Entre tanto fútbol pareciera que han pasado un poco desapercibidos, por la opinión pública, algunos acontecimientos que han marcado la semana política: el voto de censura al Senador Navarro y la discusión sobre los aportes de las empresas a los partidos políticos. Estos dos actos parecieran dejar de manifiesto que la política tradicional no ha sido capaz de tener una verdadera sintonía con las demandas ciudadanas, ni entender el desprestigio que vive actualmente la elite política. Esto se manifiesta claramente en la falta de correspondencia en el discurso de ellos donde han planteado abiertamente la necesidad de terminar con las malas prácticas, como el tráfico de influencias o los aportes irregulares a las campañas, que se han dado a conocer en los últimos meses elogiando lo planteado por la comisión finge!; pero sin tener una relación con lo que terminan ejecutando.
Por eso mismo, la creciente desconfianza en las instituciones producto de estas acciones, el aumento del malestar social y la crisis que están viviendo el mundo político, pareciera ser que está lejos de finalizar, ya que lo único que se logra es agudizar el fenómeno de insatisfacción y desafección política, ya que la distancia entre el mundo político y el real es cada vez más abismante y en vez de dar señales claras para cambiar la percepción de la ciudadanía y de tomar acciones concretar para resolver los problemas esto solo queda en el discurso que se da a la opinión pública, pero no en acciones concretas. Por lo que la percepción es que los partidos tienen un discurso más demagógico y populista; y no un discurso cercano a la realidad.
Las prácticas de clientelismo político no son nuevas en nuestra historia política pero la sociedad civil, y especialmente el electorado actual, hoy en día anhela que este tipo de prácticas termine, se ha convertido en un electorado más demandante, más informado, con mayor acceso a las tecnologías, especialmente en las redes sociales, y demandando que nuevos temas se discutan en la agenda política.
En este sentido es necesario que el mundo político debe mejorar no solo los mecanismos de democracia interna dentro de los partidos, sino que además hacer propia la idea de «accountability» que no solo tiene que ver con la rendición de cuentas (en términos económicos) sino que más bien en informar como se ha utilizado la autoridad que se le ha conferido; y de esta forma estar más en sintonía con la sociedad civil y volver a una de las funciones principales de los partidos políticos como es articularlos intereses de los ciudadanos.
Columna publicada en El Diario de Concepción 05/07/2015