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De vuelta y buscando – La Segunda

¡»No sé cómo, pero en tres semanas ya he recibido más de 300 comentarios!», dice Carolina Rodríguez (36), socióloga y doctora en Ciencias Agrarias con mención en turberas y humedales, sobre la publicación que compartió en enero de este año, y que el mes pasado se viralizó en redes sociales. El contenido: una carta que le escribió al director de Conicyt, Mario Hamuy, en la que describe sus años de estudio en la Universidad de Humboldt-Berlín, en Alemania: el aporte de su investigación a la realidad chilena, donde un 3% del territorio está compuesto por humedales y turberas: las ideas con las que retornó al país para transmitirles a nuevas generaciones de estudiantes el conocimiento que había ganado en sus siete años afuera: y cómo, después de tocar puertas en todas partes, de postular a más de 200 ofertas de empleo e incluso vender sus cosas para financiar su día a día, aún sigue sin trabajo.

Carolina nació de una familia de clase media-baja santiaguina. De tradición obrera tapizadora, creció rodeada de alfombras y manualidades. que a ella nunca le llamaron la atención. Lo suyo era viajar y conocer otras culturas. Por eso estudió sociología, carrera que, asegura, le dio herramientas muy potentes para entender cómo se dan los cambios sociales y cómo las personas interactúan con su ambiente. «Cuando terminé, sabía que quería irme al sur de Chile a trabajar. De inmediato partí a Magallanes, donde fui voluntaria en una ONG y me inserté en pequeños proyectos de fortalecimiento organizacional de sindicatos de pescadores, de diagnósticos de recursos naturales en áreas protegidas y de integración de comunidades locales al manejo de esas áreas», cuenta.

Esto le despertó un interés por aprender el idioma de la ciencia. «Hice un diplomado en biodiversidad y me encantó. Tanto, que quedé con ganas de seguir aprendiendo», explica. Entonces, postuló a diversos magísteres en Chile, con la idea de financiarse con las becas que otorga Conicyt, pero como no las obtuvo -«según ellos porque era socióloga»-, decidió mirar hacia afuera. «Me aceptaron en un doctorado en Madrid y me fui con 600 euros en la mochila Allá trabajé vendiendo sándwiches y cerveza en la calle para pagarme la vida, pero el programa no me gustó y me volví «, agrega. Luego, obtuvo una beca para hacer un diplomado en innovación en Barcelona, por dos meses, yen el viaje contactó a una antigua compañera alemana, que conoció en Santiago, a la que visitó en Berlín. Allá alucinó con la cultura e inició la búsqueda de universidades donde irse. Quedó en dos, yen 2009, una vez más, sin beca ni mucho dinero, se fue.

En esos dos años de estudio, Carolina armó redes de contacto, obtuvo una beca internacional para terminar el programa y cuando ya estaba lista, se decidió a seguir un doctorado. «En Chile había muy poca investigación sobre turberas -un tipo de humedal en el cual se acumula materia orgánica en forma de turba y que crece en altas latitudes y zonas lluviosas-, que cubren el mismo territorio que en Alemania, donde han tenido que Invertir mucho para renaturalizar zonas que se drenaron y perdieron. Entonces había una oportunidad para nuestro país en esto, de reconocer nuestros ecosistemas y volvernos un spot de captura de carbono y de biodiversidad a nivel mundial. Esto, considerando que si se concretaba Hidroaysén, este análisis nunca se podría hacer». cuenta

Para desarrollar la investigación, postuló a varias becas y la primera que obtuvo fue Becas Chile. «Ahí dije, ‘démosle, yo igual quiero volver ami país y hacer investigación allá. Siempre tuve la certeza de eso, de que aquí hay mucho por hacer». explica, sobre la apuesta que hoy la tiene gastándose hasta el último peso de sus ahorros, mientras vive con la incertidumbre de no tener algo estable. «Había escuchado de otros colegas que regresar a insertarse al mercado laboral podía ser una pesadilla, y me asustaba. Pero en ese momento era optimista. Pensaba: ‘yo llevo una nueva disciplina y tengo buenas redes: Estaba segura de que podíamos hacer algo diferente: recuerda.

