Los partidos dicen públicamente que no han tenido ningún problema para buscar y encontrar candidatas. La queja en privado pasa porque las elegidas sean ubicadas en lugares donde sean competitivas y no lanzadas al sacrificio para que el varón privilegiado salga electo. El debate sigue en desarrollo.
Luego de la pompa con la que se anunció la aprobación de la Ley de Cuotas para las mujeres candidatas (40% como mínimo), dentro de la reforma al sistema electoral, se pasó a una cruda realidad en la que el poder y la influencia que ejercen los hombres a la hora de confirmar cupos al Parlamento traen como resultado una legislación que no traerá cambios concretos.
Hoy el Parlamento criollo está compuesto por 17,1% de mujeres. En América Latina el número llega al 25,2%, mientras que a nivel mundial se empina al 21,5%. Tras cada elección la tasa de crecimiento de féminas legisladoras apenas avanza en 1,7%. Es decir, entre los comicios de 1989 y 2014 hay sólo 11,5 puntos porcentuales de diferencia. Todo porque el 90% de los candidatos fueron hombres.
Por otro lado, de acuerdo con los cálculos preliminares que se manejan dentro de los partidos de la Nueva Mayoría y Chile Vamos, solamente el 17% de los escaños a elegir para el nuevo Congreso Nacional (que tendrá 150 diputados y 55 senadores) corresponderá a miembros del mal llamado «sexo débil».
La inquietud fue recogida por representantes de la oposición y el oficialismo, quienes hablan de postulantes «arroz graneado» y de decisiones que ni siquiera toman aspectos prácticos, como pueden ser los horarios de las reuniones políticas, que por lo general son después del trabajo y en la noche, lo que complica el desempeño de las dirigentas que también ejercen el rol de madres y jefas de hogar.
Resultado: se mantiene el bajo interés de las mujeres por participar, por lo que el aumento de los liderazgos femeninos seguirá pendiente, al menos en el corto plazo.
Kena Lorenzini, activista y psicóloga de la Corporación Humanas, declaró en El Ciudadano que la culpa del fenómeno «es de la elite».
«He conversado con senadores que responden respecto al feminismo que sus mujeres mandan en la casa, lo que me molesta muchísimo, porque son estos los parlamentarios que deben legislar sobre violencia de género y no lo entienden», enfatizó.
«Subterfugios»
Recién en agosto se termina al plazo para que los conglomerados inscriban sus candidatos al Parlamento ante el Servicio Electoral. Por lo tanto, aún no se sabe qué fórmula adoptarán los distintos partidos respecto de la aplicación de la ley.
Acá las colectividades afirman públicamente que no han tenido ningún problema para buscar y encontrar postulantes. La queja en privado pasa porque las elegidas sean ubicadas en zonas donde sean competitivas y no lanzadas al sacrificio para que el varón privilegiado salga electo.
Gloria de la Fuente, encargada del departamento de Calidad de la Política de la fundación Chile 21, recuerda que las organizaciones políticas «tienen incentivos económicos asociados para llevar candidatas y sacarlas diputadas o senadoras».
En plata, 500 Unidades de Fomento (cerca de 13 millones de pesos) por cada legisladora electa y 0,01 UF extra por cada voto obtenido.
Davor Mimica, analista de Red Liberal, toma como ejemplo la decisión que adoptó la Democracia Cristiana con la candidatura presidencial de Carolina Goic directo a la primera vuelta.
«No era la molestia con la Nueva Mayoría, el gobierno o las posturas de Alejandro Guillier. La falta de espacios para cumplir con las cuotas y así llevar todos los candidatos, hombres y mujeres, fue lo que hizo posible el surgimiento de una segunda lista parlamentaria, sea en soledad o con una segunda tienda al lado», comentó a Cambio2l.
«Eso de que no hay mujeres es una excusa. Las hay. Es más, creo que sobran hombres que no quieren quedarse afuera», reclamó.
Marcela Ríos, encargada del Programa de Gobernabilidad del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, acotó que «en los padrones de los partidos la mitad de los militantes de partidos son mujeres».
«Hay muchas mujeres en los órganos intermedios de los partidos y dirigentas internas. Lo que las mujeres no logran es que los comités las nominen a los cargos más importantes», acusó.
Eugenio Guzmán, director de la facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, descarta que haya una «ideología de género intencional» a favor de unos y en contra de otras.
«Cuesta enganchar más mujeres porque hay menos mujeres en política y menos interés en participar. Las razones las podemos entrar a discutir. El asunto es que un candidato no lo haces de la noche a la mañana. ¿Cuál es el objetivo político? Ganar los cargos. Y para eso a veces los partidos tienen que hacer subterfugios y poner no verdaderas candidatas y llenar cupos para proteger a los incumbentes», expresó a este medio.
«Al calor de un traguito»
La diputada Alejandra Sepúlveda llegó al Congreso en 2002 cuando militaba en la Democracia Cristiana, momentos en el que el 12% del Parlamento era femenino.
Ante la rigidez de las expectativas del nuevo Parlamento, la legisladora sostuvo para esta crónica que «la intención de la Ley de Cuotas que aprobamos era ser un catalizador de los cambios sociales en Chile».
