Hero Image

Noticias

La familia: el eslabón perdido por Mauricio Apablaza

La demanda de educación de los padres hacia los profesores es solo consistente con la obligación familiar de apoyar el proceso educativo con disciplina y compromiso.

La mayor controversia educacional de la semana pasada estuvo relacionada con los requisitos para ingresar a clases. La discusión se centró en el largo del pelo y en la supuesta disyuntiva existente entre la no discriminación de los jóvenes y la libertad de los padres de elegir el tipo de educación para sus hijos. Más allá de la compra de útiles, el derecho y el deber de la familia de elegir, exigir y ser informados es un factor clave en el desarrollo académico de sus hijos.

Con respecto a la capacidad de elección, por un lado, los padres buscan un establecimiento con un ambiente seguro, con un clima activo y agradable y con una buena reputación. En todos estos casos, más del 50% consideró que era muy relevante contar con estas características. Un segundo grupo de variables relevantes están asociadas a la existencia de cursos o áreas interesantes (37%), las ayudas socioeconómicas (34%) y el nivel de logro académico (47%). Interesantemente, otras variables como distancia (23%) y adscripción religiosa (17%) son menos relevantes para los padres.

Por otro lado, los establecimientos educacionales buscan atraer a padres y alumnos compitiendo por ellos. Según los propios directores, el 65,8% de los alumnos vive en áreas donde hay más de dos establecimientos compitiendo, cifra inferior a países como Dinamarca, Holanda y Canadá. En un ambiente competitivo, la información es crucial para este proceso de selección. Probablemente, los padres con menor capital educativo tendrán más dificultades para acceder a información relevante al momento de elegir el colegio de sus hijos y es ahí donde se debe concentrar el esfuerzo gubernamental. La generación de información (académica y no académica) transparente, comparable y de fácil acceso permite optar por la mejor institución sobre la base de su propia libertad.

Sobre el empoderamiento de los padres como demandantes de calidad también hay información. Mientras el 71.4% de los niños en países de la OECD asiste a establecimientos donde existe presión por parte de los padres para que sus hijos alcancen altos estándares académicos, en Chile esta cifra no supera el 32%. Padres empoderados, participes, informados del progreso de sus hijos fortalecen no solo al logro académico sino que también a la convivencia escolar. Mecanismos de control y accountability de los padres más allá de la reunión anual de apoderados están disponibles hoy en día de manera remota y a bajo costo. Contar con resultados desagregados (académicos y de clima) permite a los padres y apoderados hacer un seguimiento del valor agregado (evaluaciones longitudinales) y del estado real de la educación (evaluaciones transversales) de cada institución.

La demanda de educación de los padres hacia los profesores es solo consistente con la obligación familiar de apoyar el proceso educativo con disciplina y compromiso. El número de horas de estudio en el hogar, la asistencia, puntualidad y la presión ejercida por los padres disminuyen significativamente la probabilidad de tener alumnos con puntajes deficientes. Transferencias focalizadas en los más vulnerables o aquellos que no pueden ejercer dicho rol pueden mejorar el apoyo académico extracurricular independientemente de su situación económica.

Comunidades educativas comprometidas e informadas del modelo educativo de cada establecimiento promueven deberes y responsabilidades mutuas asociadas al logro mediante el compromiso, el esfuerzo y la cooperación. El involucramiento de los padres está relacionado con la entrega de información adecuada y recursos focalizados para la selección y evaluación del colegio sobre la base de sus propios criterios. En este sentido, el rol del Estado está relacionado con informar, empoderar y apoyar a aquellas familias en situación extrema con dificultades para ser el pilar del desarrollo académico de sus hijos.

Columna publicada en El Mostrador 07/03/2016