*Por José de la Cruz Garrido F.
Hoy la candidatura de Alejandro Guillier tiene el desafío de construir un enemigo común, un “anti”, con las otras fuerzas de izquierda, frente a la debacle electoral de la Nueva Mayoría. Este enemigo es “la derecha”, sin matices. Así, el populismo latinoamericano ha consolidado retórica eficaz para ir deconstruyendo la institucionalidad republicana orientado a la construcción de un modelo hegemónico socialista (vgr. Laclau).
Por lo mismo, no debe extrañar que en lo que quede de campaña sean pocas las ideas que proponga el “anti-candidato”, y centre sus esfuerzos en descalificar e intente persuadir al voto del Frente Amplio (FA), cuyo negocio tampoco consiste hoy en gobernar, sino en construir una oposición desde el espectáculo televisivo, los centros de estudiantes y “la calle” que domina. Conceptualmente, ya han identificado ejes programáticos, para producir una dialéctica del enemigo que divida entre los que están a favor o en contra de una reforma, por supuesto sin profundizar en detalles, ni cómo se financiará. Por ejemplo, la gratuidad en educación superior. Sólo de esta manera es posible presentar a la “derecha” conceptualmente como un retroceso.
En este contexto, el negocio del FA es redondo. No apoyar expresamente la candidatura de Guillier comprometiendo un futuro cogobierno, pero sí tácitamente los votos, a cambio, por ejemplo, de incluir en el programa “No + AFP”. Si Guillier pierde, pierde la Nueva Mayoría, y no el FA. Si gana, gana gracias al FA.
No debiera producir alarma, por ende, que el espíritu de esta candidatura sea un discurso que rechace los consensos transversales y que apele a transformaciones culturales para, así, movilizar al eje “progresista”. Independiente a contar o no con una base económica consolidada e instituciones públicas eficientes y transparentes que hagan posible garantizar servicios públicos decentes para la gran mayoría de la población. Si no, es cosa de ver las declaraciones de Nicolás Grau frente al llamado “No + AFP”, cuando promovió el cambio del Fondo A al E, perjudicando gravemente los ahorros de miles de personas. “Era una demostración de fuerza. Si no resulta, las personas vuelven al Fondo A y no cambia nada. Si coincide con un mal año en el E, es irrelevante en los montos. De hecho, un mal año en el Fondo A sí es malo, un mal año en el E no lo es tanto” (El Desconcierto 13/12/2016).
Ante el supremacismo moral del “progresismo” frente a la “derecha”, no queda más que reunir al centro político moderado, evitando caer en la fiebre de la polarización que traba las políticas de consenso y la política sensu stricto. Construir un eje de centro que vele por la responsabilidad pública con una mirada que equilibre una tecnocracia responsable y una política de acuerdos razonables.
En las sociedades modernas hay que ser tolerantes a la diversidad y que las razones que damos en una sociedad pluralista deben incluir las razones de los otros y esa racionalidad tiene una base técnica que hace sustentable la gobernabilidad de las naciones. La política no es un juego de suma cero, y de su carácter “arquitectónico”, como decía Aristóteles, depende el bienestar de la polis. De ahí, que el desafío es congregar, en un contexto donde la irracionalidad de la sociedad del espectáculo nos invita a hacer “demostraciones de fuerza”, incluso si esto afecta el bienestar de tus conciudadanos.
De fracasar en el intento, ¿estaremos oyendo en la “anti candidatura” una misa para el responso de la Nueva Mayoría?
*José de la Cruz Garrido Fuchslocher es profesor e investigador del Centro de Políticas Públicas de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo.