Ambos acordaron trabajar hacia la completa desnuclearización de la península coreana, mientras que Washington se comprometió a garantizar la seguridad de su viejo enemigo. Conversamos con Guido Larson, Analista Internacional de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo quien anticipa: «Si no llegase a ser exitosa, entonces esta cumbre pasará a la historia como un momento propagandístico y comunicacional que más se parece a un reality show que a los inicios de una negociación diplomática compleja y difícil».
La reunión entre los mandatarios duró más de tres horas. El hotel Capella de la isla de Sentosa en Singapur fue el escenario en que ambos dieron muestras de optimismo y acordaron trabajar hacia la completa ‘desnuclearización’ de la península coreana, mientras que Washington se comprometió a garantizar la seguridad de su viejo enemigo.
“Creo que esto es el preludio para una maravillosa paz”, afirmó Kim Jong-un durante la reunión. “La reunión ha sido realmente fantástica. Ha habido muchos avances”, agregó Donald Trump.
Al respecto, Guido Larson, Analista Internacional de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo sostiene que “hay demasiadas interrogantes y eso da pie para pensar que las próximas semanas y meses son cruciales precisamente porque, teóricamente, será en ese período donde se definan los específicos”.
¿Qué significa el encuentro de Trump con Kim?
El sólo hecho de que se esté hablando de “encuentro histórico” hace que el significado de la cumbre tome otra relevancia. Pero hay que distinguir entre las percepciones y la realidad, y el significado es uno de oportunidad. Tanto Trump como Kim observaron que había una posibilidad para obtener una victoria política mediante una cumbre de mucho impacto mediático y de enfrentarse al sistema internacional como dos sujetos dispuestos a negociar. El subtexto del encuentro es más calculado a mi modo de ver. Por el lado de Kim, había tenido un 2017 con una retórica beligerante muy estridente; había estado sometido a sanciones económicas y, paradójicamente, había logrado perfeccionar su tecnología nuclear y su capacidad balística intercontinental. Por ende, buscar un encuentro para morigerar las sanciones y mostrarse como alguien que se para como un igual frente a Trump sirve a sus intereses. No hay duda que la imagen de ambos será reciclada una y otra vez desde Pyongyang.
En el caso de Trump, entendía que había un riesgo asociado a la estridencia en las declaraciones, pero también una oportunidad de aparecer intentando resolver un problema que ningún presidente en Estados Unidos ha podido resolver desde hace 65 años. No es menor el que se haya estado comentando las posibilidades de ganar un Nobel y de mostrarse frente a su audiencia interna como alguien que puede resolver cualquier problema que se proponga. Pero, si bien la declaración conjunta parece trazar un proceso futuro, no hay garantías de que ese proceso futuro se cumple ni, más aún, que logre ser exitoso. Si no llegase a serlo, entonces esta cumbre pasará a la historia como un momento propagandístico y comunicacional que más se parece a un reality show que a los inicios de una negociación diplomática compleja y difícil.
En cuanto a lo simbólico del encuentro y el llamado de paz, ¿qué se puede esperar realmente de la ‘desnuclearización’ de la península y cómo se traduce en términos de relaciones con Estados Unidos?
El problema es que ninguna de las partes define qué entiende por ‘desnuclearización’. La declaración conjunta habla de desnuclearización de la península, pero los comentarios previos realizados por Pompeo (Secretario de Estado) y por Bolton (Jefe Asesor de Seguridad Nacional) eran de una completa, verificable e irreversible terminación del programa nuclear norcoreano. En otras palabras, llamaban a la renuncia unilateral de Corea del Norte de sus armas atómicas. Y Corea del Norte parece decir que busca terminar con el paraguas de protección nuclear que Estados Unidos tiene sobre Corea del Sur. ¿Pero qué significa exactamente eso? Piénsese que EEUU tiene capacidad intercontinental, por lo que puede atacar nuclearmente a la península coreana desde su propio territorio, lo que supone que entonces debiera renunciar a esa capacidad también. Entonces, ambos parecen entender cosas distintas por el concepto y hay una distancia considerable entre esa comprensión. Por otro lado, se encuentran también los elementos específicos: ¿implicará reducción de tropas norteamericanas en Corea del Sur? ¿Supondrá terminación de la capacidad balística de mediano alcance norcoreano? Hay demasiadas interrogantes y eso da pie para pensar que las próximas semanas y meses son cruciales precisamente porque, teóricamente, será en ese período donde se definan los específicos.
¿Es el comienzo de una nueva historia entre EEUU , Corea, y China, su principal aliado?
Es difícil saberlo porque la historia de relación entre los países no se definen por un sólo acontecimiento, sino por un cúmulo de acontecimientos que se sintetizan en la historia. Y hasta ahora la historia de la relación entre EEUU y Corea del Norte es de antagonismo y rechazo. Sin embargo, hay que considerar la posibilidad de que la cumbre Trump-Kim sea el primer paso de muchos que están por venir y que supondrán la normalización de relaciones entre los países. Dada las dificultades y las exigencias que cada parte está haciendo de la otra, este escenario me parece hoy en día mucho menos probable que aquel que, grosso modo, mantenga el statu quo.
¿Podríamos hablar de un balance en términos positivos y negativos?
Diplomáticamente, los encuentros entre líderes no son positivos o negativos objetivamente hablando. Dependen de cómo se enmarcan en una narrativa que favorece o no sus intereses, y de cómo el resto del sistema interpreta el encuentro. Desde una perspectiva normativa, evidentemente es mejor que Trump y Kim estén reunidos conversando a que estén amenazándose por las redes sociales. Y siempre es positivo el intento de resolver diferencias de larga data. Pero si se enfrenta imparcialmente la realidad, hay que reconocer que las expectativas sobre lo que vienen son completamente exageradas y que hay una lectura del encuentro como uno únicamente publicitario pero sin sustento. Si el objetivo es la normalización de las relaciones, entonces el balance es intermedio; si se piensa en el objetivo como el inicio de un proceso complejo de negociación, entonces el balance es positivo.
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