El acuerdo de la Cámara de Diputados ha repercutido en La Moneda en dos lógicas opuestas: reconocimiento por parte de la oposición y duras críticas desde los sectores más conservadores del oficialismo.
SANTIAGO.- La jornada de este miércoles, el despliegue de La Moneda en los pasillos del Congreso fue notorio: Hernán Larraín, titular de Justicia; Gonzalo Blumel, de la Segpres; y Cecilia Pérez, de la Segegob, estaban en el lugar cuando se reveló el resultado: con 95 votos a favor y 46 en contra, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley de identidad de género.
«Por los comentarios que se habían hecho, se presumía que podía ser una votación más estrecha, pero creo que el debate fue permitiendo reflejar que aquí había más que una actitud de imposición: una apertura para la libertad individual de las personas, que de acuerdo a su grado de autonomía y grado de capacidad de resolver, podían zanjar una situación que existe», afirmó en el lugar Larraín.
Pero a pesar de las recomendaciones explícitas del Gobierno de apoyar el proyecto de ley, la votación estuvo lejos de aunar en una misma posición a todos los parlamentarios del oficialismo: 21 diputados pertenecientes a la UDI rechazaron la iniciativa y también lo hicieron otros 18 de RN.
La decisión tomada en el hemiciclo repercutió en críticas directas al Presidente Sebastián Piñera por parte de la llamada bancada evangélica, y también fuera del Congreso, desde sectores más conservadores como el movimiento dirigido por José Antonio Kast, Acción Republicana.
«Hoy el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera defraudó a sus electores renunciando a proteger a la infancia y la familia, y confirmó que el eslogan de los niños primeros es sólo eso, un eslogan», aseguraron a través de un comunicado.
Pero así como le ha valido críticas desde su sector, el acuerdo de la Cámara le trajo reconocimiento desde la oposición, el que se graficó de manera concreta en una imagen que cautivó la atención en el Congreso y en redes sociales: un efusivo abrazo entre la ministra Cecilia Pérez y la diputada del Partido Humanista, Pamela Jiles.
En Chile Vamos se hicieron cargo de las discrepancias mostradas dentro del bloque tras la votación del miércoles. “Hay algunas materias donde tenemos diferencias y nosotros respetamos esa diversidad, en aquellos temas que son denominados culturales nosotros hemos fijado un criterio de libertad de acción, eso fue lo que ocurrió esta semana”, comentó ayer Hernán Larraín Matte, presidente de Evópoli y vocero semanal del conglomerado.
¿Lo que gana un gobierno de centroderecha al impulsar y lograr la aprobación de una ley de identidad de género es mayor a lo que pierde con la consecuente división que provoca en sus sectores conservadores?
Un impacto relativo
Para el decano de la Facultad de Gobierno de la U. del Desarrollo, Eugenio Guzmán, el impacto tendrá que medirse de acuerdo a cómo se desenvuelvan las cosas en los días venideros, como lo que pueda ocurrir en el Te Deum Evangélico.
«En el caso del oficialismo, sistemáticamente ha habido distintas posturas en temáticas semejantes, como el aborto en tres causales, por lo que tengo la impresión de que podría tener un impacto, pero no lo vamos a ver inmediatamente», señala a Emol.
Se trata, a su juicio, de temáticas que «interpelan mucho, que son juzgadas por las posibles consecuencias que tengan y no por lo que significan en sí mismas», por lo que es esperable que no le resulten atractivas a los sectores conservadores.
Sin embargo, destaca que la aprobación de la ley «logra aplacar un escenario de críticas en su contra». «No sé si le va a brindar mayor popularidad o no. Eso se verá en las encuestas, aunque no creo que sea necesariamente así», añade.
En tanto, la directora ejecutiva de la Fundación Chile 21, Gloria de la Fuente, asegura que se trata de «dos caras de una misma moneda». «Por un lado, efectivamente ganan con respecto al oficialismo los sectores más liberales, que están más pro esta agenda civilizatoria mínima, y eso tiene algún sentido», explica a Emol, aunque asegura que «genera de todas maneras un problema no menor de administrar».
Para De la Fuente, a la aprobación de la ley contribuyó el Óscar para «Una Mujer Fantástica». «Fuimos testigos de muchos casos, le pusimos rostro a una problemática y hubo una mayor sensibilización de la sociedad chilena. Creo que era imposible no allanarse a una discusión de estas características», asegura.
«Pero eso no soluciona bajo ningún punto de vista el problema político al interior del oficialismo, entre otras cosas porque evidentemente porque hay sectores que no solamente están en contra, sino que son muy refractarios», concluye.
Lógicas «transversales» y no de partidos
Lo que plantea la académica del Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile, Claudia Heiss, es un poco más complejo y se sale de la lógica bipartidista: «No creo que esto capitalice para la derecha, pero tampoco lo hará necesariamente para la izquierda porque es un tema transversal, no es parte de la esencia de lo que tradicionalmente las ha definido», señala.
«Siempre entendemos la diferencia entre izquierda y derecha en términos de clase o económicos, y las cuestiones sobre identidad corresponden a lo que en teoría política se llama la ‘política del reconocimiento’: son temas nuevos en la agenda, que desafían el clivaje de clases. Hay algunas personas que lo ven como algo medio neoliberal, millennial, posmoderno, de elegir incluso a qué sexo se quiere pertenecer», explica.
Por eso considera que no se trata de un triunfo del Gobierno, porque no constituye un «tema central» de su agenda. «Justamente porque es un tema que divide a sus partidarios», acota. Sin embargo, destaca que el Presidente «ha sido inteligente en tratar de defender un discurso más liberal».
«El tema de elegir, del individuo y de la libertad individual sí resuena en alguna medida con el liberalismo que está más asociado a la derecha, con que el individuo amplifique en la mayor medida posible su libertad. Es más amistoso con las generaciones jóvenes de la derecha, que son liberales en lo valórico, pero es difícil porque puede perder su base más conservadora, que es la mayoría de la derecha en Chile», plantea.
Según su análisis, la coalición oficialista «es lo suficientemente robusta como para no tener miedo de perder votos conservadores y apuntar a ganar votos liberales», a pesar de las advertencias de la bancada evangélica y de Acción Republicana. «Esta apuesta declarativa de Piñera de apuntar al centro, que ha sido una buena estrategia política, aunque efectivamente ha tenido costos por la derecha», finaliza.