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Entre las amarras del poder y la desafección ciudadana por Eugenio Guzmán

La desafección alas organizaciones tradicionales ha ido traspasándose de los partidos políticos, de la Iglesia Católica, de los debilitados sindicatos, a toda clase de grupo, cualquiera sea su naturaleza.

La desafección a las organizaciones tradicionales ha ido traspasándose de los partidos políticos, de la Iglesia Católica, de los debilitados sindicatos, a toda clase de grupo, cualquiera sea su naturaleza. En búsqueda de certezas, las colectividades nos han desilusionado. Hemos sido testigos de cómo nuestra pereza y apatía les ha permitido a unos pocos cooptar la dirección de todos los aparatos determinantes para el funcionamiento social. A tal punto, que ya ni siquiera existen serias competencias internas para hacerse del poder institucional.

Todo es lo mismo, y con ello, se articula una sensación respecto a que nuestra participación es indiferente. Nada va a cambiar, y los que deberían haberse visto golpeados con la falta de confianza (la clase política), parecen estar desinteresados con lo que ocurre.

Pese a existir un deber para abrir los espacios de participación ciudadana, lo restringen, colocando trabas a la gestación de nuevas colectividades, negando expresamente toda oportunidad a una asamblea constituyente, desoyendo todo tipo de recomendaciones para evitar la profundización o nuevos brotes de corrupción.

Estas son las consecuencias de admitir a la política como profesión y no como responsabilidad cívica que nos corresponde ejercer a todos y no entregarla a un pequeño círculo, que al ser tal tiende a hacerse hermético y ha producir, para reproducirse y mantenerse unas prácticas que ellos asumen como naturales y que desde fuera de dicha clase, nos parecen hasta delictuales.

Hoy se pretende cambiarlo todo, para que todo quede igual. Los mismos serán los llamados a designar al Fiscal Nacional, los mismos serán los que deberán pronunciarse sobre la futura composición de los tribunales de justicia, serán ellos los que determinarán y formarán parte del Tribunal Constitucional, la Contraloría General de la República y elegirán a quienes podrán competir por dirigirlas municipalidades.

La indiferencia de la clase política para reaccionar a esta crisis radica en que la forma más efectiva de dominación es generar dependencia y agradar bajo el supuesto que sin ellos, todos nuestros miedos generados a partir de la falta de certezas (políticas y religiosas) se materializarán, obligándonos a volver a los mismos de siempre o bien apostando a que esta desidia masiva haga que la baja participación electoral impida toda sorpresa, ya que votarán los fanáticos de siempre, aquellos que perdonan todo por mantenerse fieles a una ideología.

Columna publicada en El Diario de Concepción 04/10/2015