La realidad no era tan auspiciosa como esperaba.

QUÉ QUIERE DESARROLLAR CHILE

Becas Conicyt es el Programa de Formación de Capital Humano Avanzado (PFCHA) que se creó en 1988 con el objetivo de «contribuir al Incremento del número de investigadores y profesionales de excelencia con alta preparación en todas las áreas del conocimiento para el desarrollo de Chile y su participación activa en el mundo globalizado».

Desde sus inicios, el programa ha tenido diversas transformaciones. La mayor y con más impacto fue en 2008, cuando se creó el Fondo Bicentenario de Capital Humano, con US$ 6 mil millones invertidos en el extranjero para financiar un ambicioso programa: Becas Chile. Con este, se logró pasar de 500 becarios en 2007 a 2.500 en 2009. Un salto enorme que generó grandes desafíos para el proceso, sobre todo en la etapa de inserción laboral, ya que los investigadores se comenzaron a enfrentar a un mercado en el que antes sólo unos cientos competían y ahora lo hacían miles.

Este mercado se divide en tres áreas: la academia, que es la principal fuente laboral para los investigadores; la industria, que no ha logrado construir un sistema de investigación equivalente al de las universidades, con una muy baja participación de doctores; y el emprendimiento, un formato de inserción reciente y que no es lo suficientemente robusto. Y aunque en el papel parezca suficiente, no lo es. «No hay evidencia de que el Sistema Nacional de Innovación (SNI) sea capaz de albergar esta nueva cantidad de investigadores’ afirman Horacio González y Alejandro Jiménez en el artículo Inserción laboral de nuevos investigadores con grado de doctor en Chile, publicado en 2014 en el Journal of Technology Management and Innovation.

Un escenario grave, sobre todo para quienes se especializan en el extranjero y que tienen la obligación de retribuir la inversión regresando al país.

¿A qué se debe esto? Miembros de la comunidad científica concuerdan que, principalmente, a la carencia de una política pública concreta que comprometa y defina el rol que tendrán los nuevos investigadores. «El programa nació sin la participación de la universidades y con la gente yendo a estudiar cualquier cosa a cualquier lugar. Después se fueron a otro extremo, pidiéndoles a los postulantes que tenían que estar aprobados o aceptados en las 50 mejores universidades del mundo y si no era así, tenían que demostrar por qué era tan bueno el lugar donde iban. Y esto se suma a que nunca se supo realmente en qué áreas tenía necesidades el país. Nadie se preguntó: ¿qué quiere desarrollar Chile? ¿Qué necesita y qué no? Y cómo se ayuda a alguien que no sabe lo que quiere.

Aquí no hay un plan de desarrollo’: afirma Jorge Babul, doctor en Bioquímica, académico de la Universidad de Chile y presidente del Consejo de Sociedades Científicas. «Tenemos una política mal diseñada, que no es capaz de responder qué es lo que queremos desarrollar en esta materia en el futuro», agrega Claudio Pérez, ex presidente de la Asociación Nacional de Investigadores de Postgrado (ANIP).Pero este no es el único motivo. «La problemática existe, en parte también, por el estancamiento de la inversión en ciencia y tecnología en Chile’: explica Matías Escobar, PhD de la Universidad de Pensilvania y director de la Fundación Nexos Chile-USA. Las universidades, que absorben la mayor parte de este capital humano avanzado, dependen casi exclusivamente de fondos estatales para financiar su investigación científica y tecnológica. ‘Desafortunadamente, el presupuesto público del componente de Ciencia, Tecnología e Innovación, ha desacelerado su crecimiento desde 2010,10 que ha significado una caída de la inversión como porcentaje del PIB, alcanzando un promedio de 0,35%, valor que palidece frente al 2,4% de la OCDE’: explican González y Jiménez en su publicación.

