Kant planteaba que la paz perpetua era posible siempre que el hombre abandonara el mecanismo de la guerra y se planteara la paz como un fin y un deber.
La provocativa visita de Choquehuanca, las descortesías de un senador boliviano con una mujer en Arica, la odiosidad permanente de un Presidente que no tiene otro norte que romper esa paz construida en el tiempo, como término de una guerra que ellos invitaron y que aun, con reparos y asperezas, permitía avanzar, nos van dando cuenta de que nunca conocieron a Kant o que si lo conocieron, lo que están buscando entonces es escalar el conflicto. Lo curioso de esta escalada es que Morales, desde las alturas de La Paz, bravuconea y cuando Chile asume una mínima reacción, se victimiza y se asusta. Da la impresión de que es necesario decir las cosas por su nombre y Bolivia ya le dijo NO a Morales. Lo que está haciendo ahora es una provocación cobarde materializada por una delegación cuya opinión vale bastante poco en un gobierno personalista y populista.
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