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«A la desconfianza no hay que responder con más promesas, sino con más seriedad» – El Diario de Atacama

Agudo observador de los cambios políticos y sociales de Chile, Eugenio Guzmán tiene claro que, al final del día, para calibrar lo bien o mal que estamos, lo que habrá que escrutinar son los programas de las candidaturas que compitan en las presidenciales de noviembre.

Esa será la prueba, explica, para dilucidar si los tentáculos del populismo terminarán de liquidar la escasa confianza que los chilenos tienen en las instituciones, con mención especial para los políticos y los partidos, o si a la relativa salud institucional que tiene el país le queda algo de cuerda.

Decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad del Desarrollo y master en sociología de la prestigiosa London School of Economics and Political Science, en esta entrevista Guzmán conecta puntos clave para decodificar el acalorado clima general de un país inmerso en clave electoral.

«Hasta el momento las tentaciones populistas han sido detenidas por la propia institucional dad, pero si vemos programas voluntaristas o populistas, eso será un muy mal síntoma, uno de que no estamos entendiendo las cosas, de que lente a la desconfianza no tenemos que responder con más promesas, sino con más seriedad», advierte de entrada.

– Piñera lidera y ha estado consistentemente al frente de las encuestas. ¿Pero está todo lo al frente que podría estar en virtud del mal momento por el que pasa el gobierno y la fuerza de las críticas a sus reformas? ¿No son la explosión y crecimiento constante de Guillier una bandera de alerta de las propias debilidades de Piñera?

– El peor error es pensar que la próxima elección no va a ser estrecha. Pensar que va a ser pan comido, si a alguien se le pasa por la cabeza, no sé en qué está pensando. Todas las elecciones, desde el 99 hasta hoy, han sido estrechas. Desde ese punto de vista, ¿ha perdido fuerza Piñera? Bueno, viendo los antecedentes, uno puede decir que si antes no tenía competidor, ahora le salieron competidores. Lo interesante es que, por primera vez desde el retomo de la democracia, un candidato de la derecha va en la posición más arriba. Piñera está teniendo un desempeño bastante bueno en consideración de esto.

Pero faltan muchos meses para las elecciones y suponiendo que Piñera no se baje. Si se baja, esto es otro escenario. Es cierto que uno dice que el escenario (para el gobierno) es tan malo, que cualquiera podría ganar. Pero si fuera así, uno tendría que ver que los otros candidatos que se asoman de la centroderecha capitalizan algo, lo que no ha ocurrido.

– Lagos continúa sin prender, pero no da señales de pensar en bajarse. ¿No será hora de que se lo empiece a plantear seriamente?

– La CEP viene a confiar una serie de tendencias. Una, la posición privilegiada de Sebastián Piñera. La segunda, efectivamente, tiene que ver con un Lagos estancada No es la primera vez que estamos viendo esto de que no prende. Tercero, la irrupción de Guillier, aunque ya la vimos en otras encuestas hace tres o cuatro meses. En el caso de Lagos, uno puede preguntarse si se baja con estos resultados. Hay que tener mucho cuidado con lo siguiente. Hay que preguntarse el porqué Lagos está en campaña. Uno puede simplemente decir que es voluntarismo y, frente a eso, es una persona de carácter que ha demostrado que cuando tiene voluntad de algo, empuja. Pero no sólo es voluntatismo de Lagos; tiendo a pensar que detrás está lo que podríamos llamar la Concertación, que ve en su figura un escudo protector, alguien que salve el legado de los últimos 20 años previos, para que no sea hecho tiras por los nuevos dirigentes.

– ¿Un escudo también contra la izquierda fuera de la NM?

– Efectivamente, tanto de la nueva izquierda que está en la Nueva Mayoría como la que está fuera. Lagos no es un Toribio el Náufrago, no es un problema de que esté solo; Lagos representa a un grupo de personas y ha habido lineamientos danos en ese sentido. Esto ocurre, además, en el contexto de un Guillier del que no sabemos qué representa, si la continuidad de la Nueva Mayoría u otra cosa. Está jugando a alejarse de los partidos. Peno va a necesitar su apoyo, sobre todo en la izquierda, mundo en d que necesitas operaciones políticas.

– ¿Ve algo en Guillier que se asemeje al fenómeno Donald Trump? No en el sentido del outsider/and establishment, sino en la fuerza de su irrupción y la sorpresa.

-Al contrario, pienso que la campaña que se hace desde el mundo de la izquierda y al interior de la Nueva Mayoría contra Piñera es tratar de asemejarlo a una especie de Trump. Guillier no es altisonante, no genera polémica. En ese sentido lo veo distinto de Trump, que genera división, en esa lógica muy de la política norteamericana de generar clivajes para decir ‘estás conmigo o estás contra mí’, una estrategia bastante útil porque polariza y aglutina

– ¿Y cómo explica que un precandidato del que no se sabe qué representa crezca y crezca? ¿Qué es lo que está valorando la gente?

