Señor Director:
Carabineros de Chile se ha ganado el cariño y reconocimiento de los chilenos. Es una institución profesional y respetada. En más de una ocasión, extranjeros me han preguntado si nuestros carabineros son corruptos. Me he sentido orgulloso de decir que no, que se trata en general de personas que ejercen su tarea con dificultad y esfuerzo, pero fundamentalmente con rectitud, oficio y probidad.
Pese a lo anterior, Carabineros no ha podido evitar esta especie de criticismo crónico que ha tomado nuestra sociedad frente a todas las instituciones. De este modo, se cuestionan con severidad sus acciones, se les agrede en las marchas, se les tilda de abusadores por ejercer su autoridad frente a delincuentes con derechos y sin responsabilidad. En consecuencia, la presencia de Carabineros ha ido perdiendo capacidad disuasiva.
Rudolph Giuliani -exitoso ex alcalde de Nueva York, célebre por la aplicación del programa «Tolerancia Cero» contra la delincuencia- dijo la semana pasada en nuestro país: la policía debe estar políticamente respaldada; de lo contrario, nunca tomará el riesgo personal que implica enfrentar el crimen.
Ante los hechos de violencia que observamos con preocupación en Chile, la fuerza pública requiere de un mayor empoderamiento político explícito para llevar a cabo sus labores en forma eficaz. Lamentablemente, con demasiada frecuencia vemos que se relativiza o minimiza la percepción de violencia utilizada por parte de ciertos grupos, lo cual deja a Carabineros en una situación de desventaja inmanejable para controlar el orden público.
Lucas Palacios Covarrubias
Centro de Políticas Públicas Universidad del Desarrollo
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