«Sin embargo, observando lo que pasa en otros países, es claro que las modificaciones y los cambios culturales en este aspecto son lentos y de largo plazo. De hecho, lo que realmente esperamos es que en la elección de 2021 aumenten los deltas de representación femenina», dijo a este medio.
«Lo primero es que haya más mujeres en las directivas de los partidos. Eso ayudará a compatibilizar los valores de la mujer en la actividad, lo que va más allá del horario de las reuniones», añadió.
«Parte del descrédito que hay hacia la política pasa porque muchas mujeres con potencial no pueden o no las dejan ser candidatas, por lo que tienen que irse a otros sectores o buscar cargos menores», nos comenta Marisol Turres, diputada de la UDI.
«Facilidades no hay ninguna, porque las que nos dedicamos a esta actividad debemos hacernos cargo también de las responsabilidades del hogar. Yo normalmente llego a las 12:00 de la noche a mi casa. Las comisiones de la Cámara terminan tarde y me toca recorrer las comunas que componen mi distrito (Puerto Montt). Y así cuesta compatibilizar la vida familiar, más aún para quienes somos de regiones», explicó.
Marcela Hernando es la primera diputada radical en 52 de años de historia. Y ese peso lo ha sentido en estos tres años y meses de labores.
«Cuesta validarse, principalmente porque nuestra forma de ser es diferente. Entonces, no es comprendido el tono de voz y los discursos. Por eso no es lo que más vende. Y eso nos obliga a ser más disruptivas, porque son las que más se notan. Como que vamos adquiriendo visos de masculinidad en la forma de hacer política», lamentó.
«Yo siempre utilizo un dicho: las personas no saben lo que no saben. Y los hombres no se dan cuenta de algunas cosas. Tengo que decirles y ellos se sorprenden pero así van aprendiendo. Además que a los varones les es más fácil conversar de política al calor de un traguito, de una cena. Y las mujeres somos menos dadas a ese tipo de eventos. Por eso que somos excluidas, a menos que estemos dispuestas a participar, pero poniendo los límites», prosigue.
La exalcaldesa antofagastina recalca que «no es necesario beber hasta el final y hay que saber a qué hora retirarse. Esa prudencia se aprende. Uno nota que van apareciendo algunos síntomas y debe entender que ya terminó la conversa útil y de ahí lo único que queda es escapar (ríe)».
«Tener candidatas mujeres es un plus tremendo que hay que saber aprovechar. Todo lo demás es parte de un cambio cliché que en nada ayuda a mejorar las viejas prácticas políticas», sentencia Alejandra Sepúlveda.
A todos los nuevos les cuesta más Interpelados por sus pares femeninos, los honorables hombres descartan sexismo y malas prácticas.
Pablo Lorenzini, diputado DC, nos manifestó que «a nivel de consejo nacional ya existe una lista de candidatas mujeres, por ende, problemas no hay».
«Lo que sucede es que para cualquiera que es nuevo es complicado enfrentarse a los que están hace rato instalados en sus cargos, sean hombres o mujeres. La interrogante pasa porque los que lleguen constituyan un verdadero recambio. Mientras tanto, lo que les queda es mostrarse y evitar que pierdan el interés por seguir en carrera. Por de pronto, el que nuestra abanderada presidencial sea mujer nos debiera motivar», argumentó.
Jorge Tarud, diputado PPD, hace pasar por alto el factor de género. «Los políticos trabajamos 24/7. No tenemos feriados ni fines de semana libres. Es más, muchas veces los mismos periodistas me llaman a mi teléfono a las 12:30 de la noche y he tenido que contestar», relató en estas páginas.
«Qué quiero decir con esto, que el sacrificio de la actividad política no distingue sexos. Es duro tanto para hombres como para mujeres», agregó.
Lautaro Carmona, diputado comunista, hace alusión a las líderes históricas de su sector: Gladys Marín, fallecida extimonel del partido, y Bárbara Figueroa, primera presidenta mujer de la CUT.
«Para nosotros resulta fundamental el aporte de la mujer que proviene de todos los mundos donde se han producido luchas sociales: derechos humanos, el campesinado, las empresas textiles, los jóvenes y muchos otros. La autoridad moral que ellas tienen nos nutre de ideas para seguir en la batalla», remarcó.
La senadora Lily Pérez agarra el guante al subrayar que en 2009 «fui candidata con primera mayoría, pero me costó mucho que me dieran el cupo porque había muchos hombres interesados. Se tuvo que hacer muchas encuestas».
«Nosotros en Amplitud es al revés. Nos reímos un poco y decimos que el 40% lo van a ocupar los candidatos hombres», ironizó.
El analista Eugenio Guzmán concluye que los electores hace años que están votando por representantes femeninos. Por lógica, el panorama no tendría por qué ser negativo para los próximos procesos.
Así lo resume: «cuando se ven candidatas como Michelle Bachelet, que obtiene una gran votación, o postulantes con arrastre en su momento, como Jacqueline van Rysselberghe, Virginia Reginato, Adriana Muñoz, Isabel Allende, etc., es porque existe un sesgo que se llama ser buen o mal candidato. Y eso tiene que ver con características que no se producen automáticamente».
«Formar a un ingeniero tarda harto tiempo, más aún alguien para la carrera política, que es algo importante en el terreno socio-psicológico. Solo basta aclarar que en ninguno de los países nórdicos y en casi toda Europa no existen leyes de cuotas», remató.