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Radiografía a los «nini»: Más de medio millón de jóvenes no trabajan ni estudian y casi 40% se concentra en Santiago – El Mercurio

El 63% son mujeres, el 80% pertenece a los sectores socioeconómicos más vulnerables y muchos de ellos son hijos de padres nini. Un desafío social que un empresario B decidió asumir como bandera de lucha para movilizar tanto al sector privado como al público.

El concepto nació en Inglaterra, en 1999. Un informe que alertaba sobre los problemas sociales que las políticas públicas estaban obviando usó por primera vez el acrónimo «NEET» (Not in Education, Employment or Training) para referirse a los jóvenes británicos fuera tanto del mundo educacional como del laboral.

A raíz del impacto de la crisis de 2008 en España, ese país terminaría traduciendo la sigla al castellano hace una década. Nacían así los «nini», para nombrar a los jóvenes que NI trabajaban NI estudiaban. Para los españoles fue un problema crítico, sobre todo hacia 2012, cuando la tasa de personas entre 16 y 29 años que estaban en esa condición tocó el 25%.

El tema de a poco empieza a preocupar en Chile, donde bajo el paraguas de nini caben desde los jóvenes vulnerables excluidos de la educación formal y del trabajo hasta aquellos más afortunados que deciden darse un año sabático para viajar antes de ingresar a la educación superior o a su primer empleo.

Para intentar perfilar al nini chileno, la consultora ActitudLab analizó las estadísticas sociodemográficas de fuentes públicas disponibles y elaboró una completa radiografía del fenómeno, que será presentada la próxima semana. En ella cifra en 545.654 la cantidad de jóvenes de 15 a 29 años que no trabaja ni estudia, equivalentes al 18% de ese grupo etario. Lo más revelador: casi el 80% de ellos pertenece a los grupos más vulnerables de la sociedad.

Vinculando mundos

«Hay un joven que no estudia ni trabaja en una de cada 12 viviendas del país. Si guardamos un minuto de silencio por cada uno de ellos, estaríamos más de un año en silencio. Y podríamos llenar más de 11 veces el Estadio Nacional», grafica Sebastián Errázuriz, director fundador de ActitudLab, firma que está certificada como empresa B.

El tema apasiona a Errázuriz, cuya empresa se dedica a apoyar a las compañías que desean acercarse a los colegios por la vía de charlas de apresto laboral, impactando a más de 50 mil personas en los últimos cinco años.

El año pasado participó en los encuentros «3xi» impulsados por la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) con el fin de hacer dialogar a las empresas tradicionales, las empresas B y las fundaciones de la sociedad civil sobre los desafíos del país para buscar cómo contribuir. Ahí, conversando en el contexto de la crisis del Sename y la desconexión que percibe en Chile entre el mundo de la empresa y el de la educación pudo notar que en el fenómeno nini confluyen varios de los temas más críticos del país.

Una parte relevante de las mujeres jóvenes en esta condición abandonaron los estudios empujadas por un embarazo a edad temprana. Para un grupo relevante de estos jóvenes existe un alto riesgo de terminar en la calle, la delincuencia o la droga. Y, quizás lo más dramático, hay una alta probabilidad de que los hijos de un joven nini repitan la misma trayectoria, por la falta de un modelo o de un entorno que valore el estudio y el trabajo.

«Este fenómeno exacerba la desigualdad y obstruye las probabilidades de salir de la pobreza en el largo plazo. Como sociedad, no podemos ser indiferentes. Los riesgos sociales aparejados a no estudiar ni trabajar son gigantes», enfatiza.

En los diálogos «3xi» observó que en el mundo civil sí existe interés por el tema, pero no siempre se sabe cómo aportar. En parte, eso motivó que pusiera a todo ActitudLab a trabajar en la radiografía que se presentará la próxima semana y que «mapea» el fenómeno de los nini a nivel nacional, pero con foco especial en seis regiones, donde hay más probabilidades de involucrar al mundo privado en la solución: Antofagasta, Valparaíso, Metropolitana, Biobío, Los Ríos y Los Lagos.

El informe, que cuenta con un prólogo de Harald Beyer y las opiniones de diversos especialistas (ver frases destacadas), muestra que la realidad chilena no es tan diferente en este aspecto de la de América Latina, donde se estima que un quinto de los jóvenes califica como nini.

Además, lanza una serie de propuestas a partir de experiencias positivas en Chile y el extranjero, para invitar al sector público y al privado a colaborar en reducir esta cifra.

Lanzar el desafío

Un capítulo entero del documento se dedica a revisar las políticas públicas que intentan abordar el tema. «Una sorpresa fue constatar que Chile no tiene ninguna política pública diseñada única y exclusivamente para este segmento de jóvenes», afirma Errázuriz. El análisis del informe es que las medidas que existen atacan los síntomas del fenómeno nini, pero no sus causas: «El Estado llega tarde cuando gasta muchísimo en acceso a la educación universitaria, o en planes proempleo o en los centros del Sename. Las políticas públicas deben apuntar a los primeros años de educación y fomentar las habilidades socioemocionales en los niños».

Está convencido de que ninguna política pública será efectiva sin el apoyo de las empresas: «Podríamos construir una sociedad radicalmente distinta si vinculamos a la empresa con la educación. No es difícil: una forma es abrir las puertas de las empresas un día al año para que los chiquillos de tercero o cuarto medio las visiten. O charlas de apresto laboral que los gerentes hagan en los colegios para contarles cómo fue su primer empleo, cómo es trabajar en lo que les gusta, cómo se enfrenta una entrevista laboral, cómo se hace un currículum… Los niños necesitan modelos y desde las empresas, en buen chileno, les podemos mostrar que trabajar es la raja».

De hecho, el lanzamiento del informe, en el edificio de la Sofofa, estará acompañado por una convocatoria a un desafío: que las empresas se comprometan a reducir en 30% los nini en Chile al año 2020, una medida que acercaría la tasa de desempleo juvenil de Alemania y que agregaría 3,7 puntos de crecimiento al PIB nacional.

«Este es un llamado a las empresas; queremos que cada una vea cómo contribuye a hacerse cargo de un problema social y que no es tan difícil de enfrentar», asegura.

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