Apenas se conocieron los resultados de la encuesta CEP, la semana pasada, el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, comenzó a recibir decenas de mensajes. «Felicitaciones Presidente», decían algunos de ellos. El edil había liderado el ranking de las figuras mejor posicionadas, con un 48% de aprobación y un 20% de desaprobación.
Desde que llegó a la comuna, Lavín ha estado trabajando en una «nueva forma de hacer política» que, a juicio de sus cercanos, lo pondrá de nuevo en la carrera hacia La Moneda: les habla a las nuevas generaciones por redes sociales, ha impulsado la integración social e implementado normativas como sanción a los piropos o la prohibición de fumar en los parques. Para todo esto, cuenta con un equipo estrecho con quienes evalúa sus propias ideas.
Su principal asesor por estos días es Gonzalo Müller, académico de la Universidad del Desarrollo, quien también trabaja en el área de innovación y cultura en Las Condes. Es Müller quien lo ayuda con su estrategia comunicacional y política, aunque quienes están cerca de Lavín aseguran que él es el creador de sus campañas y que solo conversa con sus cercanos para evaluar sus ideas.
Sin embargo, cuando se trata de temas políticos, acude al senador Juan Antonio Coloma (UDI) y a veces al concejal Julio Dittborn, expresidente del mismo partido. Si bien las conversaciones no serían constantes, sí están presentes cuando Lavín «mueve el eje político», como el año pasado, cuando izó la bandera gay en la municipalidad.
El exalcalde Francisco de la Maza también es un asesor importante para Lavín. Una de sus cualidades es su capacidad de anticipación a las crisis. Cercanos a Lavín aseguran que a este le gustan los análisis de De la Maza, porque son fríos e independientes. Una forma de trabajo que no es desconocida para Lavín, pues, De la Maza formó parte de su equipo de campaña presidencial que competía contra el expresidente Ricardo Lagos en el denominado grupo los «samuráis». De la Maza era parte del círculo más íntimo del candidato, junto a Carlos Alberto Délano, Ernesto Silva Bafalluy y Cristián Larroulet.
Itinerario
«Evópoli ha ampliado la frontera de la centroderecha y justamente hacia el centro; ha incorporado gente joven y sobre todo ha traído nuevos liderazgos». Con estas palabras, Lavín le enviaba un saludo al partido en su aniversario. Un mensaje que no sería casual, sino que apunta al público sub40, ese grupo que en los últimos años ha buscado captar. Cercanos a Lavín aseguran que los más jóvenes están recién conociéndolo como alcalde y no saben que fue candidato presidencial ni el autor del libro «Chile, la revolución silenciosa». Es por esto, explican, que el alcalde ha creado iniciativas pensando en ellos: prohibición de fumar en los parques y ordenanza antipiropos, aunque su proyecto de la laguna de cristal en el Parque Padre Hurtado perdió con un 75,2% en contra.
Sus cercanos aseguran que la primera misión que tiene Lavín es lograr la reelección en Las Condes y con eso obtener la votación más alta de la historia en la comuna, superando su propio récord. Atrás dejó la idea de presentarse como gobernador, pues, como les ha comentado a sus amigos, el cargo no tendría poder ejecutivo. Durante su gestión, dicen desde el círculo del edil, insistirá con la integración social. Esta vez piensa construir un edificio en San Carlos de Apoquindo. Además, se enfocará en la «smart city», una idea que busca transformar a Las Condes en una comuna inteligente donde se incorporen sensores que detecten hechos de delincuencia, accidentes de tránsito o el número de estacionamientos libres en la comuna.
Respecto de la política, la estrategia de Lavín será seguir marginado de los partidos políticos. Ya casi no pisa la sede de la UDI y no habla con los medios sobre política. Sí, dicen sus cercanos, pretende posicionarse más al centro.
Para su círculo, es inevitable comparar la posición en la que está ahora el alcalde con la de 1999, cuando compitió en las elecciones presidenciales contra Lagos. Uno de los aspectos que se parecerían, dicen, sería el momento en que se ha posicionado. «A fines de los 90, se despolitizó todo y había una desconfianza fuerte hacia la política», dice uno de sus asesores, misma situación que sucede actualmente, como lo demostró la encuesta CEP: un 63% que no se identifica ni con la derecha ni con la izquierda.