Durante su paso por Chile, la reconocida investigadora adelanta sus proyectos, como la inminente creación de su propio centro y el libro sobre sus diarios de la jungla. Esta reconocida investigadora, quien saltó a la fama por su estudio sobre la vida de los bonobos, vino a Chile a pasar una temporada con su familia y para cumplir con su contrato como profesora asociada del CICS, un moderno centro de investigación de la Universidad del Desarrollo. Aquí adelanta sus proyectos, como la inminente creación de su propio centro y el libro sobre sus diarios de la jungla.
La primatóloga Isabel Behncke da vueltas descalza por las instalaciones del Centro de Investigación de Complejidad Social de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (CICS). El lugar se ha instalado como un núcleo de conocimiento de ciencias —“del ser humano integrado”, como ella describe—, donde científicos, ingenieros, matemáticos e investigadores de diversas especialidades confluyen para mancomunar sus conocimientos. Aquí ella se desenvuelve con su estilo informal, relajado, con la cabeza llena de ideas y datos que va disparando, uno tras otro.
Doctorada en antropología evolutiva y master en conservación en Oxford, a lo que suma otro master en evolución humana en Cambridge, ya han pasado casi diez años desde que realizó su primera expedición al Congo (2009) para observar las relaciones sociales entre los bonobos, los primates más cercanos al ser humano junto con los chimpancés. Desde entonces Behncke se convirtió en una figura de carácter mundial, la segunda chilena en contar su experiencia en una charla TED (la primera fue Isabel Allende) y la pionera en ser nombrada TED fellow.
Eso sí, más que a la de un primate, su vida se acerca a la de las aves migratorias: dejó Inglaterra —donde se había establecido hace años— por un departamento en el Village, uno de los barrios más cool de Nueva York, donde vive con su pareja, un neurocientífico y emprendedor norteamericano. Eso al tiempo que sigue viajando constantemente a Oxford donde mantiene una activa relación profesional. Y entre diciembre y marzo se traslada a Chile a encontrarse con su familia y amigos, amén de cumplir con su contrato como profesora asociada en el CICS.
Así, al momento de concretar esta entrevista, Isabel estaba en su oficina de la UDD, acelerada para variar y con sus tres celulares desplegados sobre el escritorio, clara imagen de la vida interconectada y móvil que lleva. “A veces me río cuando me doy cuenta de que ando trayendo tres teléfonos, uno inglés, el chileno y el gringo. Esto no es ser complejo: ¡es estar complicado!”, dice con su característico sentido del humor, aunque más seria reconoce que ha sido duro. Por eso, que entre sus planes pretende quedarse en Chile definitivamente en el largo plazo e instalar uno de los tentáculos del Instituto Beagle, proyecto en el que viene trabajando desde hace algún tiempo, además de abrir otra sede en NY. “Parte de la misión de Beagle es integrar conocimiento a través de herramientas de investigación que tienen que ver con colaboraciones entre científicos, artistas y exploración, que es algo fundamental. Estoy en proceso de formalizarlo”, adelanta.
Bautizó su proyecto como Beagle porque así se llamaba el barco donde Darwin pasó 5 años explorando desde Santiago del Cabo Verde, Río de Janeiro hasta la Tierra del Fuego, el Estrecho de Magallanes y Chiloé, entre una serie de destinos que contempló aquella larga travesía junto al capitán Fitz Roy. “El Beagle es una metáfora de la exploración donde se forja una teoría nueva que te lleva a ver el mundo de una nueva manera y mediante esa exploración, integra el conocimiento. Me gusta la herramienta del Beagle como metáfora de conocer, explorar y ojalá contribuir a lo que necesitamos hoy: un mundo complejo, pero integrado”.
El símbolo de aquel barco la entusiasma. “El viaje del Beagle es como el de Ulises en La Odisea; travesías fundacionales de exploración del mundo que tardan muchos años pero donde vuelves a casa, a tus orígenes, cargada de nuevas miradas”. Y cita una parte del poema Itaca de Cafavis:
“Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino”
DIARIOS DE LA JUNGLA
En los muros de su oficina hay pegadas varias páginas con los capítulos del que será su primer libro sobre sus diarios del Congo. “Es la historia de una vida y una vuelta, o de varias idas y vueltas”, dice parafraseando las primeras líneas de El Hobbit de J.R.R. Tolkien. “Escribí los jungle diaries cuando me interné en la selva; más que cuadernos eran mails que enviaba periódicamente a mi familia y amigos que querían saber qué estaba pasando. Nunca pensé en publicarlos”. Pero los textos empezaron a circular y llegaron a manos de Katinka Matson, de Brockman, considerados como los mejores agentes literarios de ciencia en el mundo, según destaca Isabel Behncke; creadores de The Edge, un salón intelectual virtual de alto prestigio internacional.
También podría decirse que son los diarios de una mujer tozuda. Isabel, entonces estudiante de antropología evolutiva en Oxford, insistía en viajar al Congo a investigar el comportamiento social de los bonobos como el trabajo final para su doctorado. Robin Dunbar, su tutor de tesis y director del Social & Evolutionary Neuroscience Research Group de la Oxford University, trató de convencerla con todos los argumentos posibles de que no era una buena idea: era probable que estallara una guerra civil, que fuera objeto de un asalto violento o que cayera víctima de una infección, cosa mortal considerando que desde el campamento había que viajar horas para llegar a cualquier centro médico. Sin ir más lejos, los japoneses que dirigían el centro de investigación de Wamba llevaban dos décadas sin recibir a ningún científico.
Pero ella de todas formas partió y en su primera expedición se internó en la selva por seis meses. Repitió la experiencia en otros dos viajes, cada uno por un semestre. “He ido otras veces, a filmar con la BBC también”, cuenta.
Su rutina consistía en levantarse a las 3:30 AM, caminar más de 2 horas por un bosque donde apenas pasaba la luz, hasta llegar al corazón de la selva donde se encontraba su objeto de estudio: un grupo de bonobos que ella observaba en larguísimas jornadas —que podían extenderse hasta por once horas— para luego tomar el camino de vuelta hasta el campamento. El resto de la jornada la dedicaba a dar atención médica a los aldeanos, acosados por la malaria y las úlceras tropicales.
“Ir a los orígenes fue tan iluminador. Me interné en lo profundo de la selva, en ‘el corazon de las tinieblas’ (como la novela de Joseph Conrad), a investigar el lado claro de la naturaleza humana: el juego, la risa, la creatividad, que son los sustratos que están, por ejemplo, asociados a por qué hacemos música o por qué disfrutamos al escucharla”.
Y agrega:
“Sin embargo, si bien el objeto estudio era el juego y los fundamentos de la alegría, ¡era puro sufrimiento! Había muerte y dificultad en todas partes. Pero es necesario que significa ir literalmente al corazón de las tinieblas para salir al otro lado y encontrar la luz. ¡Y compartirla! Pucha, lo podría haber hecho más light, ¡pero no, parece que tengo que tomar el camino heavy algunas veces!”, ríe.