En las primeras etapas del desarrollo de un país se producen pérdidas en términos de calidad medioambiental que son compensadas con los ingresos que se generan una vez que se superaba un determinado umbral de ingreso per capita. En otras palabras, la contaminación de un país y la degradación de sus recursos naturales aumentan con el crecimiento económico hasta cierto nivel de ingreso, luego de lo cual comienzan a reducirse. Así, el crecimiento económico de un país pasa a ser la solución, no la causa, de los problemas ambientales.
El problema ecológico en el sur de Chile, por el varamiento de machas y otros moluscos en las costas de la Isla Grande de Chiloé, es hoy conocido por todos. Y no es primera vez, hace poco hubo también un varamiento de jibias en isla Santa María de Coronel y de sardinas en la localidad costera de Queule.
Independientemente de si la causa de este desastre es la marea roja o el derrame de pescado descompuesto en alta mar, importa la reflexión sobre lo que está pasando con el impacto ecológico generado por la sobreexplotación pesquera, la mala asignación de cuotas de pesca o la extracción intensiva del recurso.
Del mismo modo, podemos ampliar la pregunta y cuestionarnos sobre los incendios forestales que cada verano afectan miles de hectáreas de bosques, matorrales, pastizales y todo lo que habita en ellos; o sobre la contaminación atmosférica, que ya no solo es problema en el gran Santiago, sino también de comunas como Temuco o Coihaique.
La contaminación del aire, el agua y la tierra no sólo destruye los activos económicos de un país, sino que además es una amenaza para la salud de sus habitantes. Un estudio de la OMS concluyó que un medio ambiente contaminado o degradado ocasiona aproximadamente el 24% de las muertes de niños de entre 0 a 14 años en el mundo, siendo aún más alta la mortalidad infantil en los países pobres o subdesarrollados.
Asimismo, la contaminación, la degradación de los suelos provocada por la erosión, la deforestación, el uso o abuso de productos químicos o la contaminación del agua, o el uso intensivo de recursos naturales no renovables, se traducen en una disminución de los ingresos condenando a un país a la pobreza.
Simón Kuznets, Premio Nobel de economía, relacionó la evolución de la distribución del ingreso en los países que se desarrollan. El autor planteó que, al inicio del proceso, las economías presentan una distribución del ingreso bastante equitativa. Sin embargo, conforme se acelera el desarrollo, la relación equidad/ingreso comienza a deteriorarse hasta alcanzar un nivel máximo y luego decrecer.
Esta relación de Kuznets, puede extenderse al sector ambiental, según un informe sobre el desarrollo preparado por el Banco Mundial en 1992. Dicho estudio demostró que ciertos indicadores medioambientales mejoraban con el crecimiento económico mientras que otros se deterioraban, concluyéndose que la relación entre crecimiento económico y empeoramiento de las condiciones medioambientales presentaba una forma de U invertida. Dicha relación se denominó “Curva Ambiental de Kuznets”.
Esto significa que en las primeras etapas del desarrollo de un país se producen pérdidas en términos de calidad medioambiental que son compensadas con los ingresos que se generan una vez que se superaba un determinado umbral de ingreso per capita. En otras palabras, la contaminación de un país y la degradación de sus recursos naturales aumentan con el crecimiento económico hasta cierto nivel de ingreso, luego de lo cual comienzan a reducirse. Así, el crecimiento económico de un país pasa a ser la solución, no la causa, de los problemas ambientales.
Al parecer en términos ambientales también estamos condenados a seguir siendo un país subdesarrollado.
Columna publicada Diario de Concepción 5 de junio 2016