recortó la calificación crediticia de Chile desde AA3 a A1, producto del deterioro de las cuentas fiscales.
El paragua de Hacienda se abrió ipso facto: su titular, Felipe Larraín, responsabilizó principalmente al gobierno bacheletista. Ariane Ortiz, analista principal de Moody’s dijo entonces:
– El deterioro lo empezamos a observar desde 2010 y fue gradual, pero constante. En agosto 2017 pusimos en perspectiva negativa y parte de la razón por la cual no bajamos la nota ese año fue porque queríamos ver cuándo podían cambiar las perspectivas económicas y fiscales del nuevo gobierno y entonces tomar una decisión.
Ya lo vieron y decidieron. (Fitch y Standard & Poor’s nos habían bajado la nota en 2017).
Larraín quiso seguir polemizando. Y una editorial de El Mercurio le recomendó: “Más que seguir insistiendo en la débil gestión anterior, la autoridad debe colocar en la agenda los temas de futuro que generen un cambio de dirección”.
Después vino el golpe interno: el informe trimestral del Banco Central que alerta sobre la lentitud de la inversión, el bajo desempeño de los negocios, la lenta actividad en venta de bienes y servicios de consumo y el estancamiento del empleo (la mayoría dijo no estar por invertir ni contratar, por ahora).
Solo el mundo minero puso la nota prometedora: 180 empresarios consultados dieron cuenta de un mayor dinamismo en la inversión, aunque lejos de lo observado en 2011-2013.
Y como dato aparte, pero ingrediente importante del guiso ¿o desaguisado?, al cierre de julio se puso lápida a dos antiguas empresas: Iansa y Suazo, en la zona del Maule. No le dan los números. El Gobierno prometió ayudar a los más de 6 mil trabajadores que quedaron en la cuneta.
Pero ¿cómo se compatibiliza esto con una economía que crece más y que, incluso, el mercado anticipa que en junio había superado el 5%?
El camino largo
No, definitivamente no todas las semanas tienen la misma complejidad.
No sería justo ni pertinente evaluar y proyectar el Gobierno por estos meses. Pero vale tener claro lo que por obvio puede quedar de lado: Piñera ganó con alto porcentaje (54,57%), pero pocos votos porque más de la mitad de los chilenos no participó, equivalentes a un cuarto del padrón electoral. Su triunfo se dio en el contexto de economía mediocre y de desprestigio político, porque buena parte del chileno medio y bajo lo respaldó con expectativas de más trabajos y mejores sueldos. Fue la promesa. Otros, porque se revertirían cuatro años de baja inversión, lo que redunda directamente en la creación de trabajo. Y los empresarios, bueno, porque podrían desarrollar sus proyectos, destrabar iniciativas y bajar la tasa de impuestos.
“Los chilenos quieren trabajar, mantener a sus familias, cubrir las necesidades básicas y, sin duda, crear empleo es clave para evaluar la efectividad del Gobierno”, asegura Horst, aludiendo a que el camino es largo, no la cosa “fácil de entregar, como el Bono Marzo”.
Los “tiempos mejores” suponían economía expandiéndose alrededor del 4%, fin al despilfarro fiscal, revisión de 23 programas sociales y recorte de gastos ineficientes. A lo largo de cuatro años se crearían sobre 600 mil puestos. Mucha gente vio una luz de salida y los mercados se animaron. Enero y febrero fueron meses de entusiasmo. Luego vino un bajón.
“Se ha crecido más pero no es suficiente para activar el empleo. Ese va a ser el tema de fondo en los próximos meses e incidirá en el respaldo. Cuando sales electo, gran parte del apoyo es “prestado”, no incondicional. Y lo que viene va a estar muy relacionado con lo económico”, dice Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, quien no visualiza en adelante una caída sistemática de la aprobación. Añade:
“¿Cuánto está dispuesta a esperar la gente? Bueno, es cierto que las personas responden a las expectativas y a la capacidad del Gobierno de aplacarlas y contenerlas. Si después de seis meses no encuentras trabajo, si tienes problemas salariales o crediticios, entonces el tema adquiere otra dimensión. Creo que el Gobierno se va a centrar en eso. Es de sentido común”.
Horst añade: “Tengo o no tengo trabajo es una de las variables importantes. Pero no es algo instantáneo. Tal como disminuir la delincuencia son cosas difíciles, toman tiempo”.
– ¿Por qué tardan las inversiones que son las que crean empleo? Del boom solo escuchamos anuncios.
– Mejorar el clima de inversiones, destrabar proyectos, generar condiciones institucionales para que los inversionistas estén de nuevo dispuestos a invertir acá, demora. En esto es importante también la reforma al sistema de impacto ambiental (recién enviado al Parlamento).
Guzmán agrega:
– Cuando uno pregunta por qué demoran, te dicen “estoy creciendo, pero no sé lo que me va a significar una nueva contratación por lo de la reforma laboral; no sé cuál será su impacto en la rentabilidad.
Si es posible, se reemplaza por máquinas.
Horst comenta:
– Si uno le preguntaba en enero a un empresario por su ritmo de inversiones, nadie iba a decir cuánto ni cuándo. No es una cosa mágica. Y hay algo a considerar: se arrastran incertidumbres, en la reforma laboral existen porque depende de cómo se interpreten las disposiciones… Pero los empresarios están dedicados a ganar, no van a aplazar inversiones por hacer un gallito. Además, la mayor parte del empleo viene de las Pymes, que no están pensando estratégicamente.
