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La Tercera | Columna de opinión de Juan Pablo Sims: Naciones Unidas y geopolítica

En la actual Asamblea General de la ONU, un resonante coro de líderes mundiales, incluido el Presidente Boric, pidió una reforma integral. Subrayaron que la estructura actual de la organización está desfasada y mal equipada para abordar las complejidades de los desafíos globales actuales. Sin embargo, la búsqueda de un cambio significativo se ve obstaculizada no solo por intrincadas trabas procedimentales, sino también por el resurgimiento de la competencia entre las grandes potencias.

El panorama geopolítico actual refleja más las tensiones de la Guerra Fría que el espíritu cooperativo de los años 90 y principios de los 2000. Esta realidad subraya que las dinámicas de la ONU reflejan inherentemente el sistema internacional en su conjunto.

El historial reciente de la ONU subraya su lucha por mantener cierta relevancia, a pesar de grandes fracasos. La organización ha luchado por prevenir, mitigar o resolver crisis en varias regiones, Gaza, Siria y Ucrania, destacan en los últimos años, pero los casos abundan.

Estos ejemplos ilustran no solo deficiencias procedimentales sino también el efecto paralizante de la rivalidad entre grandes potencias dentro del marco de la ONU. Mientras las grandes potencias estén en desacuerdo, la capacidad de la organización para actuar de manera decisiva permanece limitada.

Reformar la ONU para promover eficazmente la paz y la seguridad requiere abordar sus deficiencias estructurales. Una de las propuestas más prominentes es la expansión del Consejo de Seguridad para incluir nuevos miembros permanentes, como India, Brasil, Alemania y Japón.

Sin embargo, dicha reforma enfrenta obstáculos significativos. Enmendar la Carta de la ONU para cambiar la composición del Consejo requiere una mayoría de dos tercios en la Asamblea General y el acuerdo de los cinco miembros permanentes, cada uno con poder de veto. Dadas las crecientes rivalidades entre grandes potencias, es altamente improbable lograr consenso. Además, incluso si la expansión fuera posible, nuevos miembros con veto podrían aumentar el estancamiento.

Por lo tanto, dadas las formidables dificultades para reformar el Consejo de Seguridad y la incertidumbre sobre el impacto potencial de tales cambios, es esencial reconocer que la ONU refleja fundamentalmente el sistema internacional. Las dinámicas geopolíticas dictan el funcionamiento de la ONU, no al revés. Mientras Estados Unidos y China permanezcan atrincherados en competencia, es poco probable que la ONU -o cualquier otra organización internacional- produzca mejores resultados al abordar cuestiones globales importantes.

La estrategia más efectiva es capitalizar el marco existente de la organización fortaleciendo sus agencias especializadas que brindan bienes públicos invaluables. Organizaciones como Unicef, el Programa Mundial de Alimentos y la Organización Mundial de la Salud continúan desempeñando roles cruciales en asistencia humanitaria, crisis de salud y esfuerzos de desarrollo.

En otras palabras, la ONU en sí misma no es el problema central; la persistente rivalidad entre grandes potencias lo es. La historia muestra que tal competencia solo disminuye cuando una disparidad significativa de poder la vuelve obsoleta. Sin embargo, en el futuro previsible, esto parece improbable. La competencia entre grandes potencias ha llegado para quedarse, nos guste o no, y nuestro enfoque hacia la cooperación internacional debe adaptarse en consecuencia.

Por Juan Pablo Sims, Centro de Estudios de Relaciones Internacionales Universidad del Desarrollo