ILUSTRAR UN PROBLEMA

Cuando Carolina finalizó su doctorado, decidió retomar sus contactos en Chile, con los que se mantuvo conectada todo el tiempo que estuvo afuera. Así, ofreció hacer presentaciones de los resultados de su tesis en la Región de Aysén, donde quería volver a instalarse junto a su marido, a quien conoció en Alemania. «Con los $300 mil que la beca Chile me otorgó como ayuda al retorno financié un viaje a Coyhaique para exponer ante profesionales del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), donde ya había ido muchas veces mientras estaba en Alemania. Y también ante el entonces Seremi de Agricultura. Sin embargo, este último, un par de días antes del vuelo canceló sin motivos claros la cita. Y mi decepción fue aún mayor cuando ninguna persona del CIEP fue a la charla», asegura.

Pero eso fue sólo el comienzo. Al poco tiempo, el proyecto Conicyt de Investigación Postdoctoral al que había postulado fue rechazado y con esa opción descartada, se mudó a Magallanes en busca de otras posibilidades. «Allí conocí al Dr. Juan Carlos Aravena, quien me apoyó para reformular y repostular el proyecto al programa de inserción en la academia de Conicyt. PAI -creado por Conicyt en 2009 para fortalecer la capacidad de Innovación y Desarrollo de las instituciones académicas y del sector productivo, promoviendo la inserción de investigadores con grado de doctor y atrayendo científicos de prestigio internacional-‘: cuenta. Esfuerzo que una vez más falló.

«Nos habíamos instalado en Puerto Natales, así que desde ahí me puse a postular a todo lo que pillaba en empleos públicos. Deben haber sido unas 200 postulaciones, pero ninguna dio resultado’: explica Carolina, que mientras tanto trabajaba como guía turística para poder• pagar sus cuentas. Pero para septiembre del 2016, casi un año después de haber vuelto, ya no tenían suficiente dinero ni para pagar el arriendo. «Tuvimos que empezar a vender nuestra cosas. El auto, un kayak que habíamos adquirido con el sueño de explorar turberas costeras en los canales australes, los artefactos de cocina, el comedor, el colchón, ropas de agua, instrumentos de medición científica, y así hasta que ya no pudimos más», afirma «Fue súper duro, porque sientes una frustración muy fuerte», dice Carolina, que se volvió a reubicar, esta vez en Valdivia, donde siguió tocando puertas. Y donde escribió la carta.

«La reacción a lo que publiqué me impresionó, porque un 30% de la gente que comentó es becario o ex becario. Y no sólo he sentido la solidaridad de ellos, sino que me he dado cuenta que somos muchos los que estamos así», asegura junto con agregar: «Unos días después de que el texto se vitalizó, me llegó un correo de Conicyt. Me preguntaban detalles de cuándo y a quién le había enviado el documento y decían que lamentaban mucho que se les haya traspapelado, tratándose de un caso tan particular. Y no, lo mío no es un caso particular».

Para Ricardo Martínez, lingüista, investigador y autor de Maleducados: mitos y uerdades sobre la educación en Chile, esto último es clave. «Obviamente se trata de un caso puntual, que puede depender• de muchos factores y quizás las responsabilidades puedan distribuirse de varias formas, pero lo importante de la carta es que ilustra un problema que está viviendo mucha gente. No se trata de una demanda personal, sino que aborda una situación que hay que atender porque es un problema del país».

LA PROMESA DE UN MINISTERIO

La Primera Encuesta de Inserción de Investigadores, realizada a fines de 2016 y publicada en abril por la ANIP, en colaboración con Redes Chilenas (ReCh) y Nexos Chile-USA, reveló que en Chile existe un 12% de desempleabilidad de investigadores con postgrado. «Una cifra alarmante si consideramos que es muy superior a la tasa de desempleo nacional, y aún más si se toma en cuenta que el número de investigadores que deben retornar al país irá en aumento cada año», asegura Matías Escobar, de Nexos.

Por otro lado, revela que si bien la mayoría de los profesionales consiguen trabajo en el primer año, más de un 50% de ellos cotiza de manera Independiente yen general, aceptando condiciones contractuales que no otorgan estabilidad laboral. Incluso, explica, más del 11% de los investigadores trabaja sin contrato o sólo con un acuerdo de palabra.