– Uno se pregunta si no habrá una analogía, en el sentido que Lagos o Piñera representan el poder, representan lo que ya no funcionó. Esto, sobre todo para el mundo de la izquierda, que se encargó de enterrara la Concertación. En ese sentido, Guillier aparece como una alternativa. Pero también hay particularidades de la situación chilena. Los chilenos tenemos una tendencia muy enraizada al gusto por lo nuevo, lo limpio, lo inmaculado, es como la proyección del concepto mariano de la cultura popular que han descrito algunos sociólogos. Guillier podría encajar un poco en eso. El problema es que el países un poco más distinto, en el que después de un período de búsqueda de grandes sueños, esos sueños se han ido aterrizando y la gente guiar cosas mucho más específicas, sobre todo en una población de clases medias que quieren seguir progresando. Los lenguajes de sueños no sirven para esta etapa. Guillier puede plantearse en esta etapa con la ambigüedad, tiene que hacerlo mientras no se resuelvan las primarias.

– ¿Y la NM, la ve sustentable?

– Están todos estos corcoveos por parte de ciertos sectores de la Democracia Cristiana, de llamar a tener un candidato único que ni siquiera vaya a una primaria, sino que a la primera vuelta. Todos esos escenarios son factibles y no significan una destrucción de la Nueva Mayoría. La Nueva Mayoría es un pacto electoral para gobernar, como lo fue, en su último tiempo, la Concertación. Esa Concertación que era una gran epopeya, un gran sueño, trató de revivirse algo con el programa de la Nueva Mayoría. Pero a vuelta de un año nos dimos cuenta, y por palabras de los propios miembros de la Nueva Mayoría, que ese programa era desconocido o, al menos, que nunca se había acordado. No están los tiempos como para grandes sueños o transformaciones.

– ¿Son tiempos de pragmatismo?

– Mucho pragmatismo. Y yo diría ‘¿cómo que pragmatismo, si hay gente que quiere cambiar la educación? Sí, quiere cambiar la educación porque quiere pagar menos’ quiere cambiar las AFP porque quiere tener más seguridad para la jubilación o quiere tener lsapre, pero no puede, por lo que quiere es una buena salud.

– ¿En tiempos de mucho pragmatismo, entonces, una plataforma electoral como la NM tiene futuro?

– Esa es su función y puede sobrevivir. El problema está en esa famosa frase que dice que no tener poder les afecta más a los que no lo tienen que a los que lo tienen. Desde ese punto de vista, la Nueva Mayoría, si gana la presidencial, puede sobrevivir perfectamente, con conflictos, pero puede sobrevivir. El problema está en si no gana y los resultados parlamentarios no son los del 2013, que fueron los mejores para ese sector desde el retorno de la democracia. Ahí se empiezan a producir problemas, porque finalmente el Estado es un gran bálsamo para la distribución del poder. También hay que considerar un sistema electoral que genera incentivos a la independencia, a que puedas formar partidos pequeños o corrientes al interior de los partidos, que es lo que estamos viendo en todo el sistema.

– Bachelet se comunica ahora en tono de «legado». ¿Cree que ha habido autocrítica suficiente por estos tres años de gobierno?

– A su modo, ha hecho cierta autocrítica. El ‘realismo sin renuncia’ ya es una autocrítica. Más allá de qué significa eso, es una advertencia de que la obra gruesa está lista. Y ella no es la que lo dice, son otros personeros al interior del gobierno. De alguna manera está diciendo ‘mira, llegamos hasta aquí, lamento que no podamos seguir avanzando’. Uno podría leer eso como autocrítica. Pero, ¿debiera un presidente hacer autocrítica? Uno, desde afuera, dice por supuesto. Pero no frente al poder, porque frente a la lógica del poder eso es debilidad, es reconocer que hice mal las cosas sabiendo que no iban a resultar, es abrir un nuevo flanco para las críticas.

– En esa línea, ¿cómo interpreta la reunión de Bachelet esta semana con los jefes de los partidos de la NM para sentar algunas bases de interacción que le permita concretar algo durante el útimo año?

– Creo que es un tremendo erorr esto de decir vamos a tener una suerte de cumbre en la cual nos vamos a juntar todos. Primero, porque se transforma en un show mediático. Una coalición tiene mecanismos para expresar ideas, para socializar temas, sobre todo en un sistema presidencial, en el que tienes legislativo y ejecutivo. ¿Es esto un show mediático, qué es lo que es? Si tratas de buscar qué salió de ahí, ocurre como en todas esas reuniones, que uno supone debieran hacerse todo el tiempo, que van a actuar con más coordinación, etc. Es muy malo, porque lo único que hace es que los ciudadanos vean un show. Eso es un error comunicacional. Si bien entiendo la lógica, una de activación, degenerar movimiento, al final no genera ninguna noticia.

-Básicamente, lo que ha quedado de ese encuentro es que el interés de La Moneda es que salgan a comunicar la obra de estos años.

