Frente al nuevo paro de profesores cabe pensar: solo teme ser evaluado quien será mal evaluado.
En un contexto donde existen serios esfuerzos del Gobierno por mejorar el agobio que viven muchos docentes de nuestro país, el Colegio de Profesores no sorprende con el llamado a la inactividad. Una apoderada de un colegio emblemático me señalaba que los profesores el viernes les entregaron tareas a sus hijos para las próximas dos semanas sin mediar conversación alguna. Dos semanas de vacaciones pagadas.
El colegio al que me refiero dista de la realidad que viven muchos de sus colegas en la periferia de Santiago, donde la actividad docente es casi una actividad heroica. Puede reprocharse que el Ministerio ha sido ingenuo al pretender evaluar a todos los colegios por igual, existiendo casos en que se viven situaciones extremas donde ya lograr que el alumno llegue a clases es un desafío. Pero ése no es el argumento del Colegio de Profesores.
Al igual que otros actores sociales, su aporte se reduce al paro y la protesta. No hay estudios propuestas ni investigaciones que avalen su doctrina. No es más que un grupo de interés que vela por eso. Su interés y no la educación. La ciudadanía debe tomar cartas en el asunto. Flaco favor le hace el sabotaje a un sistema que pretende ser de calidad, modo de negociación que además avisa ir ahora sobre la matrícula particular subvencionada. Muchos padres quedan capturados, y la razón: los profesores a diferencia de muchos profesionales no están dispuestos a ser evaluados.
¿Por qué tanto temor? Es paradójico que ellos luego sean quienes evalúen quién es un buen y un mal alumno.
Carta publicada en La Estrella de Tocopilla 06/06/2015