Habita en el mundo de la derecha. No tiene cargos, pero sí una participación informal en su calidad de analista. Muy cercano a Joaquín Lavín y a varios parlamentarios de la UDI, Gonzalo Müller ha visto la derrota del gobierno casi como un cierre de ciclo.
En su opinión, el Presidente Sebastián Piñera debe asumir un segundo plano y concentrarse en gestionar los últimos diez meses que le quedan de mandato. La política, los acuerdos, correrán -dice él- por parte de los partidos oficialistas y algunos de la oposición. El poder cambia de domicilio.
El director del Centro de Políticas Públicas de la Universidad del Desarrollo afirma que más allá de la estocada política que se autoinfringió el gobierno, el gran actor de estos tiempos es la clase media. La misma que llevó a Piñera al gobierno por segunda vez y que hoy se desafectó. De ahí que considere que la gran responsabilidad de Piñera fue desconectarse de los sectores medios y confundir a la derecha.
Müller, analista político en varios medios de comunicación, estuvo con el mandatario el viernes previo a la gran caída. Fue el 23 de abril que llegó a La Moneda como invitado junto a Lucía Santa Cruz, Klaus Schmidt-Hebbel, Gonzalo Cordero y Gerardo Varela. En ese minuto, Sebastián Piñera buscaba puntos de vista sobre el camino que ya había trazado: resistir el tercer retiro de los fondos previsionales y acudir al Tribunal Constitucional en el entendido de que la ley no le otorgaba esas prerrogativas al Congreso. No sabía entonces que fracasaría en esa apuesta.
–Con esta derrota, ¿en qué pie queda el gobierno? ¿Quedó derechamente solo?
-Creo que el gobierno se desconectó de dos audiencias que son claves para darle sustentabilidad política y social. La primera, es la audiencia de derecha. El gobierno instaló mucha, pero mucha confusión. Dijo: no al retiro. Después promueve un retiro. Vuelve a decir que no al retiro, vuelve a promover un retiro. Al final, generó una enorme confusión entre sus propias filas.
–¿La derecha se desafectó de su propio gobierno?
-Sí, y eso es muy evidente cuando uno escucha conversaciones de personeros de la derecha. No hablo solamente de los parlamentarios, sino que de los distintos círculos. Hay una desafección evidente, insisto, gatillada por la confusión que generó. Y la otra audiencia que es muy importante, tiene que ver con la clase media. El gobierno no entendió o no encontró las herramientas para mantener una relación con una clase media que le garantizara una posición mayoritaria. Fue esa clase media la que llevó a Sebastián Piñera a encabezar un segundo gobierno bajo la promesa de tiempos mejores.
–¿Y esa desafección tiene que ver con una cierta tozudez política, con poca destreza…?
-Yo creo que al Presidente le cuesta tener contraparte. Y hoy no tiene puntos de equilibrio ni en el gabinete ni en los partidos. De hecho, ese es el reclamo en Chile Vamos: que no los escuchan, que no son parte de las decisiones. Y por la carta de los ministros que leímos la semana pasada, parece que eso también se replica al interior del gabinete.
-O sea, ¿sólo escucha a Cristián Larroulet?
-Siempre tiene que haber un villano de turno. Yo creo que se sobreestima el poder de Larroulet. Es el Presidente quién toma sus decisiones. Seguramente, escucha a distintas personas, pero las decisiones siempre pasan por el escritorio presidencial.
-Pero hubo tiempos en que el Presidente tenía a Andrés Chadwick como contrapeso. ¿Será la debilidad del comité político lo que ha complicado al gobierno?
-Nos hemos acostumbrado a buscar responsables en los entornos. Pero estamos en un escenario adverso. La política está muy esquizofrénica, bipolar. O todo o nada. En ese sentido, el tema de los sectores medios cobra total importancia. El no entender, no ver lo mal que lo han estado pasando las personas, fue un gran error del gobierno.
-¿No quiso ver o no pudo ver? Porque la vulnerabilidad en que ha caído la clase media ha sido advertido por muchos actores…
-Le ha faltado sutileza para entenderlo. Mi impresión es que al gobierno le cuesta mucho entender las emociones dominantes en la sociedad. Leer lo que pasa en la calle, lo que viven las personas, se le hace muy difícil. Y la verdad es que el fenómeno de la clase media es un factor determinante para entender lo que ha pasado y para seguir las pistas de lo que viene.
-¿Para entender qué?
