El debate sobre qué es lo que debe medir una prueba de selección universitaria viene de hace más de una década, y la postura ganadora (considerando lo que ha sido la PSU en estos años) es la de visualizar esta prueba como una instancia de medición de los conocimientos (y no tanto así habilidades) adquiridos por los estudiantes durante la educación media
La ministra de Educación comentó que la baja de puntajes de la PSU se puede deber, al menos en parte, a que algunos profesores no habrían «pasado» las materias que entraron en la prueba. Se refería en especial a los contenidos de estadística, que esta vez estuvieron muy presentes en la PSU de matemática, que este año tuvo una significativa merma de puntajes nacionales.
La cobertura incompleta del currículum es un problema que ha sido identificado en nuestras aulas desde hace décadas, que afecta de manera especial a los estudiantes más vulnerables y sobre todo a aquellos que asisten a colegios que paran de funcionar, debido a huelgas y manifestaciones, durante algunos períodos del año escolar. La cobertura incompleta del currículum es también una realidad en los liceos técnico-profesionales, ya que estos alumnos han tenido históricamente menos dedicación horaria para las asignaturas medidas en la PSU. No se ve, en el corto plazo, solución para esta problemática realidad: el currículum nacional es extenso y las dificultades para cubrirlo que hoy enfrentan los profesores se mantendrán, posiblemente, en el futuro. Es por ello que los preuniversitarios han pasado (lamentablemente) a tener un rol tan preponderante en el proceso que debe seguir un estudiante para acceder a la educación superior selectiva. Estas instituciones, que no son gratuitas, ocupan las horas libres de los estudiantes de educación media que quieren llenar esas lagunas que les ha dejado su educación formal.
Paradojalmente, la evidencia indica que el nivel de conocimientos de los estudiantes al momento de ingresar a la universidad, aun cuando importante, no es la clave para su desempeño universitario. Lo que importa más son las habilidades y destrezas que ha desarrollado a lo largo de su educación escolar, su capacidad de resolver problemas y de aplicar los conocimientos que se le entregan. Esas habilidades y destrezas son mucho más transversales en el continuo socioeconómico que los conocimientos propiamente tales. En otras palabras, muchos de los estudiantes que no conocían las fórmulas y denominaciones estadísticas presentadas en la PSU sí tuvieron la posibilidad de «aprender a pensar» durante su educación secundaria. Y esa capacidad, la más fundamental para su buen desempeño en la universidad, no les ha sido suficientemente reconocida.
El debate sobre qué es lo que debe medir una prueba de selección universitaria viene de hace más de una década, y la postura ganadora (considerando lo que ha sido la PSU en estos años) es la de visualizar esta prueba como una instancia de medición de los conocimientos (y no tanto así habilidades) adquiridos por los estudiantes durante la educación media. La postura contraria advierte que los conocimientos no son entregados a todos los estudiantes y por lo tanto algunos quedarían en desventaja a la hora de rendirla, situación injusta que afecta en mayor proporción, lamentablemente, a la población más vulnerable de nuestro país. Una prueba sustentada en la medición de habilidades y destrezas, construida sobre la base de un currículo reducido (luego de estudiar cuál es el que efectivamente se implementa en las escuelas), permitiría identificar mucho mejor a aquellos estudiantes que tienen las capacidades para rendir adecuadamente en la educación superior selectiva. Y de paso, una prueba de este tipo no dejará fuera a quienes, por razones ajenas a su voluntad, no tuvieron la posibilidad de estudiar la totalidad del currículum nacional.
Para finalizar, quisiera agregar que estas pruebas no son una invención antojadiza, sino que existen y han sido probadas en el mundo innumerables veces. Nuestra antigua PAA, con todas sus falencias, seguía estos criterios. Pruebas como el SAT o el ACT en Estados Unidos, el SweSAT, de Suecia, y otras varias se construyen sobre un currículum reducido, pues su objetivo último no es saber si el estudiante es capaz de definir un concepto, sino si es capaz de aprenderlo y aplicarlo. Las pruebas recién mencionadas son relativamente baratas, de fácil aplicación y corrección. Para la PSU, migrar hacia este modelo no debiera revestir mayores dificultades.
Columna publicada en El Mercurio 31/12/2015