SEÑOR DIRECTOR
Bolivia ha intentado justificar lo injustificable mediante emocionalidad, ejercicios académicos imposibles y poca seriedad al no contestar la pregunta fundamental del Tribunal: ¿Cuándo Chile ofreció y no cumplió? Esta pasada por La Haya tiene más que ver con la plataforma política de Evo Morales -a quien su pueblo le rechazó la nueva postulación- frente a una ponencia de Chile que demuestra con argumentos del derecho e históricos que el planteamiento de Bolivia está más relacionado con cuestiones de política interna.
Esta apreciación se funda en la resolución de la cuestión preliminar: la Corte no pone en juego la soberanía de Chile ni la validez del Tratado de 1904, pese a lo cual Morales insiste en su discurso al pueblo boliviano en que su reclamación está ligada a la soberanía. La construcción de la reclamación boliviana se sostiene en una falacia. Chile no invadió a Bolivia, Bolivia no respondió el ultimátum. Bolivia no ha mencionado la violencia de firmar un pacto secreto contra Chile y de romper unilateralmente el Tratado de 1874. Morales quiere reescribir su propia historia desde el plano de víctima, olvidando que Bolivia inició la guerra contra Chile. Algunos cuestionan la entrada de Chile a la guerra por ser un problema económico. Eran capitales y trabajadores chilenos los afectados; la guerra era aceptada como recurso y lo relevante es que Bolivia rompió un tratado firmado con el Estado, no con las salitreras.
Tras la agresividad y poca delicadeza en el lenguaje, Evo ofrece cerrar las heridas del pasado. Una primera curación debiera ser reformar su Constitución y eliminar del rango constitucional la permanente obligación de reclamar una salida soberana al mar de Chile. Luego, es posible escuchar propuestas de buena fe.
Jorge Sanz Jofré
Académico Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo
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