En el programa de TVN, El Informante, el ministro Alberto Arenas señaló que «dos terceras partes de la producción del vino se van fuera de Chile y eso no se toca», refiriéndose a uno de los efectos de la reforma tributaria. Y es que llama la atención que el ministro, en sus propias palabras, no repare que será justamente el pequeño productor el que se verá mayormente afectado, contradiciendo de paso la tesis de que el pequeño empresario se verá incluso fortalecido por una reforma tributaria que tiene su eje en castigar las ganancias del trabajo y no, en cambio, el gasto, como sucede con el sistema actual.
En este mismo contexto, al parecer el ministro tampoco ha reparado en el carácter regresivo del aumento de tasas que propone (dentro de un cambio integral de esquema), toda vez que las externalidades negativas que genera el consumo de alcohol en nuestra población rural así como en la urbana de menores ingresos, no se debe precisamente al consumo de vino de exportación, sino que al de ese tercio ahora discriminado; obvia de este modo los efectos negativos que estos tributos tendrán en la calidad de la oferta de alcohol corriente.
Así, con el afán de compararnos, en términos de precios con economías desarrolladas e importadoras de vino me atrevo a anticipar que esta propuesta terminará deprimiendo economías locales centenarias, generando incentivos perversos para la producción -incluso clandestina- de destilados aún más baratos y de mala calidad.
14/04/2014
Facultad de Gobierno
Carrera de Ciencia Política y Políticas Públicas
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