“El Presidente no tiene autocrítica respecto de la polarización que genera”. Esa es la reflexión que se ha hecho en La Moneda estos días, luego de evaluar las apariciones que ha realizado el Mandatario en diferentes hitos y que no generaron el mejor resultado para las expectativas palaciegas. Es más, en el Gobierno reconocieron que en varias ocasiones le han pedido explícitamente a Sebastián Piñera que se guarde, que se fondee, que salga de la primera línea, pero sin resultados. Su conocida porfía y la resistencia presidencial a la irrelevancia han jugado en contra de ese objetivo, la verdad es que ahora y siempre.
A diferencia de otras ocasiones, hoy transversalmente en el oficialismo y en Palacio coincidieron en que, cuando es el Presidente Piñera el que entrega el mensaje, lamentablemente se contamina y no se cumple con el propósito del mismo. El ejemplo lo pusieron con lo sucedido el domingo 5 de enero, cuando al momento de encabezar la presentación de la reforma a Fonasa, el Mandatario aprovechó el espacio para salir a defender al intendente Felipe Guevara, lo que provocó no solo que la oposición elevara el tono de su molestia, sino que además desvió la atención de la prensa de lo que era sustantivo para La Moneda.
Este no es un tema nuevo en la derecha. El recuerdo más fresco es el desgaste y fracaso de su anterior comité político –Andrés Chadwick, Cecilia Pérez y Gonzalo Blumel–, el que ideó, desde las oficinas de Apoquindo 3000, una estrategia que prometía ser infalible y evitar que el Presidenta repitiera los errores de su primer mandato, poniendo a los ministros como escudo y fusibles ante los conflictos. El diseño apuntaba, precisamente, a neutralizar la innecesaria exposición de su figura ante el conocido ímpetu de Piñera por querer demostrar que está por sobre todos los temas, pero no funcionó y, por esa razón, ahora recibe “todas las balas”, igual que entre el 2010 y el 2014.
Los resultados de la porfía están a la vista. Tanto la aprobación presidencial –la más baja en las últimas décadas– como la del Gobierno, sumado esto a un alto rechazo a su imagen, que supera al 70% en diferentes encuestas, generan «el cóctel perfecto”, uno que preocupa a los inquilinos de La Moneda. Pero, a pesar de la insistencia y la inquietud en el oficialismo, el Presidente no estaría escuchando a nadie y eso se debe a que –se lamentaron en la derecha– “las personas no cambian tanto”, ni siquiera al verse enfrentado a un estallido social histórico como el que se desató desde el 18 de octubre.
En el oficialismo recordaron que uno de los objetivos principales que tuvo el cambio de gabinete de finales de octubre, en el que se reestructuró el comité político, fue el de refrescar la administración piñerista y tratar de cimentar una nueva imagen para La Moneda. Pero la tozudez del Mandatario –acusaron en Palacio– nuevamente ha sido la piedra de tope para empoderar rostros del Gobierno que, se suponía, debían tener más protagonismo en la primera línea y por eso, agregaron, es que ministros claves como Blumel en Interior, el de Salud, Jaime Mañalich, y el propio titular de Hacienda, Ignacio Briones, no han tenido tanto margen para actuar como se pensó.
Lo cierto es que en el oficialismo hay incomodidad con la situación. Ven que el Jefe de Estado “se ha convertido más en un problema que en un alivio, nadie ha logrado que entre en razón” y les cuesta entender que las cosas sigan igual que siempre, que Piñera –a pesar de las cifras negativas y su alto rechazo– se mantenga en la primera línea comunicacional y anuncie proyectos. “Sigue y quiere seguir siendo el centro de la atención”, agregó un excolaborador del Presidente.
La resistencia a la irrelevancia de Piñera tiene ejemplos de sobra. Uno que causó inmediata molestia en Chile Vamos fue el día que se promulgó la reforma al capítulo XV de la Constitución, que permite ahora al plebiscito del 26 de abril para iniciar el proceso constituyente. No fue el hecho de que el Primer Mandatario encabezara la ceremonia, “nadie cuestiona eso”, pero sí fue tema de discusión lo que calificaron como “intromisión» cuando dio las directrices que debía tener la nueva Constitución y fue leído como una “mala señal” en su propio sector. En la derecha reclamaron que el Presidente «debió haber tenido en cuenta” la incomodidad que les genera el tema y las diferentes posiciones que hay.
