¿Es correcto cambiar la fecha de las elecciones? Esta parece ser la pregunta central, más aún, después de los resultados de la votación en la cámaras, no sin toda suerte de debates, críticas y suspicacias sobre el tema. Al respecto, baste recordar la sesión conjunta de las comisiones de Gobierno y Constitución con autoridades de gobierno, Servel y Colegio Médico. En dicho encuentro, el cuestionamiento insistente era ¿por qué se cambiaban las fechas? y ¿cuál es su fundamento? La respuesta era bastante evidente, el problema de salud, las estimaciones sobre la evolución de la pandemia, como asimismo la necesidad de no alterar significativamente el calendario electoral, evitando un escenario más complejo. No obstante, algunos diputados necesitaban una fórmula retórica que insinuara una teoría conspirativa. Incluso se llegó a pedir certezas de que no se cambiaría de nuevo (sic).
Pero podría decirse que no es esa la pregunta de fondo, sino, si era necesario hacerlo. La respuesta la dio el gobierno, el comité de expertos y nada menos que el Colegio Médico. En este sentido, no había otra alternativa política viable, para no decir responsable. ¿Estaría dispuesto algún partido a hacer lo contrario? No lo hubo.
Ahora bien, una cosa distinta es si esto podría haberse advertido antes. La verdad es que los casos diarios, después del punto más bajo en noviembre, aumentaron paulatinamente a partir de la primera quincena de diciembre hasta su punto más alto en la última semana de enero, para disminuir y volver a subir nuevamente a partir de la tercera semana de febrero. Luego, ¿por qué no se propuso antes? El tema ya se había planteado incluso cuando se discutió y modificó la extensión a dos días la elección, lo que después fue refrendado por Si-ches y Mañalich. El tema estaba en el horizonte político y los partidos políticos transversalmente estaban en desacuerdo. Las razones eran todas atendibles: los efectos en las campañas.
Lo anterior, no obstante, no responde la cuestión de fondo, es decir, si podía anticiparse el problema. En esto, no hay que ser generales después de la batalla; no obstante, si ya se temía un problema de envergadura, de allí la extensión a dos días de la elección, ya se sospechaba que la situación era poco sostenible. Luego, por más robustos y contundentes que fueran los argumentos políticos, lo propio hubiese sido una respuesta y reflexión menos partidista, sino una más global. Dicho de otro modo, apostar a tener un mensaje transversal, a una señal de preocupación por la salud, y después discutir temas como la permanencia de los alcaldes, los subsidios en cuarentena y otros relativos a la campaña, en vez de promover la condonación de intereses a las candidaturas, mientras dure esta suspensión.
Pero el problema también es anterior, y tiene que ver con la aglomeración de fechas. Por lo pronto, haber desacoplado elecciones tales como las de gobernadores respecto de alcaldes y concejales y la elección de los asambleístas. Asimismo, reparar en el hecho de que la elección de consejeros regionales debía realizarse con la de gobernadores, y no separada como lo será en esta oportunidad. Ciertamente, a futuro se plantea que serán conjuntas, pero lo concreto es que el momento fundacional e inaugural de la elección de los gobernadores queda truncado respecto del consejo que presidirá.
En resumen, el cambio de la fecha de las elecciones era de esas decisiones inevitables políticamente hablando, pues lo político hoy se llama salud, lo demás es historia.