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La disputa de Burgos y Eyzaguirre por Gonzalo Müller

“Burgos, como todo político experimentado, sabe que esta entrevista no es un acto aislado ni el desahogo personal de un ministro que lo pasó muy mal”.

El vacío de poder es evidente. Lo ven los precandidatos presidenciales, que sin mayor pudor copan la agenda, y también los ministros políticos, que se disputan la conducción. A la semana de que el ministro del Interior impone su tesis y recibe a los camioneros, en contra de la opinión de varios en La Moneda, viene la oferta abierta y manifiesta de conducción del ministro Eyzaguirre. En su autocrítica entrevista deja entrever que él puede conducir, con su credencial de cercanía a la Presidenta Bachelet, la rectificación del rumbo de un gobierno que ha batido todos los récords de impopularidad.

Las palabras de Eyzaguirre están al menos autorizadas por la propia Presidenta. Si no, su salida del cargo habría sido inmediata. El tema no es la credibilidad de sus palabras, donde deja la duda si él fue víctima o protagonista de los errores originados de la obligación de llevar adelante la reforma educacional, sin saber muy bien cómo y sin estar convencido, al mismo tiempo que no pudo cuantificar el nivel de rechazo que ha provocado, sobre todo en la clase media de nuestro país.

Burgos, como todo político experimentado, sabe que esta entrevista no es un acto aislado ni el desahogo personal de un ministro que lo pasó muy mal en Educación. Es parte de una estrategia de instalación en el poder: primero desmantelar la dupla entre Burgos y Valdés, sigilosamente y con apoyo de la propia Presidenta, y luego desplegar una oferta de conducción política en sintonía con los partidos, pero además que fuera creíble en su cercanía con la propia Mandataria.

En su entrevista Eyzaguirre no habla por la Presidenta. Sus palabras buscan el apoyo de los críticos dentro del oficialismo a la conducción política de los últimos 18 meses, es un esfuerzo por sintonizar con quienes han visto en el programa y las reformas la fuente del mal momento del rechazo ciudadano, que tiene en alerta a los partidos del gobierno, bajo el riesgo que de continuar así el castigo electoral puede ser muy duro en el próximo ciclo electoral. No debe ser fácil entender que el programa de promesas que los llevo a La Moneda hoy sea la causa principal de su posible salida.

La disputa se hace manifiesta entre Burgos y Eyzaguirre. No necesariamente por nada personal entre ellos, sino quizás sólo por la disposición nominal en el gabinete: uno tiene la obligación de conducir al Gobierno, y el otro llevar la relación con el Congreso y los partidos. Uno tiene un liderazgo más colectivo y sabe escuchar; el otro es más autoritario y se sabe imponer. Si la selección para los cargos hubiera puesto atención a la natural dinámica de poder, y a cómo aprovechar mejor los talentos de cada uno, Eyzaguirre sería hoy el ministro de Interior, y Burgos estaría en la Secretaría General de la Presidencia.

Columna publicada en La Segunda 08/09/2015