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Raúl Jara: Solidaridad, ¿qué estás haciendo por tu país? – La Tercera

¿Somos solidarios los chilenos? ¿Nos ponemos en el zapato del otro?Probablemente sea una pregunta donde, a priori, la respuesta sea positiva, ya que nos autodefinimos mayoritariamente como ciudadanos solidarios, más aún cuando recordamos el título auto-otorgado como “campeones de la solidaridad”. Chile es un país que geográficamente es una isla, por ende es lógico pensar que vivimos como en comunidad, pero al parecer la realidad relativiza estas convicciones.

La semana pasada el Centro MIDE UC lanzó la encuesta Foco Ciudadano, y los datos arrojados son a lo menos llamativos. El índice de solidaridad global sufrió una baja al 2,9% (índice que va entre 0 a 10), en comparación al 3,4% del 2012. Por otro lado, hay descenso en términos concretos en dos áreas: en primer lugar, existe una baja en el tiempo destinado a otros en 1.4 –voluntariado, acciones de ayuda, clases gratuitas–, como también en donaciones materiales en 1.6 –muebles, medicamentos, alimentos, ropa. Sólo se registra un aumento en la donación de dinero, a un 5.8, siendo estas en su mayoría entre $ 100 a $ 1.000 como promedio. Un dato importante a destacar es que los que ganan menos de $ 200.000 son los que más ayudan, hecho que da para reflexionar.

¿Empatizamos con la pobreza? Lo que más disminuyó fue el tiempo donado, es decir, el tiempo o dedicación que le entregamos al prójimo, como por ejemplo el ir a cuidar un enfermo o realizar ayuda social en las calles. Por otra parte, lo que más nos mueve son cadenas solidarias a nivel país cuando hay una catástrofe, y confiamos en las instituciones que hay detrás (Teletón, TECHO, Hogar de Cristo). Asimismo, nos involucramos más si vemos a nuestros familiares y/o amigos en la causa. En estricto rigor, nos cuesta movernos y solo lo hacemos –en su mayoría– cuando nos toca más a fondo. La encuesta nos arroja que un 33% siente los problemas de personas pobres como suyos, y un 27% se siente responsable por la mala calidad de vida de ellos, dicho de otro modo, un 27% siente inquietud por mejorarla. Esto debe llevarnos a pensar en aquella frase fuerte de Juan Pablo II en 1987 en Chile: “La solidaridad como actitud de fondo implica, en las decisiones económicas, sentir la pobreza ajena como propia, hacer carne de uno mismo la miseria de los marginados y, a la vista de ello, actuar con rigurosa coherencia”.

Desde la mirada del Estado, también nos enfrentamos a un panorama poco alentador. En el pasado discurso del 21 de mayo, la Presidenta mencionó sólo tres veces la palabra pobreza, preocupante considerando que el lenguaje crea realidades y que la curva en este aspecto sea descendente, considerando que Sebastián Piñera el 2013 la nombró 15 veces. En este caso particular se refleja como dejó de ser prioridad para el Estado, y que existe cierta sensación de invisibilidad de la pobreza, como así también de los campamentos o de las personas que viven en situación de calle. Se extraña una agenda social potente que anuncie alguna política pública que tenga un sueño: eliminar la pobreza de nuestro país.

La falta de empatía en los temas sociales, de participación en variados ámbitos, y una alta desconfianza pueden llevarnos –a los ciudadanos– a desvincularnos como sociedad con las realidades del país, tendiendo a vivir en una burbuja, sin considerar el contexto social. Por ende, la importancia que tiene involucrar a las personas en el funcionamiento de la sociedad exige una  formación desde la más temprana infancia, el estudio ya señalado nos demuestra que los chilenos se movilizan más cuando tienen un sentido de pertenencia, adhieren a los valores y perciben que su participación impacta en el resultado.

Un ejemplo: la solidaridad mostrada por los chilenos durante catástrofes, existen gestos que superan todo análisis y son impresionantes. Personas que no tienen tiempo, ni mucho dinero, ni algo material y se las ingenian logrando marcar la diferencia con esa ayuda, tan vital como necesaria para remarcar ese espíritu solidario que caracteriza a gran parte de chilenos en momentos de crisis. La solidaridad no debe operar sólo en estos casos, dado que es un principio esencial que entrega sostenibilidad. Las personas no nacen ni viven aisladas, sino al contrario, formamos comunidad y sociedades, ya que es nuestra forma de coexistir, nos vinculamos sólo por el hecho de ser humanos. También estas mismas instancias ponen en jaque el rol del Estado que pareciera descansar su responsabilidad en la sociedad civil, tal como pasó tras el terremoto de Coquimbo, donde organizaciones como Desafío siempre han ido un paso adelante. También es cuestionable el rol de las empresas, que por su valor e importancia social podrían dar mucho más.

En efecto: las personas, las empresas y el Estado están al debe. Se percibe un cierto olfato de “desvinculación ciudadana-desconfianza”, lo que vemos con la política, en algunas instituciones y ahora con el olvido de quienes más lo necesitan.Es un acto de solidaridad donar más allá de dinero simplemente, un acto de solidaridad volver a poner a los pobres en las prioridades del Estado, entendiendo que de esa forma la cabeza pensará en ellos, y es un acto de solidaridad que las empresas entiendan la filantropía y la vinculación público-privada como una forma de resolver problemas sociales. Y ciertamente es un gran acto de solidaridad que cada persona haga muy bien su trabajo profesional, con sentido de servicio hacia los demás.

Hoy todos estamos pagando el peso más caro de la historia: cada peso público invertido en otras prioridades terminan socavando el sueño de quienes más lo necesitan. Hoy todos debemos contribuir a una sociedad más solidaria, donde los padres inculquen estos valores a sus hijos, donde las leyes e instituciones sociales conversen, donde los jóvenes no teman  donar tiempo, donde los maestros hagan partícipes a sus alumnos de una vida pública (ejemplo del modelo de aprendizaje de servicio), donde los empresarios vean en la filantropía una nueva forma de hacer empresa y donde el bien común prime por los propios intereses de la clase política. Todo esto nos muestra el camino para crear una sociedad más solidaria, libre, justa y equitativa.

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