Más allá de si el nuevo gabinete se ajustaba o no a las sugerencias sobre un determinado fenotipo sea este social, cultural, político o demográfico, lo concreto es que el objetivo era descomprimir simbólicamente parte de las demandas políticas. De hecho, nadie puede negar que se trata no solo de rostros jóvenes, sino de un nuevo equipo con sensibilidades distintas. La pregunta es si se consiguió o no ese objetivo.
La respuesta a esta pregunta solo podrá ser despejada en los próximos días. Sin embargo, como era esperable la respuesta de sectores más a la izquierda, léase Frente Amplio y Partido Comunista, ya estaba anticipada. ¿Cómo? Por lo pronto, cualquiera fuera la respuesta del gobierno, su lógica es la de subir aún más la apuesta. De hecho, la insistencia en la acusación constitucional al Presidente de la República y al ministro del Interior, claramente eran un anticipo.
Dicho de otro modo, bajo ningún punto de vista podía dársele tregua al gobierno. No es casualidad, entonces, que, apenas terminados los nombramientos en La Moneda, el desorden reventó inmediatamente, y con éste la incertidumbre para quienes esperaban cierta normalidad.
Con ello un flaco favor se hace a la protesta social y, ciertamente, deja en evidencia la incapacidad de contener a los sectores violentos. Sin perjuicio de lo anterior, es probable que las diversas reacciones al cambio de gabinete irán decantando durante la semana.
No obstante, de instalarse una dialéctica gobierno – oposición, de persistir la negativa a dialogar por una parte de la oposición, es poco probable que se avance en la solución de la crisis. Es decir, la solución no pasa por un enfrentamiento entre ambos, sino por una mecánica de colaboración.
¿Es esto posible? La verdad es difícil saberlo. De hecho, el gran desafío del nuevo gabinete y por cierto del Ejecutivo sigue siendo desatar aquellos nudos que impiden el avance de soluciones (aprobación de nuevos proyectos).
¿Es esto expresión de deseo? No, es realismo puro, pero para ello se requiere de una cuota de honestidad por parte de los actores. Se requiere que cualquier decisión o propuesta de gobierno y oposición sea programática y cronológica, que tenga temporalidad y que la distancia entre acción y el resultado sea visible y no incierta. Por cierto, en el Congreso la oposición seguirá siendo tensionada por los sectores mas radicales, después de todo, para estos últimos esta es una oportunidad única para representar las rabias y miedos y con ello intentar representar el poder de la calle.
El único problema es que la calle es ambigua, expresa multitud de inquietudes y, además, no todos desean que las expresiones de malestar y rabia sean más incertidumbre. Y los que no están en ella -en la calle-,aún menos lo quieren. La apuesta de los sectores de izquierda es la agenda política constitucional, mientras que la del gobierno es la concreta social.