LA NUEVA MAYORÍA quedó descolocada con los resultados obtenidos en las municipales y no se aguantó en apurar la próxima carrera presidencial. Están buscando que la ciudadanía deje de asociarlos con el gobierno de la Presidenta Bachelet, como si hubiera sido solo un paréntesis, una aventura de la cual se reniega y olvida. Saben que en los 16 meses que le quedan a la Presidenta, es poco lo que se puede cambiar: las reformas mal hechas no se van a corregir, no habrá golpes de timón para mejorar la gestión ni existirá capacidad para retomar la agenda política.
Peor aún, saben que hay nuevas reformas que profundizarán el malestar en el país. Es el caso de las reformas al Código de Aguas, educación superior, Sernac y elección de intendentes, entre otras. El instinto de supervivencia de la izquierda los hace caer en cierta deslealtad con la figura que les permitió volver al poder. Elocuente fue ver a la Presidenta enfrentando prácticamente sola a la prensa el día de las elecciones municipales, rodeada de un par de subsecretarios.
Los ministros no quisieron formar parte de esa imagen, y tampoco los partidos políticos. Sorpresiva fue la apresurada renuncia del ministro Pacheco para irse a trabajar a la candidatura de Ricardo Lagos. El desembarco es evidente. El caso más gráfico es el de la Democracia Cristiana, que tras el adverso resultado electoral tomó la opción de congelar su participación en el comité político de La Moneda y golpear la mesa para tomar distancia. Pero lo cierto es que prácticamente nadie en la DC se atrevió nunca a contrariar al gobierno por el rumbo equivocado de las reformas ni por la lógica de la retroexcavadora.
La Nueva Mayoría y la DC firmaron un matrimonio por conveniencia, aunque cada día menos conveniente. Y como dice Macaulay: una época de reformas es siempre fecunda en impostores. Con los resultados obtenidos y el rechazo ciudadano que muestran las encuestas, el proyecto de la Nueva Mayoría ya no existe. El conglomerado de izquierda deberá aplicar cirugía mayor para reinventarse, extirpar los quistes ideológicos sesenteros y operarse del mal sueño por el que atraviesa el país. Por eso el apuro por abrir con urgencia una nueva campaña presidencial, mirando de reojo a la Presidenta Bachelet como regente de ungobierno aislado y carente de reacción, con todo el daño que eso significa para Chile. En Chile Vamos el panorama se ve más auspicioso.
Logró triunfar en 144 municipios y la mayoría de las comunas emblemáticas, todo ello en la antesala electoral del próximo año. Sería una ceguera no reconocer el buen trabajo realizado, superando la dificultad histórica que ha mostrado el centro y la centroderecha para construir proyectos comunes. Sin embargo, esto no significa que la carrera esté corrida. Su próximo desafío será fortalecer ese espíritu de unidad y trabajar en una propuesta programática atractiva y convocante.
Mientras la Nueva Mayoría se empeña en apurar la batalla presidencial, Chile Vamos se ha planteado sumar nuevas voluntades para un proyecto de futuro, postergando la elección del candidato para cuando corresponda. Al fin y al cabo, el próximo gobierno requerirá no solo de los votos, sino que también de una propuesta que motive, interprete y movilice al país, el cual solo se construye pensando en grande y con unidad. No se equivocó el político francés Alphonse Esquiros al afirmar que ‘la unidad es la ley de todas las cosas grandes.
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