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¿Y si hubieran marchado por la Alameda? por Gonzalo Müller

Que nuestro país tiene graves problemas de participación electoral es una realidad indesmentible. De hecho, somos el país con mayor abstención electoral en el mundo, pero también lo es que tenemos que aprender a valorar y distinguir la participación de forma correcta.

285 mil personas marchando por la Alameda es leído inequívocamente como una fuerte señal del ciudadano empoderado, y sin duda sus demandas a voz en cuello serán escuchadas por el poder institucional, sus slogans repetidos hasta hacerlos propios por una legión de políticos y parlamentarios de todos los partidos.

285 mil personas decidieron participar y ser protagonistas de una decisión que antes tomaban a solas los partidos, concurrieron a votar y decidieron a 99 candidatos a alcalde para las próximas elecciones en primarias legales, y en vez de ser aplaudidas se cuestionó si tenían sentido. Resulta paradójico que el ejercicio republicano se vea desvalorizado frente a la manifestación callejera ante los ojos de quienes ejercen el poder.

Vale la pena entender correctamente la abstención y hacer las distinciones necesarias para poder abordarla como desafío de nuestra democracia.

Que nuestro país tiene graves problemas de participación electoral es una realidad indesmentible. De hecho, somos el país con mayor abstención electoral en el mundo, pero también lo es que tenemos que aprender a valorar y distinguir la participación de forma correcta. Primer error, y mayúsculo, es decir que el universo convocado a participar fue de cinco millones. Noventa y nueve comunas tuvieron primarias, pero en solo tres –Arica, Con Con y San Fernando– estas fueron simultáneas; en el resto solo hubo de uno de los dos grandes bloques políticos, por lo que es natural que el electorado del otro sector que no participaba no se sintiera movilizado a votar.

La preocupación de los partidos y de las instituciones responsables, como el Servel, debería estar puesta en las preguntas correctas: ¿hubo personas que queriendo votar no lo pudieron hacer? ¿La debilidad del padrón electoral influye en la baja participación? Responderlas correctamente nos haría avanzar por el camino correcto de una mayor participación.

En varios países se ha implementado con éxito el voto anticipado. En Estados Unidos el propio Presidente Obama sufraga de esta forma. Los locales de votación están abiertos durante varios días, facilitando al elector asistir a depositar el voto. Imaginemos cuántos ciudadanos más podrían haber votado si los locales hubieran estado abiertos el viernes o el sábado, ya que el domingo era el día del papá. Este es sólo un ejemplo de varias medidas concretas que existen en otros países y que favorecerían la participación.

Nuestro padrón electoral es un mal padrón, y esto el Servel lo sabe. A estas alturas resulta irresponsable que no se haya hecho ningún esfuerzo serio por mejorarlo. Todavía sigue en él como “habilitados para votar” una cantidad indeterminada de personas ya fallecidas hace tiempo y otra cantidad también importante de individuos sin ningún dato respecto de su domicilio. A esto se suma que más de un tercio de las direcciones del antiguo padrón ya estaban desactualizadas y siguen así. El costo de no tener al día los domicilios es que las campañas siguen apuntando a la publicidad aérea y masiva por no contar con puntos de contacto con el elector.

En la gran mayoría de las casas donde votan dos o más electores tienen que ver cómo deben dirigirse a locales de votación distintos y distantes de su domicilio, sin ninguna explicación lógica. Chile necesita y se merece un padrón inteligente, uno que facilite la participación, y no que la entorpezca.

Así aprenderemos a enfrentar correctamente la abstención electoral, preocupándonos de facilitar y promover la participación, al mismo tiempo que valoramos a quienes, como estos 285 mil chilenos, decidieron practicarla. No dejemos que sólo marchar por la Alameda sea el camino de obtener la atención de la política.

Gonzalo Müller, Profesor del Centro de Políticas Públicas de la UDD.

Columna publicada en El Líbero 26/06/2016