-Para entender la deslegitimación y la desideologización de la polítca. Por ejemplo, ¿cómo se entiende que haya gente que declara estar entre Pamela Jiles y Joaquín Lavín? Algo hay detrás de eso.
-¿Y qué crees que hay?
-Por ahora, me parece necesario observar que un empobrecimiento de la clase media naturalmente le abre la puerta al populismo. La gente está dispuesta a elegir opciones más riesgosas porque siente que ya no tiene nada que perder. En cambio, cuando se siente segura y vive un momento de mayor bonanza, tiende a actuar de manera más moderada. El gran error del gobierno fue no leer eso.
-¿No leer las expectativas?
-Claro. No leer que esa clase media que le había dado su voto buscando seguridad y tiempos mejores, con la pandemia, la crisis social y económica sintió que el gobierno era como un adversario. No se ha sentido apoyada y vio demora en la toma de decisiones. Ahí se produce una distancia. Pero no es una distancia política. Es una distancia respecto de la expectativa que se había sembrado. Parte de los problemas de gobernabilidad son cuando Piñera se desacopla de la clase media.
-Pero no fue la clase media la que derrotó al gobierno. Fue su propio sector el que le dio la espalda, ¿o no?
-Obviamente. Aquí hay una derrota durísima, sustantiva y dolorosa para el gobierno. Y gran parte de la derrota que ha terminado sufriendo el gobierno es por la confusión que generó en su propio mundo. Ahí radica su responsabilidad.
-Pero cuando una senadora como Ena Von Bäer dice que el gobierno perdió el norte, es que el problema es un poco más de fondo.
-Bueno, es la confusión que genera un gobierno que nadie se sabe hacia dónde va.
-La senadora Von Baer dijo en La Tercera que hasta los UDI más ortodoxos le dijeron al Presidente que se abriera a entregar ayuda universal. O sea, el sector más duro le mostró un camino que el gobierno no tomó.
-…O lo tomó tarde. En eso, estamos todos claros. También Joaquín Lavín le dijo -en los primeros días de marzo- que había que avanzar hacia una nueva política social que empezara a incluir a la clase media de manera más simple, sin tantos requisitos. Eso estuvo puesto arriba de la mesa desde muy temprano. Pero el Presidente decidió algo distinto.
-Ese es el reclamo que no amaina: Que el gobierno se cerró y pudo haber tenido una mejor estrategia política para evitar el tercer retiro…
-Por eso la derrota es tan sustantiva. Fueron muchas las voces que advirtieron que tenía que anticiparse, que tenía que abrirse a otras alternativas. Y no lo hizo.
-¿Por qué cree que el Presidente se ha resistido tanto escuchar?
-Le cuesta mucho. Quizás tiene que ver con la personalidad. Cuesta escuchar cuando las cosas van mal. Pero un Presidente casi debiera tener escrito en su escritorio: “Cuando las cosas van mal, es cuando más hay que escuchar a los demás”.
-¿Y por qué será?
-Bueno, tal vez le cuesta entender que a otros se le haya ocurrido algo y a él no. O sea, que la solución que viene de otro puede ser mejor que la solución que a él mismo se le ocurrió.
–Pero eso es un poco infantil.
-Es que tiene que ver con la personalidad. Y no nos perdamos de una cosa. Él ha sido elegido Presidente de la República dos veces. Eso le da una impronta respecto a que él sí sabe conectarse con el país. Entonces, puede decirle a un interlocutor: ¿Quién más ha ganado una elección presidencial? Imagino que eso le debe costar a todos los mandatarios.
-Pero más allá de la personalidad, ¿de qué está prisionero el gobierno?
-Yo creo que le ha costado entender que no hay margen para un estilo de negociación donde tienes que ir cediendo de a poco. Pero para ser justos, el gobierno se abrió y presentó un proyecto que no le hubiera gustado presentar, que no quería hacerlo, pero que tuvo que ceder.
-¿Y no fue una tabla de salvación que forzaron los candidatos presidenciales de la derecha?
-Yo diría que la lectura de lo que el gobierno tenía que hacer vino desde fuera del Ejecutivo. Pero el gobierno dio el paso y accedió a mandar su proyecto de tercer retiro.
-Viendo el final de la película, ¿Joaquín Lavín, Evelyn Matthei o Mario Desbordes estarán arrepentidos de haber salido en la foto de ese domingo en la noche?
-No sé si arrepentidos. Lo hicieron asumiendo que el gobierno está en un estado de debilidad importante y que había que darle apoyo para dar gobernabilidad.
-¿Pagaron un costo?