Dicen que Piñera había dado algunas señales de un eventual repliegue, pero lo candente del proceso constituyente cambió las cosas y ahora hay temor en el oficialismo respecto a que “no aguante sus ganas de incidir”. Mal que mal, agregaron en las bancadas parlamentarias, hay un rasgo que ha marcado el liderazgo político del Mandatario durante su historia y es que “él siempre ha sido el centro de todo”.
Para nadie es novedad el escaso protagonismo que tuvo La Moneda durante los momentos más álgidos del estallido social y que fue el Parlamento el que se transformó en el epicentro de la toma de decisiones políticas y acuerdos. Lo disminuido de la figura de Piñera, al punto que varios columnistas conminaron a transformarla en la de un “mero administrador” hasta el fin de su mandato, es uno de los principales motivos por los que ahora el Mandatario se resiste a su repliegue comunicacional.
El vicedecano de la Universidad del Desarrollo (UDD), Rodrigo Arellano, afirmó que “a raíz de las interpelaciones, te das cuenta que los ministros han demostrado que tienen una buena sintonía en resolución y análisis de los problemas, lo vemos con la ministra Zaldívar (Trabajo), lo hemos visto con Briones (Hacienda), Mañalich (Salud), tengo la impresión que efectivamente las apariciones del Presidente, dados los niveles de desaprobación que tiene en este contexto, en este minuto, tienden a desviar mucho más y a veces hacen más difícil la transmisión de los mensajes, que son en este momento muy importantes».
Agregó que, bajo esa lógica, «parece más prudente y razonable que sean los ministros los llamados a comunicarle a la ciudadanía los cambios, desafíos, reformas que va a enfrentar el Gobierno, y así el Presidente tienda a acotar mucho más sus intervenciones. Resulta de toda lógica entregarles a personas que tienen comunicación directa y que no son tan cuestionados como el Mandatario, si el objetivo es tratar de comunicar con mayor eficacia los temas”.
En tanto, el analista de la UDP, Cristián Leporati, agregó que la solución se encuentra fuera de La Moneda. “Frente a la debilidad del Presidente, a la debilidad de su imagen, de su reputación, de su credibilidad, que son atributos súper relevantes para un Mandatario bajo un régimen presidencialista, todo lo que él haga es generar impactos negativos. Al Presidente hay que ocultarlo bastante, hay que sacarlo solo en algunas situaciones o contextos, viendo cómo se viene el año, contamina más que aporta en función de la imagen y reputación del Gobierno actual. Yo me la juego por buscar un vocero que coopere o ayude a la función presidencial de comunicar y creo que, en este caso, no están hoy por hoy las personas indicadas en el Gobierno para cumplir esa función, hay que buscarlas por fuera».
La Moneda tiene como objetivo sobrevivir a marzo y, por eso, todo lo que se logre sacar adelante en torno a la agenda social hasta antes del receso legislativo de febrero, puede servir de colchón al Gobierno para sortear una reactivación de las manifestaciones masivas. En la lista de factores a considerar está la conmemoración del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, que el año pasado congregó a cerca de doscientas mil personas. También, la vuelta de clases de universitarios y secundarios, todo en el marco de un proceso constituyente que elevaría las pasiones.
Son dos los grandes proyectos que en el cálculo de Palacio serían su gran escudo: la reforma de Fonasa y la de Pensiones. Son de tal importancia, que se le solicitó al Presidente Piñera que su presencia en estos dos temas se limite a algunos anuncios, para poder enfocar así toda la atención en sacarlas adelante.
Esa petición se enmarca en los esfuerzos de un sector del oficialismo que no pierde la esperanza de lograr hacer entender a Piñera que debe empoderar más a los ministros claves, darles más protagonismo y liderazgo, para que él se repliegue y así tenga espacio para recuperar su imagen.