Señor Director:
Hacer sufrir de forma deliberada a un niño a un niño que no ha violado la ley. Así podría calificarse la política que ha implementado el gobierno de Donald J. Trump para familias que, incluso, sólo buscan asilo, pero que traspasan la frontera de forma ilegal. Los testimonios son horrorosos: niños que lloran hasta dormirse porque no saben dónde están sus padres; padres que cometen suicidio debido a que la autoridad les ha arrebatado a sus hijos de las manos; niños que se paralizan al encontrarse en el cuidado de personas extrañas, que hablan otro idioma, y que los encierran junto a otros niños en “centros especiales”. Según Reuters, al menos 1.800 niños han sido separados de sus padres entre octubre y febrero de este año.
No es necesario decir que, según Naciones Unidas y Organizaciones de Derechos Humanos, familias que buscan asilo tienen derechos bajo la ley internacional y no pueden ser procesados criminalmente. Esta no ha sido la interpretación que ha dado Estados Unidos.
La razón de tomar esta política es que el gobierno de Estados Unidos cree que eso desincentivará el traspaso de la frontera. ¿Es este el nuevo normal? ¿La finalidad – legítima – de resguardar las fronteras justifica la aplicación de una política cruel? El daño que se ha hecho a esos niños, como lo dijo recientemente la Academia Americana de Pediatría es inconmensurable. Y la inhumanidad de esta política también lo es.
Guido Larson Bosco
Instituto de Humanidades Universidad del Desarrollo