Medio: Emol
Más allá de los calificativos que hemos escuchado estos días sobre el nuevo periodo presidencial, que comenzó el pasado 11 de Marzo, “Nuevo Ciclo”, “Cambio de una generación”, “de la calle a La Moneda”, lo cierto es que el nuevo Presidente y todos sus ministros enfrentarán enormes desafíos. Durante la campaña se comprometieron a realizar cambios profundos y moderados a la sociedad, y en ellos el entorno político y económico serán muy trascendentales. Este escenario no es muy positivo, la invasión rusa a Ucrania tiene los sistemas económicos tensionados: petróleo en la nubes y dólar inestable, no son una buena combinación para ningún gobierno.
Pareciera que no es el mejor momento para intranquilizar a los mercados locales con reformas que puedan poner en riesgo la frágil estabilidad económica que hoy tenemos como país. El futuro Ministro de Hacienda algo ha señalado en ese sentido “Tenemos que hacer los cambios, pero hacerlos bien”. Habrá que esperar que prime la sensatez que hemos escuchado por parte del ex presidente del Banco Central.
El Presidente Boric deberá, en el corto plazo, enfrentar dos grandes desafíos: El primero será poder terminar con éxito el proceso constituyente que nació el 15 de noviembre del 2019, y que, paradojalmente, le costó una sanción por parte de su partido por haber sido uno de los impulsores del acuerdo que permitió llevarlo a cabo. Un eventual fracaso del proceso podría poner cuesta arriba las pretensiones de gobernabilidad y volver a tensionar el clima político y social del país. Fracaso no es sólo un eventual triunfo del rechazo en el plebiscito de salida, también lo será un triunfo del apruebo con poca diferencia o con una Constitución que busque derrumbar la actual institucionalidad política. Esto Gabriel Boric lo tiene claro. Lo dijo en el balcón de La Moneda el viernes pasado, cuando hizo un llamado a construir una Constitución de unidad. El Presidente debe ser capaz de orientar el camino a la construcción de una carta que sea capaz de generar pisos mínimos de convivencia, y cuyo modelo político genere las condiciones necesarias para que las personas puedan desarrollarse.
El segundo desafío, y sobre el cual existen altas expectativas, será la manera que abordará la delincuencia y el terrorismo en la zona de La Araucanía. En este objetivo hemos visto algunas señales que parecen ir por el camino equivocado. El retiro de 139 querellas por Ley de Seguridad del Estado y la posibilidad de indultar a quienes destruyeron parte de Chile durante el estallido (“no lo descarto” ha dicho el Presidente), son medidas muy diferentes a las que anunció en la segunda vuelta presidencial. La eliminación del estado de excepción en La Araucanía también parece apresurada. La disminución de actos violentos y la voz de quienes sufren día a día de los actos de terrorismo, deben ser un elemento a considerar por el Presidente. La visita de la ministra del Interior a esa zona puede ser una buena señal, en la medida que converse con las víctimas del terrorismo y actúe velando por sus intereses.
Como cada cuatro años comienza un ciclo nuevo, y más allá de las legítimas diferencias que puedan existir, los desafíos obligan al Presidente Boric a gobernar con prudencia y moderación, tal y como lo vimos en la segunda vuelta presidencial.
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