Frente a estos candidatos “nuevos” se genera una situación bastante especial. Por un lado la ciudadanía habla de la necesidad de recambio, de que no se presenten “los mismos de siempre”; pero cuando eso ocurre son rápidamente cuestionados por la propias ciudadanía: ya sea por su nivel socioeconómico, por estudios o profesión.

La tradición histórica chilena es que la política es un espacio de las élites (desde el inicio de la República) y pareciera ser que sólo desde la élite se puede gobernar (no sólo económica sino que intelectual).

Por lo que los outsiders son cuestionados y fuertemente criticados, no sólo como el caso de Leopoldo Méndez, sino que de otros personajes de la “farándula” que han ingresado a la arena política.

Eso responde a la percepción de la ciudadanía que este tipo de trabajos es de la elite y no de un ciudadano común.

Esto no sólo ocurre en este tipo de candidaturas, sino que también lo que pasa con los dirigentes vecinales, miembros de junta de vecinos, etc, que no logran puestos de mayor influencia principalmente porque dentro de los partidos políticos no existen procesos reales de democracia interna que permitan la incorporación de estas figuras.

Eso también de la mano de que se espera que los políticos sean profesionales porque ellos pueden tener mayores conocimientos para entender la administración pública y en estos candidatos no se ven esas cualidades.

Lesley Briceño, académica de la Universidad del Desarrollo (UDD).

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