-Yo creo todos los que salieron en esa foto asumieron un costo. Y lo asumieron por dos razones: uno, por darle gobernabilidad al país, y dos, por un sentido de lealtad profundo. De no dejar de que el gobierno entrara de lleno en esta crisis institucional.
-¿Este es el segundo momento más crítico después del estallido social?
-Hay una sensación de polarización de la política y de inestabilidad enorme. Hay un enfrentamiento y poca conciencia en la clase política, de que producir un enfrentamiento institucional, no tiene que ver con el clima que hay en el resto del país. Y eso tiene el riesgo de tensionar las cosas más allá de lo prudente. Es ir a un punto de no retorno. Y la verdad es que para la ciudadanía tanto el Congreso como el gobierno, son parte del problema, no de la solución de sus problemas.
– Pero en un país presidencialista, el resorte de la conducción es del Presidente. ¿Te preocupa el destino del gobierno para los meses que le quedan?
-Hay una izquierda que está intentando instalar eso desde el 18 de octubre del 2019. Eso de que “se acabó el gobierno”, ha sido una apuesta sistemática. Es una estrategia y no tiene que ver necesariamente con la coyuntura. Lo que sí, es que cada vez que el gobierno es derrotado -que no es primera vez- vuelve ese mensaje.
-¿Y cuál es la respuesta que debiera dar el sistema político?
-El riesgo de inestabilidad institucional, o derechamente de que haya sectores que buscan la caída del gobierno, es un peligro que debiera preocupar a todas las fuerzas democráticas del país. Hay actores que están apostando a un camino extra institucional. A ratos pareciera que no hubiera conciencia de ese peligro, pero es real.
-Hay rabia en la calle, irritabilidad. Y esto se da en un contexto de mayor fragilidad. ¿Le preocupa un nuevo estallido social?
-Eso está latente porque la política sigue sin dar respuestas a las grandes demandas de la gente. Por ejemplo, mejorar las pensiones. Resulta que todavía la política no se pone de acuerdo en una solución. Entonces, uno entiende la rabia y la pérdida de legitimidad de la política como un mecanismo capaz de producir soluciones reales. Eso alimenta el malestar, el descontento y la desafección.
–Vuelvo a lo anterior. Teniendo claro el escenario, ¿qué margen de acción le queda al gobierno?
-El gobierno tiene que tomar conciencia de su debilidad y hacer algo que le cuesta mucho: buscar apoyo. Y también debe asumir que lo único que le queda en los meses que vienen es refugiarse en la gestión. Nada más.
-¿Pero cómo se salva el gobierno?
-Se salva refugiándose en la gestión de la crisis sanitaria, económica y social. El gobierno no tiene espacio para gestionar grandes reformas. No veo un protagonismo posible del Presidente. No veo que exista ese espacio hoy.
-¿Porque está muy debilitado?
-Porque todas las miradas ya están puestas en lo que viene. Va a ser difícil que el Presiente que se va, tome protagonismo. Los partidos están pensando en sus candidatos. No están pensando en el Presidente. Ni los del gobierno ni los de la oposicion. Por ejemplo, Yasna Provoste hizo dos guiños y ya es una posible figura presidencial.
-Si el gobierno tiene que restarse, ¿los presidenciables de la derecha debieran tomar distancia?
-Ya la están tomando. Todos han tomado distancia.
-O sea, ¿el Presidente quedó solo?
-Sí, eso es así. Y lo más probable es que a partir de ahora los acuerdos y las conversaciones se den entre la oposición y el oficialismo. No necesaramente con La Moneda. Ahí se va a a empezar a sentir la derrota del gobierno frente al Congreso.
-¿El Presidente Piñera entra al peor escenario: quedar aislado?
-Bueno, no va a ser fácil para él. Pero las agendas del resto están puestas hacia el futuro y él ya no es parte del futuro. Ahora, no es poco premio para él que el foco deje de estar en si termina su gobierno de manera anticipada o no. Hay que mirar el vaso medio lleno. Va a bajar esa presión. O sea, imagínate que el TC hubiera admitido el requerimiento. La presión que hubiese habido este viernes en términos de movilización social, de violencia, habría sido durísimo. El comentario de si el gobierno podía caer o no, estaría arriba de la mesa. Eso ya cedió.
-Cuesta imaginar al Presidente Piñera replegado a un segundo lugar…
-Se va a resistir, sin duda. Pero hoy no tiene energía para empujar nada en el Congreso. Muchas veces uno se resiste, pero termina ocupando el lugar que la historia eligió para uno no más.
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