Hasta ahora los análisis de la encuesta CEP han sido extensos. No obstante, aún existen algunos datos que merecen ser relevados por sus efectos electorales.
Un primer resultado interesante tiene que ver con los bajos niveles de evaluación positiva de personaje políticos, Ninguno supera el 50%. Ello no es un resultado aislado de esta encuesta, sino más bien una tendencia. De hecho, ya en 2010, con la excepción de Bachelet, Piñera y Lavín, ningún otro personaje político superaba dicha marca. Esto contrasta con lo que sucedía hace una década, con personajes como la propia Bachelet, Aylwin, Lagos, Insulza y Alvear. Esto habla de un fenómeno más complejo, de liderazgo, y ciertamente del alejamiento de la política del que no podemos culpar al voto voluntario. Responde más bien a un proceso creciente y paulatino de prescindencia de ella, en algunos casos, y de desencanto en otros, en el que llevamos más de una década.
Un segundo punto tiene que ver con las malas noticias para Alejandro Guillier. El punto no está sólo relacionado con que no crece en término de preferencias (14% en diciembre de 2016 versus 13% en mayo de 2017) sino con que, a pesar de que aumenta su nivel de conocimiento (a lo menos siete puntos porcentuales) no logra incrementar su adhesión. ¿A qué responde ello? Es difícil precisarlo, pero aparecen factores como, por una parte, sus indefiniciones, zigzagueos y el complejo proceso de apoyo a su candidatura de parte de los partidos y, por otra, la irrupción de Goic y Sánchez, que probablemente le ha impedido crecer. De allí el interés en bajar lo antes posible a Goic y dejar en un segundo plano a Sánchez.
En tercer lugar, si bien en principio las noticias son buenas para Piñera, las grandes preguntas son, uno, si el electorado que prefiere a Ossandón votará por Piñera en una eventual segunda vuelta, y dos, si después de la primaria el senador estará dispuesto a apoyar al ex Presidente o simplemente le ofrecerá un respaldo tímido. Hasta ahora la información con que se cuenta, sólo respecto de la Región Metropolitana, muestra que cerca de un 25% de quienes prefieren a Ossandón no tienen a Piñera como segunda opción (Panel Ciudadano-UDD, 2017). Luego, el desafío de Piñera sigue siendo el mismo: lograr que el máximo de sus adherentes vote tanto en la primaria como en la presidencial (ambas vueltas) y que los votantes más reacios a su candidatura también lo hagan.
Finalmente, y por más que en la cuenta pública se haya señalado que no deberían sacarse ventajas políticas con el problema de la delincuencia, lo concreto es que sí se trata de un tema político. No sólo porque está entre la principales prioridades de la población, sino también porque es visto como un prioridad dentro de la carrera presidencial. La pregunta es si en el actual ambiente de incredulidad generalizada, el tema podrá ser capitalizado políticamente.