Un abogado y político, sin nombre ni partido para estas declaraciones, comenta:
“Yo pregunto, ¿cuánto de eso es show de la derecha económica porque Piñera y Larraín hasta aquí no se han mostrado dispuestos a bajar impuestos? Hay un gallito entre derecha política y derecha económica. Estaban convencidos que les iban a dejar los impuestos en la tasa de hoy, que no seguirían aumentándolos. Sin embargo, no sucederá por problemas de finanzas públicas, porque no es fácil compensar ingresos, porque no tienen mayoría parlamentaria y porque la reforma de Bachelet no ha llegado a régimen como para evaluarla seriamente, más allá de ideologismos”.
Así, lo probable es que los próximos meses el mercado laboral no muestre mayor cambio. Para Benjamín Sáez, de la Fundación Sol, Chile “seguirá teniendo el segundo mayor PIB per cápita de la Región, pero con grandes contrastes y con un salario mínimo ($276 mil) que no alcanza para las necesidades mínimas de la pobreza. Y con un 70% de los trabajadores ganando $550 mil”.
Sacando cuentas
¿Cómo viene la mano?
Las cuentas no se anticipan malas. “Ganaron el gobierno en un momento en que el ciclo internacional había pasado su peor minuto, lo que se expresa en el precio del cobre (en estos meses en torno a US$3 por libra), elemento decisivo en nuestra economía por la actividad interna y la recaudación fiscal. En ese escenario, agrega, con reactivación e inversiones mineras, doblar el crecimiento del mandato bacheletista o incluso más es realista y muy probable. “Ahora el Gobierno va a tener esa cifra o más; mejorarán los ingresos fiscales, cosa que ya comenzaba a suceder durante el último trimestre de 2017, por el mejor precio del cobre. Y se ve más o menos despejado 2019, pueden tener una buena performance. Bueno, dependerá también de la guerra comercial que -a pesar del ruido- lo más probable es que no siga adelante. Los chinos, tal como lo hizo la UE, se sentarán a conversar con Trump. Las medidas proteccionistas también le pegan a presidente de EE. UU., eso lo saben bien sus asesores”.
– ¿Y de ahí en adelante?
– Presumiblemente van a tener un mejor rendimiento que el gobierno anterior. Pero, aun cuando se enredaran un poco las cosas, para ganar las municipales y presidenciales van a recurrir, sin ningún empaco, a medidas factibles o, incluso, a aumentar la deuda pública, porque con 2 o 3 puntos más del PIB por una vez no pasará nada. Pueden reajustar el Pilar Solidario, mejorar la gestión en salud, asunto de gran impacto… Considera que, además, al frente no tienen oposición, sino a tipos completamente perdidos.
Horst retruca:
-Si bien no tienes una oposición articulada en un proyecto alternativo, sí tienes oposición en el Congreso, que te hace muy difícil avanzar en las materias que quieres impulsar. Tienen claro el decir “NO”. Y generan fracturas, están divididos ellos mismos, todo se enreda, te lleva a la política chica… existe un grupo importante de políticos contrarios al gobierno.
Como sea, para Horst lo fundamental es que “el legado de Piñera tiene que ser más de fondo, algo estructural, no de administración como fue el primer gobierno porque “no puede ser que llegue otro gobierno que destruya un buen comportamiento como el que habíamos tenido”.
Por ahora, anticipa:
“Si a fin de año las cifras económicas no acompañan al discurso que se instaló en la campaña y en las expectativas, si no existen señales claras de recuperación importante del empleo, de los salarios y de las inversiones, el segundo año será difícil. Ahora es clave la capacidad política del gobierno para manejar expectativas”.
Lo más difícil
Cuando Moody’s bajó la calificación A Chile, ni autoridades y políticos hablaron del tema peso pesado en cuanto a cómo nos están viendo en el mundo: la productividad de nuestra economía estancada hace más de una década que requiere reformas estructurales.
Nadie dice nada, aseguran analistas, porque el asunto golpea al primer mandato de Bachelet, al primero de Piñera, al segundo de Bachelet y ¿al segundo de Piñera? Está por verse.
El punto es que mejorar la productividad implica políticas de largo aliento, nada fáciles e impopulares.
Dicen que el gobierno anterior abordó bien uno de los cuellos de botella: el precio de la energía. Pero están pendientes los severos problemas en calidad de educación, capacitación “pertinente” a los trabajadores (o sea, útil para lo que hacen), déficit en infraestructura y la grave caída de la calidad política porque eso, al final, es la caída del aparato público.
Y modernizar el Estado supone lleva a conflictos tremendos con los grupos de presión, los contratistas, proveedores de servicios, parlamentarios y políticos. O sea, a todos los que lucran hoy.
Herida abierta
Para Libertad y Desarrollo, en términos generales, lo que ha hecho el mandato piñerista ahora obedece a en buena medida a lo que prometió. “Nosotros vemos coincidencia entre los discursos campaña y lo que se implementó. Eso coincide con las prioridades de la gente, los cinco ejes centrales: infancia, seguridad ciudadana, salud oportuna, Araucanía y derrotar la pobreza”, asegura Bettina Horst.