La situación política actual permite diversas lecturas, sin embargo, el principal escollo que presentan es la forma como los actores políticos leen lo que se ha llamado “calle” y, en particular, el impacto de la violencia y el apoyo otorgado a ella por sectores radicales de izquierda (incluido el PC). He allí las “funas” a ministros y congresistas, los ataques incendiarios que hemos visto en diversas ciudades, los ataques a los medios y por supuesto al propio Congreso.
Todo esto nos recuerda aquellas visiones de la política como indisolublemente asociadas a la violencia y el miedo. A la demostración de fuerza por medios estridentes, pero no necesariamente electorales ni menos aún reflexivos, esenciales y propios de una democracia. Es así que la construcción de argumentos desde la mirada aterrada de lo que sucede en las calles, estrategia otrora empleada por las bandas nazis, comunistas y fascistas, hoy vemos que se rehabilitan como medio para forzar la dirección de los hechos políticos. En este contexto, ¿será posible alcanzar consensos en materia constitucional sin el miedo a la violencia y la funa? No.
Sectores de la oposición y del oficialismo tienen miedo y han acomodado su discurso para hacerlo consonante con la protesta de sectores que hoy no admiten la diferencia ni menos la disensión (pregúntenle al diputado Boric). Un ejemplo son las cuotas de género, que en vez de buscar un diseño en que cada partido dejara en evidencia su compromiso con ellas (y también con otras), dio paso a un sistema en que a pesar de que un candidato o candidata obtenga el mayor porcentaje de votos no podrá ser elegido, pues deberá cederlo para cumplir con la cuota. Pero lo más relevante es que esta decisión no resolvió la política de cuotas. Obvio, ¿dónde quedaron las cuotas para pueblos originarios? Luego, es evidente que el próximo paso son éstas.
En esta visión de la sociedad y la democracia, que se las concibe como construidas a partir de grupos que solo negocian porciones de poder, evidentemente deja sin respuesta la pregunta de ¿por qué tal o cual grupo no está representado? Por el contrario, es rechazada una visión que reconoce las diferencias e intenta superarlas atendiendo a la idea de identidad, es decir, que todos los ciudadanos y grupos en dicha sociedad tienen un elemento común que es la ciudadanía, y es por ello que se procura la igualdad política.
En resumen, el miedo y lo que se entiende por “protesta” y “calle” han podido más, es así que, muchos de aquellos que señalan que no se debe gobernar basados en encuestas, las mencionan como argumentos para tomar decisiones políticas sustantivas, por ejemplo, el apoyo a las manifestaciones, olvidando que en esas mismas encuestas una inmensa mayoría rechaza la violencia, pero además olvidan que las razones de apoyo son diversas, y las razones basales son económicas y sociales.
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