Frente al caso de colusión que hemos visto recientemente han surgido voces defensoras del mercado como base del sistema económico, razón por la cual habría que profundizarlo con mayor competencia y menor regulación. Otras personas han levantado banderas en contra de la capacidad del mercado, proponiendo mayor intervención y hegemonía del Estado.
En este debate, pareciera que hay algunos enamorados del mercado y otros del Estado, lo cual encasilla nuestros argumentos como para darnos cuenta de que la finalidad de todo sistema económico, político y social son las personas, las familias; en buenas cuentas, su capacidad para desarrollar una vida plena y feliz. En vez de lo humano, se termina defendiendo lo abstracto. En el mundo contemporáneo desarrollado hay espacio para todos. Atrás se quedan las sociedades que no son capaces de una visión equilibrada y complementaria entre mercado y Estado: que defienda la libertad, iniciativa y autodeterminación de las personas, así como que sea capaz de brindar apoyo al que lo necesita.
Contribuyamos a un debate abierto que vaya dejando atrás la desconfianza y prejuicios que hemos ¡do incubando en nuestra sociedad, entendiendo que el mayor daño y origen de la colusión es humano, no sistémico. Todo lo anterior reconociendo que sería utópico suponer la existencia de un sistema perfecto. Si queremos un sistema que funcione y se proyecte hacia el futuro, su centro deben ser siempre las personas. Cada uno es responsable de que eso suceda.