Esta precariedad es la que vive la dentista política Paula Volaris (30). una de las cientos de personas que se sumó al debate en el que se transformó la cadena de mensajes en la carta de Carolina. Ahí, expuso su situación: «lamentable. A mí me ha pasado lo mismo. Llevo 18 meses cesante, he vuelto a hacer aseo y cuidar niños a Chile, y por un accidente que tuve -en el que se lesionó la rodilla- ya no puedo trabajar más. Endeudada y vendiendo mis bienes, viendo como todo se va al carajo. Sinceramente, te admiro, pocos, pese al estado del país, seguimos estudiando», escribió.

Cuando Paula terminó su carrera en la Universidad del Desarrollo, de inmediato comenzó la búsqueda por un trabajo. Mientras, hizo clases en la universidad y colaboró en diversos proyectos. Se demoró casi un año, pero encontró un empleo en el Ministerio del Interior que la hacía muy feliz. «Aun así, siempre tuve el plan de salir a especializarme», asegura. Aunque tenía claro que corría un riesgo, veía como una oportunidad de crecimiento profesional el magíster en políticas públicas de la Universidad de Melbourne que rendiría. «Y si me habían dado la beca. sentía que era porque realmente era una buena posibilidad», explica.

Pero la realidad a la que se enfrentó a su retorno la golpeó. °Volví en diciembre de 2015 y desde entonces no he podido encontrar nada estable. He tenido un par de pitutos en la universidad donde estudié, y ellos siempre se acuerdan de mí, pero nada definitivo. Ahora estoy en proceso de cambiar mi currículum porque he postulado a pegas de recepcionista, call center, ventas y con mi perfil no quedo», dice y agrega: «Ahora vivo con mi mamá y puse a la venta mi departamento en Santiago Centro. Estoy esperando poder operarme, por el accidente y después de eso vuelvo a la misión de encontrar trabajo».

Carolina tampoco se da por vencida Sabe que no se puede ir de Chile hasta cumplir con el plazo de su retribución, en octubre de 2019. Hasta entonces, sigue buscando ofertas y con su marido crearon tres espacios para promover su trabajo. «Creamos Mires of Chile, donde empezamos una campaña de recolección de fondos para ir a hacer talleres con escuelas, profesores e instituciones públicas a la Patagonia. También creamos Humedarte, un emprenadimiento de artesanías que hacemos mediante la recolección de pequeñas partes de plantas de algunos humedales. Cada pieza tiene una etiqueta con la descripción de la especie y en la página puedes ver tu planta, saber de qué ecosistema viene y por qué es importante. La otra iniciativa es Earth Patagonia, que pretende empoderar a instituciones, microempresarios y comunidades locales en procesos de adaptación al cambio climático», explica

Iniciativas que Carolina espera que otros sigan, para que la investigación realizada tenga un espacio de difusión. «Chile ha demostrado que la calidad de sus Investigadores es altísima. Si se mira la cantidad de publicaciones ISI o WOS que se están haciendo, es muy interesante ver que nuestro país publica algo así como 10 mil o 12 mil papers al año, lo que supera ampliamente a quienes nos siguen en la región, como Brasil o Argentina», dice Martínez. «Claramente en esto somos líderes y eso lo ha fortalecido la política pública de la última década. Por eso este cuello de botella que se generó, por la inyección de recursos a una sola parte del sistema, hay que mirarlo como una oportunidad, para hacernos cargo», agrega.

Frente a esto, la Comisión Desafíos del Futuro, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Cámara Alta aplaude que el pasado martes se aprobara, en forma unánime, la idea de legislar sobre el proyecto que crea el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT). Esto, porque lo ven como un paso significativo para concretar la existencia de un ente coordinador, capaz de darle forma a un plan de desarrollo definitivo. Un paso que también se mira con cautela, para que no se pierda de vista el foco. «Si se tiene un ministro chiquitito, con un presupuesto chiquitito y nadie tiene ganas de insertar el conocimiento como una herramienta fundamental para resolver los problemas del país, entonces no sirve para nada Aquí tienen que pensarse los grandes problemas de Chile. ¡Decir para dónde vamos! Eso es lo que hay que hacer». asegura Babul

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