Tras los efectos positivos de las encuestas de enero por la gratuidad, todo parecía tranquilo al regreso de las vacaciones de Michelle Bachelet. Pero el 20% de aprobación que arrojó CADEM en su última encuesta semanal de febrero golpea nuevamente a la figura más importante en un país que posee un marcado presidencialismo. La mandataria no repunta la aprobación a su gestión y la desaprobación se agudiza hasta llegar a un 70%, igualando su registro histórico más bajo, correspondiente a septiembre de 2015.
La gobernante, en dos años, bajó su aprobación en 28 puntos y su desaprobación aumentó en 43. Por su parte el Gobierno llega a un 77% de desaprobación y tan solo un 14% de apoyo. ¿Autocrítica? Ninguna, y quizás sea este uno de los grandes factores del descrédito y baja valoración de la política y los políticos, y que hoy está traspasando a las instituciones: la nula capacidad de comprender la compleja realidad que vivimos.
Panorama frío el que se visualiza en este año electoral porque continuamos con una élite política que no lee el momento ni hace la diferencia entre las urgencias sociales versus las reformas impulsadas y consideradas como prioridades en el programa de gobierno. Atrás quedó el realismo sin renuncia, un sinceramiento paulatino que sirvió para acallar críticas en su momento y en cambio volvió esta especie de surrealismo que solo afecta a la ciudadanía y por qué no decirlo, a los futuros candidatos de las municipales.
La irrupción de variados casos y personajes ligados a la corrupción, más la falta de probidad en el manejo de recursos públicos o los reiterados casos de colusión empresarial continúan golpeando fuerte a nuestra sociedad. Hay una caída libre de pérdida de confianza que genera incertidumbre y un árido panorama en lo que respecta a los valores, en una sociedad necesitada de líderes sociales cercanos a la realidad local, pero por sobre todo líderes que representen principios que hoy parecieran perdidos en nuestra cotidianeidad.
Resulta ilógico e incluso desconcertante pensar que ante tal escenario de desconfianza -transversal- alguien quiera ser candidato, en un año en que viviremos elecciones municipales que han sido un termómetro histórico a las Presidenciales y es aquí donde está la invitación. El futuro candidato debe entender que más allá de lo macro, se trata de elecciones locales, donde poner oídos al mejoramiento del Cesfam, la plaza de la villa o un mejor acceso al transporte público son problemáticas que deben mejorar esta relación candidato-votante, a priori al electo-representado o a la base de todo, ciudadano-ciudadano.
Quizás se necesiten candidatos que reencanten, pero no como un populista que repita lo que la gente quiere, sino un liderazgo con mirada cercana y candidatos de palabra. Finalmente, necesitamos un liderazgo que no tenga miedo, uno responsable, y que entienda una nueva relación con su representado.
Para cambiar las cosas que están mal y romper este paradigma solo existe una llave y que el Padre Alberto Hurtado gustaba recordar: “Dicen que los tiempos son malos, que son difíciles. Seamos nosotros mejores, y los tiempos serán mejores. ¡Nosotros somos el tiempo!”
Columna publicada en La Tercera 03/03/2016