Hace 20 años en Chile faltaban datos y no había mucha información sobre cómo era la población, qué consumía o pensaba. Las encuestas eran semestrales o trimestrales y se esperaban casi con solemnidad. Desde entonces los centros de estudios de mercado y la investigación académica se han expandido y diversificado y ahora hay muchas más cifras sobre todo. Un ejemplo ilustrativo es la encuesta Plaza Pública, también conocida simplemente como Cadem, que es la empresa a cargo de este sondeo que todos los miércoles y jueves interroga a 700 personas e informa religiosamente los domingos en la noche o lunes en la mañana cuánto subió o bajó la aprobación presidencial, qué candidato avanzó o retrocedió en los últimos siete días o qué piensan los encuestados del último incidente. Sus resultados terminan en los titulares con frecuencia y consiguen el interés incluso de los tuiteros que dicen que son sesgados o les falta rigor metodológico. El encargado del sondeo es Roberto Izikson, cientista político de 34 años que trabajó en Adimark, estuvo en el segundo piso de Sebastián Piñera y hoy es gerente de asuntos públicos y estudios cuantitativos de Cadem. Con el sondeo se ha ido abriendo un espacio como comentarista y analista, pero se sabe poco de él.
¿De dónde vienes tú?
De una familia… es difícil definirla socioeconómicamente, pero te diría que somos de la parte baja del 10 por ciento más rico. De la parte baja del C1, de una casa chica en Las Condes. Mi viejo se murió cuando yo tenía siete años.
¿Qué le pasó?
Se cayó en un avión. El era copiloto de LAN y le dieron la opción de hacer las horas de vuelo para ser piloto, y estando en eso se cayó junto a su mejor amigo. Es lejos lo que más me ha marcado en la vida.
¿Cómo te marcó la muerte de tu papá?
Me llevó a ser muy concreto, a no dejar para mañana lo que puedo hacer hoy porque la vida se acaba. Mi presente tiene que ver con eso: he trabajado mucho, me casé joven, tengo tres hijos. Ahora, tener a mi mujer e hijos me ha cambiado, me ha hecho más reflexivo y me ha obligado a pensar a largo plazo.
¿Te acuerdas de tu papá?
No. No me acuerdo… tengo pequeñas imágenes, pero están muy asociadas a las fotos. No tengo mucho más que esas fotos. No sé cómo era su personalidad ni qué le gustaba.
¿Cómo se las arreglaron en tu familia?
Yo era el mayor de tres, tengo un hermano dos años menor y una hermana que tiene 30. Mi mamá había dejado de trabajar y no sé muy bien cómo lo hizo el primer año. Después se emparejó y mi padrastro se echó la familia al hombro. Tuvimos una red de apoyo fundamental: por ejemplo, en el colegio, el Wenlock, el director le dijo a mi mamá: “Usted no se preocupe, sus hijos van a estudiar gratis hasta cuarto medio”. Nos becaron todo, sólo comprábamos los zapatos. Se lo voy a agradecer toda la vida, fue un gesto de gran generosidad. Si no hubiéramos tenido que cambiarnos a un particular subvencionado.
¿Y el interés por la política vino de tu casa?
Mi familia era una ligada a la derecha pero no militante ni muy politizada. Yo les salí más liberal, pero nunca fue tema muy relevante. A los 18 años no me cuestionaba mucho sobre eso, no tenía idea dónde estaba parado. Estaba en una crisis de la adolescencia más personal y no era buen alumno. Entré a la Universidad de los Andes, a Derecho, y no me sentí cómodo porque era un mundo muy conservador. La relación entre profesores y alumnos era más “antigua” y la religión era muy importante.
¿La religión no era importante para ti?
A ver, yo hice la primera comunión, me confirmé, me casé por la Iglesia Católica, pero la verdad es que hoy me declaro agnóstico.
Con hambre
Se fue a Ciencia Política en la Universidad del Desarrollo y le gustó. “Cuando me titulé no tenía idea qué hacer, me encontré con un profesor de historia del colegio, y me dijo que por qué no me iba a hacer clases allá, donde me recibieron con los brazos abiertos y lo pasé muy bien, pero a fin de año me di cuenta de que no quería ser profesor”.
¿Se te empezó a despertar el “hambre” por la influencia?
En el buen sentido de la palabra. Esa hambre es algo bien característico mío y a algunos les cae mal, pero yo soy ambicioso. Se despertó cuando me puse a estudiar Ciencia Política: quería sacarme buenas notas, ser el ayudante de todos y formé el centro de alumnos. Fue bien ridículo, lo organicé, me presenté y perdí nunca he sido muy popular- pero me dio lo mismo, lo que quería era hacer cosas, cambios. Eso ha marcado mi vida y, claro, después se fue notando cada vez más, como cuando dije “no quiero ser profesor de colegio” y renuncié.
¿Qué hiciste?
No sabía cuál era mi campo, pero me metí a internet e identifiqué 120 lugares donde podía trabajar, municipalidades, centros de estudio, etcétera. Y mandé currículum… Ah, bueno, y entre medio, como yo era liberal, estaba medio acomplejado con esta situación de ser de la “Udiversidad”, me fui a hacer un magíster a la Flacso, como para nivelar (se ríe).
¿Cómo te fue en la Flacso?
Fue atroz. Me di cuenta de que la discriminación en Chile existe, y para todos lados, de izquierdas a derechas, de derechas a izquierdas, de pobres a ricos, de ricos a pobres. Era el único de universidad privada, llegaba en el auto de mi mamá, y bueno era como el niñito del barrio alto. Me sentía un bicho raro y lo dejé.
¿Y cómo llegaste a Adimark, tu siguiente trabajo?
En esa época me llamaron de un par de lados, incluido Adimark. Tuve una entrevista y quedé. Era el lugar que quería. Como yo era cientista político pensaba que iba a recibir el informe de la encuesta y analizarlo. Que me iban a pedir mi opinión y ponerme a escribir las conclusiones. Bueno, llegué y me pasaron un cuadernillo con puras tablas y ¡no entendía nada! Mi carrera estaba muy enfocada en la teoría, con ramos como grandes obras de la literatura o historia universal, pero de encuestas o estadísticas no supe una palabra hasta ese día.
¿Por qué no te echaron al día siguiente?
Porque me esforcé mucho, pero mucho. La cagué un par de veces, pedí perdón, me quedaba hasta tarde, ensayaba. Y me pegué a Roberto Méndez para aprender todo de él. También la Cata San Martín, que hoy está en Canal 13, me ayudó un montón. Me fascinó lo que hacía Roberto y lo acompañaba a donde podía, le pedía ir a las charlas, a Icare, a todo.
¿Te convertiste en algo como su jefe de gabinete?
Menos pirulo que eso.
¿Su goma?
Sí, era un goma, pero me fui ganando mi espacio y fue confiando más en mí. Aprendí muchísimo y él mismo me molesta y me ha dicho que mi forma de presentar le resulta familiar, y tiene razón en que se parece a la de él: yo tenía 26 o 27 años, era mi primera pega, quería aprender y absorbí todo. Adimark fue mi verdadera universidad y Méndez, mi profesor particular.
¿Cómo terminaste trabajando con Sebastian Piñera en La Moneda?
Ese fue mi doctorado. Me tocó un año electoral y Adimark le hacía los estudios cualitativos a Piñera, me metí como coordinador y empecé a hacer amigos: Hernán Larraín, Nacho Rivadeneira, Rodrigo Hinzpeter.