– Sí. Si uno se va al primer gobierno de Bachelet, se descubre que ella, desde un principio, dice ‘nadie se repite el plato’. Esas fueron sus palabras del 2005. Vamos a estar fuera del establishment de la Concertación, decía el ministro Velasco. Entonces, esta cosa anti establishment, anti Concertación ya surgió en su momento. Duró muy poco y tuvo que volver a los partidos. En esta oportunidad también trató de dejar fuerza los partidos. Eso tuvo un costo en términos del tipo de gabinete, porque ¿quién le presta ropa a un gobierno que no quiere que se la presten? Desde ese punto de vista, esta visión anti establishment o anti política vuelve a repetirse, pero ya no son las mismas circunstandas. Esto, porque el programa es un programa reformador, pero muy complejo. Reforma constitucional, educacional, laboral, tributaria, electoral, etc. Se tiran todos los elementos a la parrilla en una lógica muy arriesgada, porque son muchas variables. Pero sigue adelante, porque estaba girando a la cuenta corriente de alto prestigio que le daban las encuestas antes y durante la campaña del 2013. Todo eso fracasa y uno se pregunta cuál es el legado.

– Bueno, a la hora de destacar su legado, Bachelet enfatiza el tema de la gratuidad. ¿Comparte que ese sea el gran legado que deja?

– Creo que hay algo de razón en decir la gratuidad, que en realidad lo que hace es consolidar un proceso que había partido con Piñera, y se consolida esa sensación en parte importante de la población de que hoy tienen mayores facilidades parad acceso a la educación. Desde ese punto de vista, no es mala esa estrategia. El problema está en que no estamos hablando de gratuidad. Por mucho nombre que se le ponga, faltan muchos recursos. Además, tampoco hay mucho apoyo con respecto a que esa sea la solución, que la gratuidad, tal como se la entiende ahora, sea la fórmula.

– ¿Cómo visualiza la relación de un eventual segundo gobierno de Pi-fiera con los partidos,a la luz de la experiencia del primer gobierno?

– Piñera, así como Bachelet, cometió el error de creer que podía gobernar sin los partidos. Y en este contexto casi virginal en el que a los chilenos les gusta la política, en la que no existen los políticos ni los partidos políticos, te puede funcionar hacer un gabinete de no políticos, pero en la práctica es muy difícil que funcione. Hoy, los partidos tienen muy claro eso y en un eventual gobierno de Piñera no van a hacer lo mismo. Van a tener sus propias demandas, no van caer en esta especia de prescindencia que sufrieron durante el gobierno de Piñera. Además, ya saben lo que es ser gobierno y ya saben dónde están los nervios del poder en la estructura de gobierno. Tiendo a pensar que se tiene un claro diagnóstico de lo que significa la figura de Piñera, el gobierno de Piñera y su modo de ser. No es algo que se vaya a zanjar en esta etapa, porque lo que quieren ahora los partidos es ganar. Pero los petitorios están claros, sobre todo porque un segundo gobierno de Piñera abre desde el comienzo la pregunta de la sucesión. El gran problema después del primer gobierno de Piñera fue que la centroderecha no fue capaz consumir una sucesión. La sucesión le plantea al gobierno de Piñera una complejidad a enfrentar desde el primer día.

– ¿Qué efecto ha tenido en la centroderecha la mayor diversidad?

– Hoy, aunque hay discusiones valóricas que van a continuar; por primera vez hay un fenómeno sociológico por el cual lo que concuerdas no opera tanto a nivel de elementos valóricos, sino que en ciertas visiones económicas que se cristalizan en la idea de progreso, en la idea de crecimiento, en términos de mayor, bienestar, de seguidad. A lo que se confluye esa ciertas nociones básicas que tienen que ver con prosperidad, con crecimiento con progreso. Eso ya te empuja la diversidad, porque qué pueden tener en común personas que vienen de troncos político-valóricos distintos aparte de concordar en temas más bien prácticos que tienen que ver con el bienestar.

– ¿Concuerda con quienes creen que hay una crisis del modelo de democracia representativa?

– Vivimos en una democracia representativa consagrada, pero los instrumentos de expresión de demanda están deslegitimados, la gente los ve con desconfianza. ¿Vamos a migrar hacia una democracia directa? Creo que no. A lo que estamos migando es a que la competencia por definir agendas no va a estar sólo mediada por los partidos, sino que los partidos van a competir con muchas otras organizaciones, como ya está ocurriendo con los movimientos sociales, las ONG, las corporaciones y grupos de interés. Los partidos van a seguir articulando ese tejido, pero todavía tienen un déficit en cómo hacerlo. No veo cómo se puede constituir un gobierno en el cual las decisiones puedan ser tomadas en forma sistemática con mecanismos directos. No por un problema tecnológico, sino de inestabilidad. Las instituciones necesitan estabilidad para funcionar. Sí hay una amenaza, que es el populismo. Es una amenaza porque con el mismo instrumental de los partidos puede desarrollar políticas que colapsen los sistemas. Las democracias con instituciones más estables son lasque más pueden sobrevivir. En Chile, las instituciones parecen fuertes, el problema es que, para que funcionen, tiene que haber individuos que las realicen, toque implica que se resistan a la tentación populista.

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