“Pero esto no es casualidad. Desde hace 25 años que en Chile el combate contra la pobreza se ha venido estableciendo como prioridad. La tendencia hacia su disminución ha sido constante, salvo hacia el final del primer período de Bachelet, asociado a la crisis financiera internacional”.
Este sábado se dio a conocer la Encuesta Casen, cuyo objetivo es medir y evaluar nuestro desempeño como país en el combate contra la pobreza. Más allá del injustificado retraso en comunicar los resultados o de la falta de protagonismo que ha tenido este año el Ministerio de Desarrollo Social, acreditar que en los últimos años hemos sido capaces de una fuerte reducción de la pobreza es algo que como sociedad debemos tratar de valorar y entender en profundidad. Son más de un millón doscientos mil los chilenos que dejan la pobreza para ganar en espacios de libertad y autonomía, un mayor control respecto de sus vidas.
Pero esto no es casualidad. Desde hace 25 años que en Chile el combate contra la pobreza se ha venido estableciendo como prioridad. La tendencia hacia su disminución ha sido constante, salvo hacia el final del primer período de Bachelet, asociado a la crisis financiera internacional. Por su parte, Piñera, tanto durante la campaña como durante su mandato, asumió compromisos concretos respecto de mejorar y focalizar las políticas públicas que buscaban aliviar a los más necesitados, al mismo tiempo que efectuó un círculo virtuoso de mayor crecimiento y más y mejores empleos. Este conjunto de hechos y decisiones provocó una dramática baja en la pobreza en nuestro país.
Hoy la pobreza casi no está presente en la agenda pública, debemos apuntar a que, pese a la reducción, todavía hay muchos de nuestros compatriotas que viven la urgencia y dolor de la pobreza extrema, y que no pueden ser olvidados. Una comprensión real del fenómeno de la pobreza nos lleva a preocuparnos de que un retroceso en crecimiento o en creación de empleo son malas noticias, porque amenazan directamente a quienes quieren salir de esta condición o a quienes acaban de salir, de volver a caer.
El gobierno de Bachelet debiera celebrar estas cifras sin importar que favorezcan al gobierno anterior. Son una potente señal que reciben los miles de chilenos que se esfuerzan por salir adelante y tratan de lograr lo mejor para sus familias. Es una promesa que se cumple y que legitima, como pocas cosas hoy, la labor de la política.