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Michelle Bachelet y La Trampa de las Expectativas por Miguel Ángel Fernández

No existe un manual del buen gobernante que dé solución a todo desafío, menos aun cuando es tu segundo mandato, y a la Presidenta Bachelet pareciese que esta frase le calza perfecto.

No existe un manual del buen gobernante que dé solución a todo desafío, menos aun cuando es tu segundo mandato, y a la Presidenta Bachelet pareciese que esta frase le calza perfecto. Pese a su arrolladora victoria en las urnas y enfrentarse a una oposición desgastada y sin ideas tras la derrota – situación que sólo ha sido acentuada tras los escándalos de financiamiento político de los últimos meses – la tarea no ha sido fácil para un gobierno que sembró expectativas demasiado altas en una población sedienta de respuestas.

Se instalaron hace poco más de un año con una batería de promesas electoral a cuestas, y la necesidad de utilizar desde el primer instante su mayoría en ambas Cámaras del Congreso para arrollar todo vestigio de oposición que se cruzara en su camino. Así, la consecuencia de su anhelo reformador y del ritmo vertiginoso puesto sobre Ministerios, Congreso y Gobiernos Regionales ha generado un sobrecalentamiento global del sistema político.

Tener mayoría en el Congreso por el voto ciudadano es importante, pero para gobernar se necesita mantenerlo en el tiempo, y ello simplemente no lo han logrado. En política una constante al problema de conexión con la ciudadanía es culpar al manejo comunicacional, a la ejecución política y a la oposición. Pero todos sabemos por dentro que estas justificaciones son la página uno del manual de cómo enfrentar dificultades políticas, y por ello mismo debemos mirar con otros ojos este primer año de la Presidenta Bachelet.

Tal cual un computador que no puede procesar infinitas solicitudes de información, el Gobierno se encontró con su punto de quiebre, y no fue otro que la política como actividad en sí misma. Ello fruto de la necesidad de dar respuestas efectivas a las demandas de tan variopintos grupos ciudadanos (estudiantes, apoderados, pacientes del sistema de salud, empresarios, minorías étnicas, entre muchos otros) a los cuales se les ofreció espacio y respaldo para cumplir sus anhelos. El aparataje público crece, buscando desesperadamente dar respuesta a un fenómeno que tiene colmado la capacidad de respuesta del Gobierno Central y sus diferentes ramas, el resultado de esto ha dejado a Michelle Bachelet sin espacio de maniobra cuando más lo necesita.

¿Y por qué más lo necesitaría en estos momentos? Puesto que la política misma necesita un respiro, un “reseteo”. Los últimos casos de financiamiento irregular de las campañas políticas y el uso de información privilegiada por grupos ligados a su administración le dieron al Gobierno un golpe directo al mentón. Pasó a ser el gatillo que impulsa la detonación de un diagnóstico conocido ya por todos: La clase política esta desprestigiada.

Tras sólo un año de haber puesto un pie en La Moneda, Michelle Bachelet y su equipo tienen enfrente un desafío tan importante que podría marcar la historia de su segundo mandato. Más allá que ser conocida por sus políticas públicas en temas de educación, trabajo o cualquier otro tópico público, siente sobre sus hombros el peso de dar el salto en calidad democrática que tanto necesitamos. De lo contrario, posiblemente la historiografía en medio siglo más conocerá esta época de nuestra historia como una versión moderna del Parlamentarismo a la Chilena y su juego político de cuartos.

Los chilenos han dado signos de su agotamiento, pero el mensaje ya es claro. No sólo quieren ser gobernados, quieren un sistema público, autoridades y funcionarios que actúen con vigor y responsabilidad, con transparencia, honestidad y más importante que todo: con convicción pública real, dejando de lado sus intereses particulares y trabajando por el bien de Chile.

La tensión es algo común en los Gobiernos, pero la siembra de expectativas de Bachelet no sólo ha golpeado su aprobación sino que también se ha transformado en una verdadera trampa. Una donde la cueva de conejo prometida era tan profunda, que una vez dentro de ella escapar parece imposible. Ella y sus asesores lo sienten, su primer aniversario no es una época feliz y el pie que pretenden poner en el acelerador para solucionar el momento sería como utilizar una sobre dosis de medicamento para curar la enfermedad, es decir, podría ser tan peligroso que terminase por profundizar el jaque en el cual esta nuestro sistema político actual.

Columna publica en La Lupa del cumplimiento 20/03/2015