Una evaluación política del gobierno exige hacerla con relación a la oposición al mismo. Luego, la primera pregunta es ¿qué y cómo ha operado ésta? La respuesta es ambigua. Por una parte, en el PS se impuso la fórmula de la negación, es decir, el rechazo a entablar puentes de negociación con el gobierno, pero por otra parte, sectores de centro (DC) e izquierda (Autonomistas) se abrieron a colaborar.
En el caso del PS, no sabemos con claridad si ello respondió al intento de evitar o frenar mayores fugas hacia sectores más a la izquierda (hacia el Frente Amplio) o simplemente una búsqueda de protagonismo de sus dirigentes. Lo concreto es que el clímax se expresó en el enfrentamiento por el salario mínimo, en el que difícilmente se puede decir que generó algún rédito político.
Podría decirse que la lógica negativa del PS sirvió a los propósitos de unidad de que carece una oposición compuesta por más de 20 partidos y movimientos distintos. Sin embargo, los hechos dejan en evidencia que no basta con aquello, puesto que es una estrategia abstracta, es decir, carente de contenido, es solo relacional.
Un factor que incide en la evaluación política de estos meses fueron los movimientos sociales, particularmente el de mujeres, dejando en evidencia que no siempre las instituciones, incluidas los partidos, tienen respuestas a las tensiones y conflictos surgidos en una sociedad. De allí que ni gobierno ni oposición pudieron capitalizar con ventaja las demandas expresadas ni tampoco sufrieron daños específicos o focalizados, todos cedieron, reconocieron y diseñaron respuestas más o menos conciliadoras. Incluso los más “ingeniosos” se proclamaron “partidos feministas”.
Otro elemento en toda evaluación tiene que ver con los liderazgos. Al respecto, no cabe duda que por más que la oposición ha tratado de centrar sus críticas en el Ejecutivo, éste ha sabido abordar con rapidez muchos de los errores de sus colaboradores, recuperando la agenda después de momentos críticos. La heterogeneidad de su gabinete ha operado como activo y pasivo político. En efecto, aquellos ministros con liderazgo, tales como Moreno, le han permitido activar la política y conservar liderazgo, mientras otros solo han generado desgaste y desperdicio de recursos políticos. La que explica estos desaguisados es, prima facie, la diferencia entre aquellos que creen que están haciendo un favor a la política, de quienes entienden que es una oportunidad de realización y retribución social.
En relación a las encuestas un error consiste en mirar solo la evolución de la popularidad del Ejecutivo, sin embargo, también se debe mirar el desempeño de la oposición. En este sentido, sacar cuantas alegres no parece razonable.
Finalmente, el caso de Quintero es una oportunidad para dejar en evidencia las posiciones oportunistas que pudieran surgir de parte de la oposición, lo que es mal evaluado en los movimientos sociales, pero al mismo tiempo una oportunidad para que el gobierno juegue un rol honesto y lo menos rimbombante para abordar el problema.
Eugenio Guzmán Decano Facultad de Gobierno UDD