Cuando el reloj marcaba pocas horas para el cierre de las mesas el domingo pasado, las imágenes que veíamos en la televisión mostraban largas filas en los lugares de votación, y filas de autos retornando desde los lugares donde cientos de familias habían optado por tomar algunos días de descanso, aprovechando una combinación poco usual para un proceso electoral: fin de semana largo y las vacaciones de invierno de niños y jóvenes. Estos factores, sumado a las restricciones sanitarias, la incertidumbre que ha generado la pandemia del Covid 19 y el abultado calendario electoral que hemos tenido desde el plebiscito de octubre pasado ponían en duda niveles aceptables de participación.
Lo cierto es que las expectativas fueron superadas ampliamente. Más de 3 millones de chilenos decidieron participar de las primarias. La meta autoimpuesta por ambos bloques políticos se había cumplido con creces. La votación terminó siendo muy superior a la primaria del año 2017, y muy similar a la del año 2013. Esta última «inflada» por los más de 1,5 millones de votos que obtuvo quien finalmente resultó elegida: Michelle Bachelet. Sin perjuicio de los cálculos alegres que algunos podrán sacar, aún estamos a distancia de poder celebrar los índices de participación. Aún son demasiados los ciudadanos que prefieren quedarse en la comodidad de sus casas que hacer filas para decidir sobre el futuro del país, que es finalmente el poder que nos entrega el acto de votar.
¿Qué factores movilizaron a la ciudadanía a participar de este proceso? Desde una mirada práctica del momento que se inició la campaña legal de las primarias hubo dos elementos que de alguna manera anunciaron que los agoreros de una menor participación – entre los que me incluyo – nos podríamos equivocar. La franja electoral y los cuatro debates tuvieron niveles más que aceptables de televisores prendidos. Hubo un interés desde el comienzo por ver y oír las propuestas de los candidatos. Algo estaba pasando que logró que los debates fueran vistos hasta altas horas de la madrugada.
Desde una mirada más teórica podríamos explicar la participación, por sobre las expectativas, también con dos elementos movilizadores. El primero es el valor que le asigna el elector al voto o, dicho de forma más simple, la posibilidad que mi voto influya en el resultado final. Al existir posibilidades ciertas que pocas personas participen, las posibilidades de que mi voto influya en el resultado final es más alta, y por ese motivo muchas personas que habitualmente no participan de los procesos electorales lo hacen. Eso podría explicar en parte, pero también, existió durante la campaña un elemento que es fundamental: el factor socioemocional. Los sentimientos condicionan gran parte de nuestras acciones, y por cierto el acto de votar y por quién votar.
Las últimas semanas, por errores de Jadue y el resultado de las movilizaciones en Cuba, surgió un gran sentimiento anticomunista. Este elemento no solo alteró probablemente el resultado final de la primaria con Boric, sino que aumentó el flujo de electores para ambos bloques, buscando alternativas que parecían más moderadas.